lunes, 26 de enero de 2009

PROYECTO DE VIDA 2

Hermanas y hermanos en la fe. Como les habia prometido,cada semana, un articulo nuevo de la serie "Proyecto de Vida".
No lo deje para mas tiempo porque es necesario poner manos a la obra ya. HOY ¡¡
Saludos. LA PAZ

Autor: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net

1. La clave del crecimiento interior
La fuerza de voluntad es la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado.

Antes de continuar hablando sobre el camino de nuestra santidad, permíteme que te presente un pequeño cuestionario. No te asustes. Este no es un curso universitario y no voy a calificar tus respuestas. Tú serás quien se califique. Debes responder este cuestionario con toda sinceridad y con toda calma. No te presiones, tómate tu tiempo, no tengo prisas. Pero insisto en la sinceridad. No tengas miedo de conocerte cada día un poco más.


Programa de crecimiento interior

Cuestionario.

1. ¿Llevé a cabo el balance del día, tratando de descubrir el defecto dominante? Sí____ No____
¿Por qué?

2. ¿Descubrí mi defecto dominante? Sí____ No____
¿Por qué?

3. ¿Ya tengo hecho mi programa de crecimiento interior?
Sí____ No____
¿Por qué?

4. ¿He revisado durante todas las noches mi programa de crecimiento interior, mediante las preguntas de control?
Sí____ No____
¿Por qué?

¿Qué conclusión has sacado de las respuestas a este cuestionario? Y por favor... he hecho estas preguntas no para descorazonarte sino simplemente para que te sirvan como guía en el camino de tu santidad.

Muchas veces nos sucede que comenzamos un camino nuevo. Como en el Año Nuevo o después de asistir a unas jornadas de oración, a un retiro o asistir a un evento significativo (la muerte de un ser querido, un accidente, el nacimiento de uno de nuestros hijos). Percibimos que Dios nos pide algo más, nos damos cuenta que no podemos seguir siendo los mismos y surge en nuestro interior el deseo de alcanzar la tan anhelada santidad. Pero... más tardamos en hacer ese propósito que en comenzar a quebrantarlo. Quizás te haya sucedido lo mismo con tu programa de reforma de vida. Analizaste tu defecto dominante, apuntaste sus manifestaciones, escribiste los medios, pasa el tiempo y te das cuentas que no avanzas. ¿Qué sucede? ¿No hay ilusión por cambiar? ¿No hay “campanas” en tu interior que te muevan a ser mejor, a alcanzar las metas que te propusiste? Puede ser que tengas esa ilusión, pero lo que ha faltado es fuerza de voluntad. Nos sucede lo que Ovidio expresaba en una frase latina que ha quedado esculpida para la eternidad: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor.”

Es dura esta frase, pero es muy cierta. Quieres alcanzar la santidad, pero no has podido. Quieres combatir tu defecto dominante que es el que te tiene atado y no te deja ser mejor. Ves el bien, estás de acuerdo con él, pero has seguido el camino del mal, has seguido siendo el mismo, no has logrado conquistar tus ideales. Ante todo calma, “Roma no se conquistó en un día”. Estás comenzando a combatir a un enemigo que ya se había convertido en un huésped permanente de tu corazón. ¿Y pretendes deshacerte de él de la noche a la mañana? No va a ser fácil, pero no será imposible. Lo que debes hacer es revisar que tal está tu fuerza de voluntad.

Muchas veces sucede que vislumbramos perfectamente lo que debemos hacer para alcanzar la santidad. La fe y la razón nos lo están diciendo: “Haz esto, no hagas lo otro” Y lo hemos consignado en nuestro programa de vida espiritual. Pero nuestros sentimientos nos pueden jugar una mala pasada y cualquier eventualidad nos desmorona. Desde los cambios de clima hasta los enojos más grandes nos hacen sentir mal. En una mañana lluviosa nos cuesta más trabajo estar de buenas y ceder el paso a todos, sonriendo de oreja a oreja. Si nos dejamos guiar por los sentimientos somos como una hoja en tiempo de vendaval. En un momento podemos estar en un prado verde, lleno de flores. Pero sopla el viento y nos lleva al techo de una casa. Vuelve a soplar y nos encontramos en medio de la suciedad más grande. Si nuestra vida gira al vaivén de las circunstancias y de lo más o menos sensibles que estemos o de la forma en qué percibamos dichos factores externos, no llegaremos muy lejos.

La fuerza de voluntad no es más que la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado, contando siempre con dos ingredientes básicos: la motivación y la ilusión.

“El hombre es su voluntad”, ha dicho Rosmini, un escritor espiritual del siglo XIX. Y es cierto. Tú eres lo que te propongas. No lo que sueñes, no lo que te imaginas, no lo que tengas ganas. Necesitas un poco de ilusión para querer alcanzar tu meta. Necesitas también la motivación suficiente para seguir siempre cuesta arriba, como decían esos versos del escritor inglés Rudyard Kipling: “Aunque vayan mal las cosas, como a veces suelen ir. Aunque ofrezca tu camino, sólo cuestas que subir. Aunque tengas poco haber, pero mucho que pagar. Un descanso, si acaso debes dar, pero nunca desistir”.

Tener fuerza de voluntad no significa el no sentir las cosas, el no tener dificultades, ser un iluso que no se da cuenta de que las cosas a veces nos cuestan especialmente en el plano de la vida espiritual. La fuerza de voluntad es una facultad, es una capacidad que tiene el hombre y la debe cultivar. No es que unos hombres hayan nacido con más o menos fuerza de voluntad que otros. Como facultad que es se desarrolla con la repetición de actos. Como la fuerza física o la agilidad. Los atletas, los deportistas no nacieron con esa masa de músculos en sus pechos o con agilidad en sus piernas. La fueron desarrollando a través de unos ejercicios muy bien pensados. Con la fuerza de voluntad nos sucede lo mismo. Tenemos que desarrollar esa fuerza de voluntad todos los días, a través de la repetición de actos, algunas veces sencillos, otras veces difíciles.

El problema radica en el hecho de que no hemos sido capaces de desarrollar al máximo nuestra fuerza de voluntad. Si pudiéramos sacar una radiografía de nuestra voluntad, ¿cómo se encontraría? No voy a someterte a otro cuestionario, pero permíteme que te dé algunas pistas. ¿Eres capaz de seguir con fidelidad un horario, desde la mañana hasta la tarde? ¿Haces ejercicio con cierta regularidad? ¿Eres capaz de no escuchar la radio cuando vas en el coche? ¿Te desesperas muchas veces en un restaurante porque no te sirven la comida como a ti te gusta? ¿Un contratiempo insignificante es capaz de arrancarte lágrimas de rabia y disgusto y dejarte postrado, amilanado, triste o enojado por el resto del día?

Mejor no seguimos con las preguntas y te dejo a continuación unos tips para fortalecer tu voluntad. Podrán parecerte tontos o ingenuos. ¿qué tiene que ver el dejar de fumar a ciertas horas con mi defecto dominante? ¿En qué se relaciona el levantarme a la primera y no quedarme acurrucado en la cama durante diez quince o veinte minutos con mi pasión dominante? Decíamos que la voluntad es una facultad. Al desarrollarla a través de esos actos, la vamos preparando para combatir con mayor fuerza nuestro defecto dominante. Así como un futbolista ejercita su resistencia su fuerza a través de un campamento en la montaña, nosotros podremos ser más eficaces cuando combatamos nuestro defecto dominante si contamos con una voluntad fuerte, decidida, pronta a vencer nuestras inclinaciones más inmediatas.

Como te decía antes, es difícil el camino, pero no imposible. Te dejo esta lista para que la practiques y la integres a tu vida. Verás como en unos días serás diferente. NO tengas miedo. Nadie ha muerto por exceso de fuerza de voluntad. Sin embargo muchos se han quedado a medias en su camino a la santidad porque no han tenido una gran voluntad.

No me extiendo más. Te dejo la lista y nos vemos en el próximo artículo... si tienes la fuerza de voluntad para seguir leyéndome.



Tips para fortalecer tu voluntad.

1. Levántate a la primera, sin esperar a que suene dos veces el despertador.

2. No tomes alimentos entre comidas.

3. Deja de fumar durante ciertos días, o en ciertas horas.

4. No prendas el radio del coche durante ciertos días, o por lo menos después de haber conducido durante diez minutos.

5. Sé puntual en todos tus compromisos (aunque sepas que otras personas van a llegar tarde).

6. Revisa tu programa de reforma de vida todas las noches.

7. No tengas ni un minuto de ocio: habla por teléfono cuando sea necesario.

8. Propósito hecho, siempre cumplido.

9. Ten un horario en el día y no dejes nada a la improvisación.

jueves, 22 de enero de 2009

PROYECTO DE VIDA

Saludos hermanas y hermanos, desde el dia de hoy y durante doce semanas mas, les ire dando una excelente guia de vida,una guia que nos sera de gran ayuda en nuestra vida, esta tomada de Catholic.net. Espero lo disfruten como yo,lo gocen como yo, y la apliquen ,como yo?(estoy en eso,,).


Autor: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net


¿Cómo hacer un programa de vida?
El primer paso para hacer un programa de vida.

No nos ha faltado ni buena voluntad, ni carácter. Lo que sucede es que hemos fallado en el método. Si queremos en verdad llegar a un verdadero cambio de vida , lo que necesitamos es descubrir nuestro defecto dominante, hacer un plan para atacarlo y poner manos a la obra. Esto se llama hacer un programa de vida, un verdadero programa para reformar nuestra vida y lograr ser un hombre o una mujer nueva. Es fácil, pero requiere de una técnica, de unas herramientas y de constancia en el trabajo.


Mírate en un espejo.

Sí, no tengas miedo. Hombre o mujer, joven o adolescente, ¿qué más da? Cuando tienes unos kilos de más, cuando quieres alcanzar una mejor figura, un mejor rostro, no te da pena y te miras al espejo. Ahí, frente a frente descubres lo que está bien, o eso que está mal. Y decides comenzar ¡cuánto antes, por favor! una dieta, un tratamiento de belleza o un régimen físico para estar y sentirte mejor. Y eso lo logras sólo si eres capaz de verte en el espejo y ver la realidad de las cosas.

Con la vida del espíritu sucede lo mismo. Debes mirarte en el espejo y contemplar a un hijo o una hija de Dios. Y debes ver el contraste. Esa imagen que ves en el espejo quizás no es la imagen ideal de un hijo de Dios. Contemplas una persona que puedas estar alejada de Dios o que está en camino de acercarse a él, pero ¿qué le hace falta? Te das cuenta que estás lleno de defectos, de actitudes que no corresponden a las de un buen cristiano. Vicios que se han arraigado con el tiempo y que forman ya parte de una personalidad, pero una personalidad que se aleja del camino de Dios. ¿Qué puedes hacer?

No puedes pasarte la vida entera frente al espejo y lamentar tu situación y decir simplemente: “Eso de ser hijo de Dos no es para mí”. No puedes conformarte con pensar que si Dios te hizo de esa manera deberás continuar así durante toda la vida. Esa es la historia de muchos católicos, que llamados a una vida mejor, a una vida de verdadera santidad, se conforman con ir tirando, con no ser malos y no son capaces de lanzarse a las alturas. Se parecen un poco al polluelo de águila, que herido a la mitad del camino, lo encuentra un campesino y lo lleva a su granja. Lo mete en el corral de las gallinas y espera un poco de tiempo a que se cure. El polluelo se adapta a la vida delas gallinas, come como las gallinas, hace todo igual que las gallinas. Y en el momento en que debe levantar el vuelo a las alturas, a mirar al sol de frente, no es capaz de hacerlo, se queda en tierra picando la tierra, buscando su alimento entre lombrices y granos de trigo.

Como católicos estamos llamados a alcanzar las alturas de la santidad: ¡ser santo! Así, entre signos de admiración. Esa imagen que debes contemplar en el espejo es la de un verdadero santo, la de una verdadera santa. En medio de la vida cotidiana, santificándote con tu esposa y tus amigos, con tus parientes, con tu novio en el antro, en todas partes. ¿Te miras al espejo y no te reconoces como santo?


Descubre tu defecto dominante.

Si no somos santos, no te disculpes ni busques pretextos. Hay un refrán que dice “cuando los defectos se inventaron, se acabaron los tontos”. Tu mismo podrías hacerme aquí una lista de pretextos: no soy santo porque no he sido llamado a la santidad, no soy santa porque no me dan los medios, no soy santo porque me da miedo, no soy santo porque otros no me dejan ser santo. Y así la lista podría seguir al infinito.

No te compliques y saquemos una conclusión: no eres santo porque no has luchado con inteligencia para alcanzar la santidad. Fíjate muy bien que he subrayado la palabra con inteligencia. Quizás después de un retiro espiritual, de unas jornadas de oración o de un taller de vida cristiana hayas sentido ganas de ser santo, de ser mejor, de acercarte más a Cristo. Eso es muy bueno. Querer es poder, alguien ha dicho por ahí. Pero... ¿has puesto los medios? No basta simplemente con querer. Hay que poner los medios. Y uno de los medios más importantes para ser santo es descubrir tu defecto dominante y trabajar por combatirlo.

Todos tenemos defectos que debemos atacar para conseguir la santidad: Yo me enojo muy pronto y pierdo el control de mí mismo, hay quien no puede ser caritativo con los demás porque está más allá de sus propias fuerzas, los hay que se quedan a mitad del camino de la santidad porque la pereza les paraliza del todo. Eso es normal. Decir que tenemos defectos equivale a decir que somos humanos, equivale a describir nuestra naturaleza, por lo cual no tiene nada de especial que en el camino de la santidad hayas encontrado esos defectos. Ahora bien, hay muchos defectos que combatir, ¿por cuáles debemos comenzar? Son muchos y de muy variada especie...

En la vida espiritual todos los defectos los podemos agrupar en dos grandes grupos: los defectos cuya raíz están en la soberbia y los defectos que tienen su raíz en la sensualidad. La soberbia no es más que sentirme yo el centro del universo, pensar que yo siempre tengo la razón y que todos deben obedecerme, creer que mi punto de vista es infalible. Algunas manifestaciones de la soberbia son: deseo de estima, vanidad, dureza de juicio, dureza en el trato con los demás, terquedad, altanería, impaciencia, autosuficiencia, desesperación, rencor, juicios, temerarios, envidia, crítica, racionalismo, respeto humano, individualismo, insinceridad, ira, temeridad en las tentaciones, apego a los cargos, desprecio de los demás, compararme con los demás, hacer distinción de las personas y no verlas a todas como hijos de Dios, vivir como si Dios no existiera haciéndolo a un lado en la propia vida, susceptibilidad, no saber escuchar, servirme de Dios y no buscar servirlo, ver a Dios más como señor y juez que como Padre y amigo.

De otro lado, tenemos los defectos cuya raíz va a la sensualidad que es poner nuestra comodidad como el valor supremo de nuestra vida. Algunas manifestaciones de sensualidad son: flojera, pérdida de tiempo, huida de todo lo que suponga sacrificio, concupiscencia de la vista y de la mente, sexualidad desordenada, excesos en el comer y en el beber, deseos desordenados de tener y de consumir, despilfarro, lecturas, conversaciones y espectáculos que fomentan la sensualidad y la vulgaridad.

Aquí tenemos los dos grandes pesos que nos impiden alcanzar la santidad: la soberbia y la sensualidad con una gama de manifestaciones. Cada uno de nosotros tiene manifestaciones de soberbia y de sensualidad. Un ejército no se gobierna lanzando batallones de infantería a diestra y siniestra. Se analiza el enemigo, tratamos de conocer sus armas, su potencial y se lanza el ataque enfocándolo a objetivos muy precisos. Lo primero que debemos hacer es conocer a nuestro enemigo: ¿con quién vamos a enfrentarnos? ¿Con la soberbia o con la sensualidad? No se trata de hacer un elenco exhaustivo de todas esas manifestaciones. Debemos combatir con inteligencia, ya lo hemos dicho. Hacer una lista de todas las manifestaciones que me alejan de Dios no tiene ningún caso. Se necesita descubrir la raíz de esas manifestaciones y lograr llegar a decir: “yo estoy alejado de Dios porque soy un soberbio con tales manifestaciones” o decir también: “yo no soy hija de Dios cuando me dejo llevar por mi defecto dominante que es la sensualidad con estas y estas manifestaciones”. ¿Cómo puedo llegar a esto?

Todas las noches, antes de acostarte, haz un pequeño balance y en una hoja escribe las fallas que hayas tenido en ese día. Debes ser muy sincero y no aparentar nada a ante nadie. Sé humilde y escribe: me enojé con mi hermano, no fui lo suficientemente paciente con mi esposa, se me fueron los ojos al ver tal o cual revista, no escuché a mi compañero de trabajo, traté de imponer mi punto de vista sin escuchar a los demás.

Después de hacer esa lista, cataloga cada una de las faltas, poniendo las letras “So” si han sido manifestaciones de soberbia o “Se” si han sido manifestaciones de sensualidad. Haz el propósito de revisarte todas las noches haciendo estas clasificaciones de faltas. Después de una semana habrás encontrado tu defecto dominante, pues tú mismo te darás cuenta si es la soberbia o la sensualidad la raíz de tus faltas más frecuentes. Seguirás siendo como todos los humanos teniendo defectos de soberbia o de sensualidad, pero habrás descubierto que uno de ellos es el que más te aleja de Dios.

Ahora, con tu defecto dominante ya conocido, será más fácil comenzar el camino de la santidad.

miércoles, 14 de enero de 2009

LA BIBLIA

Para tener un conocimiento un poco acerca de las bases principales de las SAGRADAS ESCRITURAS:

BIBLIA Y REVELACION (ACI PRENSA)

Una síntesis de la relación entre la Biblia y la Tradición Divina en preguntas y respuestas

¿Qué es la Revelación?

La revelación es la manifestación que Dios ha hecho a los hombres de Sí mismo y de aquellas otras verdades necesarias o convenientes para la salvación eterna.

¿Dónde se encuentra la Revelación?

La Revelación -también llamada Doctrina cristiana o Depósito de la fe- se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición.

¿A quién fue confiada la Revelación?

Jesucristo confió la Revelación a la Iglesia Católica. Por medio de sus Apóstoles, por tanto, sólo la Iglesia tiene autoridad para custodiarla, enseñarla e interpretarla sin error.

¿Qué es la Sagrada Escritura?

La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Al conjunto de los libros inspirados lo llamamos Biblia.

¿Qué es la Tradición?

La Tradición es la Palabra de Dios no contenida en la Biblia, sino transmitida por Jesucristo a los Apóstoles y por éstos a la Iglesia.

Las enseñanzas de la Tradición están contenidas en los Símbolos o Profesiones de la fe (por ejemplo, el Credo), en los documentos de los Concilios, en los escritos de los Santos Padres de la Iglesia y en los ritos de la Sagrada Liturgia.

¿Quién es el Autor de la Biblia?

El Autor principal de la Biblia es Dios. El autor secundario o instrumental de la Biblia es el escritor sagrado o hagiógrafo. Por ejemplo, Moisés, el profeta Isaías, San Mateo, San Pablo, etc.

¿Qué es la Inspiración bíblica?

La inspiración bíblica es una gracia específica que concede el Espíritu Santo, por la cual el escritor sagrado es movido a poner por escrito las cosas que Dios quiere comunicar a los demás hombres.

¿Cuáles son las propiedades de la Biblia?

Las propiedades de la Biblia son:

- La Unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre todas las partes de todos los libros.

- La Inerrancia (no contiene errores en lo que atañe a nuestra salvación) y la Veracidad (contiene las verdades necesarias para nuestra salvación).

- La Santidad (procede de Dios, enseña una doctrina santa y nos conduce a la santidad).

¿Cómo se divide la Biblia?

La Biblia se divide en dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento. A su vez los libros del Antiguo y Nuevo Testamento se dividen en: libros históricos, didácticos y proféticos. Y cada libro se divide en capítulos y versículos.

¿Qué contiene el Antiguo Testamento?

El Antiguo Testamento contiene los libros inspirados escritos antes de la venida de Jesucristo. Son 46. Los libros históricos del Antiguo Testamento son 21: Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio (que forman el Pentateuco), Josué, Jueces, Ruth, I y II Crónicas o Paralipómenos, I y II Esdras (el 2º llamado también Nehemías), Tobías, Judit, Esther, I y II Macabeos.

Los libros didácticos del Antiguo Testamento son 7: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.

Los libros proféticos del Antiguo Testamento son 18: Los cuatro Profetas Mayores: Isaías, Jeremías (con Lamentaciones y Baruc), Ezequiel, Daniel, y los doce Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

¿Qué contiene el Nuevo Testamento?

El Nuevo Testamento contiene los libros inspirados escritos después de la venida de Jesucristo. Son 27. Los libros históricos del Nuevo Testamento son 5: Los cuatro Evangelios (según San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan) y los Hechos de los Apóstoles.

Los libros didácticos del Nuevo Testamento son 21: Las 14 Epístolas o Cartas de San Pablo: Romanos, I y II Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, I y II Tesalonicenses, I y II Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.

Las 7 epístolas o Cartas llamadas católicas son: I y II de San Pedro: I, II y III de San Juan, la de Santiago y la de San Judas.

El único libro profético del Nuevo Testamento es el Apocalipsis de San Juan.

¿Qué es el Canon bíblico?

El Canon bíblico es el catálogo de los setenta y tres libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos que forman la Biblia y que la Iglesia ha declarado como divinamente inspirados.

¿En qué período se escribió la Biblia?

Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos entre el siglo XV y el siglo II antes de Cristo.

Los libros del Nuevo testamento fueron escritos en la segunda mitad del siglo I. Los Libros Sagrados se escribieron al principio en papiro y más tarde en pergamino. El papiro es una planta que abunda en Egipto, el pergamino es una piel de cabrito que permite escribir por las dos caras.

Originalmente la Biblia estaba en rollos, es decir, largas fajas de papiro o de piel unidas en los extremos a dos bastones en torno a uno de los cuales giraba.

¿Qué es la Hermenéutica bíblica?

La Hermenéutica bíblica es la ciencia que trata de las normas para interpretar rectamente los Libros Sagrados. La Iglesia Católica es la única capacitada para interpretar auténticamente (con pleno derecho y sin posibilidad de equivocarse) la Sagrada Escritura porque Dios le confió solamente a Ella la misión de guardar, enseñar y aclarar a los fieles su Palabra.

¿Qué otras Biblias existen?

Además de la Biblia católica, que es la única completa y verdadera, existen la Biblia Hebrea y las Biblias protestantes. La Biblia Hebrea sólo contiene treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Por tanto, rechazan siete libros del Antiguo Testamento y todos los del Nuevo Testamento que forman la Biblia católica. Los protestantes, por su parte, admiten solamente el "libre examen" es decir, que cada uno ha de leer e interpretar la Biblia a su manera, sin necesidad de someterse a la autoridad de la Iglesia. A las Biblias protestantes les suprimieron algunos libros que están en la Biblia católica; además en los libros que conservan, modifican algunas palabras para apoyar sus ideas erróneas. Además, carecen de notas y comentarios, no tienen aprobación de la autoridad de la Iglesia; muchas son editadas por las "Sociedades Bíblicas", algunas dicen: "Versión del original llevado a cabo por Cipriano de Valera y C. Reyna"; la mayoría de ellas suprime varios libros del Antiguo Testamento (Sabiduría, Judit, Tobías, Eclesiástico, I y II Macabeos, entre otros) y algunas también suprimen libros del Nuevo (Epístolas de Santiago, de San Pedro y de San Juan).

¿Puede leerse cualquier Biblia?

No. Porque puede contener errores doctrinales o morales. Para evitar esos errores, un católico sólo debe leer Biblias con notas y explicaciones aprobadas por la Iglesia Católica, es decir, que tengan "Nihil Obstat" e "Imprimatur".

¿Cómo leer la Biblia?

La Iglesia recomienda la lectura de la Biblia porque es alimento constante para la vida del alma; produce frutos de santidad, es fuente de oración, gran ayuda para la enseñanza de la doctrina cristiana y para la predicación. El Concilio Vaticano II "exhorta a todos los fieles con insistencia a que, por la frecuente lectura de las Escrituras, aprendan la ciencia eminente de Cristo" (Constitución Dei Verbum, n. 25). Las disposiciones que se deben tener para leer y estudiar la Biblia son: fe y amor a la Palabra de Dios, intención recta, piedad y humildad para aceptar lo que Dios dice. Es recomendable leer los Evangelios diariamente durante unos cuantos minutos. San Jerónimo dice "Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; es más, nunca abandones la lectura sagrada". A la luz de las enseñanzas de la Iglesia, la Biblia nos permite conocer el modo de salvanos y reconciliarnos, y eso sólo puede lograrse conociendo, amando y encarnando la vida de Jesucristo.