lunes, 3 de mayo de 2010

Los "estados" de la conciencia

Las enfermedades de la conciencia
Por Omar Árcega E.(tomado de EL OBSERVADOR)

Lo que nos ayuda a distinguir lo correcto de lo incorrecto es la conciencia; sin embargo, ésta sufre duros ataques y embates en la sociedad actual. Esto ocasiona que la rectitud de conciencia que caracteriza al católico se muestre enferma, deforme, y, en casos extremos, pervertida. A continuación analizaremos algunas de las patologías de la conciencia deformada.

La conciencia indelicada
Cuando admites a sabiendas pequeñas transgresiones a tus deberes profesionales, familiares y personales: «Total, no es nada. Total, a nadie hago el mal. Total, es poca cosa», ante esto conviene recordar la frase evangélica: «El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho» (Lc 16,10). Ser constantes en las cosas pequeñas nos entrena para tener fortaleza para los acontecimientos grandes. Si se empieza a flaquear en los acontecimientos «insignificantes» terminaremos trasgrediendo hechos trascendentes.

La conciencia adormecida

Bajo la anestesia de la juerga, la francachela, la superficialidad, el alcohol, el vicio, las mujeres...tu conciencia no reacciona, no escuchas su voz. Está dormida, narcotizada, anestesiada. Nada nos parece grave, todo es permitido, aquí se pierde el horizonte de lo divino, vivimos como si no existiera lo incorrecto. Una conciencia con este problema flaco favor le hace a su dueño, pues constantemente lo expone al daño a sí mimo y a los demás.

La conciencia domesticada

Una conciencia para andar por casa. Es conciencia mansa, que ya no produce remordimientos, angustias, desazones interiores ante el mal hecho. La has domesticado: ya no salta, ya no ruge, ya no se lanza...la tienes bien tranquila, con el látigo de la excusa y de las justificaciones. Se pierde la capacidad de distinguir la luz de las sombras. A fuerza de pensar como vivimos, nuestra mente pierde el sentido de la rectitud, todo es justificable: mis excesos, mis flojeras, mi poco compromiso. En esa justificación estamos cometiendo una atentado contra la verdad, pues engañamos a los que nos rodean y pretendemos engañarnos a nosotros mismos.

La conciencia deformada

Juzga bueno lo que es malo y viceversa. Este es un caso grave; desde la deformidad, los excesos en el alcohol, el egoísmo enfermizo, la falta de generosidad, todo esto se percibe como algo positivo, como la reafirmación de mi «yo», como el punto supremo de mi autonomía.

Actitudes como la bondad, el correcto uso de la genitalidad, el don de sí mismo, la condescendencia, el preocuparme y ocuparme de mi prójimo se perciben como absurdos, como acciones que atentan contra el propio ser humano. Esto ocasiona que las relaciones sociales y personales se vean seriamente dañadas; se impone la idea de que mi prójimo es un medio y no un fin. Todo esto se ve reforzado por películas, actitudes de artistas o «líderes» de opinión. Si a esto sumamos una ausencia de las propuestas católicas en los medio de comunicación, entonces tenemos una masificación de las deformidades de la conciencia.

La conciencia farisaica

Es el afán de aparentar exteriormente rectitud moral, estando lleno por dentro de mentiras e hipocresía. Este problema suele ser más común de lo que parece. Surge por varios motivos: cuando no se tiene un claro conocimiento de sí mismo, de las debilidades y fortalezas propias; cuando se considera que el seguimiento de la letra basta y se olvida la auténtica conversión de corazón.

En este estado el ser humano se aferra a lo externo, a lo visible. Se convierte en esclavo de las apariencias; pierde de vista que lo externo es mero reflejo de una vivencia interna y que, cuando esto no se da, todo lo demás sale sobrando.

Por una conciencia recta

Uno de los retos que tenemos como católicos es informar y formar nuestra conciencia. No podemos ir por la vida guiándonos por el «yo creo» sin antes habernos ocupado de entender las razones de los comportamientos morales que la Iglesia propone para nuestra plena realización como seres humanos. Sólo de esta forma podremos dar un testimonio mas digno y colaborar para la construcción del Reino de los Cielos.

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