tag:blogger.com,1999:blog-30344481545624639942024-02-19T06:18:14.869-06:00Evangelizar MexicoBIENVENIDAS HERMANAS Y HERMANOS EN LA FE:Sitio 100% catolico, para aprender juntos las enseñanzas de Jesucristo Nuestro Señor. "Nada hay mas frio que un cristiano que no se preocupa por la salvacion de sus hermanos"(San Juan Crisistomo).
DIOS LOS BENDIGAJesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.comBlogger35125tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-25419992606039207832011-03-04T23:12:00.000-06:002011-03-04T23:12:35.239-06:00DESCUBRI QUE LA IGLESIA PRIMITIVA ERA(es) LA IGLESIA CATOLICA«Descubrí que la primitiva Iglesia era la Iglesia católica»<br />
Gary Allan L., ex ministro metodista<br />
Hijo de un matrimonio mixto entre madre católica italiana y padre luterano, fue bautizado y educado como católico. Pero de joven, al leer a Marín Lutero, acabó por abandonar la Iglesia católica y abrazar el protestantismo. Pasó por una congregación de corte menonita y por las «Asambleas de Dios» antes de ingresar en la «Iglesia Metodista», en la cual quiso ser pastor. En el seminario metodista «me enteré de que la Iglesia primitiva era una Iglesia litúrgica, con tradiciones que vienen de los Apóstoles. ¡Y que ésta era la Iglesia católica, en la que yo había crecido!<br />
«Yo no era el mismo después de esto. Empecé a leer, incluso a devorar los escritos de los Padres de la Iglesia. Como ex-católico, mi situación era muy difícil porque toda la enseñanza católica que había rechazado como ‘error’ rápidamente resultó que tenía sentido, y no sólo teológicamente, sino que era muy sólida en sus fundamentos bíblicos».<br />
A pesar de todo, él continuó con su carrera y fue ordenado ministro en la Iglesia Metodista Unida, donde ejerció algunos años. Finalmente, se incorporó a la Iglesia católica en 2005.<br />
<br />
Scott Hahn, (gran teólogo y destacadísimo ex ministro presbiteriano):<br />
«Creía que la Iglesia católica era el enemigo del verdadero cristianismo. Yo estaba enamorado de la Biblia y ésa era mi perdición como protestante. Pero mi estudio bíblico me llevó a los Padres de la Iglesia, que eran profundos intérpretes de la Biblia. Lo que encontré en los Padres era una Iglesia que correspondía perfectamente con la religión bíblica, pero que se parecía mucho a la Iglesia católica. Yo quería estar allí con los Apóstoles, los Padres, los mártires y los santos».<br />
<br />
Gregory Amarante, EX líder de una «Iglesia Bíblica Independiente»<br />
De niño fue católico, pero a los 15 años se alejó y se convirtió en protestante evangélico, hasta ser parte del equipo de líderes de su secta.<br />
«Hace unos años regresé a mi ciudad natal en Danville, Pennsylvania, completamente adoctrinado en la teología protestante evangélica. Comencé a trabajar para un hombre que era un católico devoto. Como a menudo almorzábamos juntos, lo traté de convertir. Durante estos debates, mi amigo católico me llevó a los Padres de la Iglesia primitiva y comencé a leer escritos cristianos de los primeros siglos. ¡Y descubrí que estos Padres eran católicos! Estaba fuera de mí. Había tantas cosas que yo había asumido acerca de la Iglesia primitiva..., pero todo se vino abajo con cada frase que iba leyendo. Hecho un torrente de lágrimas, comencé mi retorno a la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica».<br />
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Douuglas Bogart, Ex-misionero evangélico en Guatemala<br />
«Mi sueño era ser misionero, y en mi Iglesia evangélica de Phoenix, Arizona, me dieron la oportunidad de serlo con mi esposa. Sin embargo, con el tiempo, sin darme cuenta, Dios me fue guiando hacia su Iglesia. Leí muchos libros de teología, de historia, y de testimonios. Estudié el Catecismo con la Biblia. Leí los escritos de los Padres de la Iglesia y descubrí que la Iglesia primitiva era mucho más católica que protestante. Terminé aceptando la verdad y ahora soy católico».<br />
Steve Wood, ex pastor de una «Iglesia interdenominacional»<br />
Estuvo sirviendo también en la «Iglesia Evangélica ‘El Calvario’», mientras hacía estudios en un instituto de la secta «Asambleas de Dios». Steve dice: «Estudiando cómo era la Iglesia primitiva, me daba cuenta de que se parecía a la Iglesia católica. Entre más estudiaba a los primeros Padres de la Iglesia y escudriñaba la Biblia, más confusión había en mí. Para empeorar la situación, me enteré de que dos de mis compañeros más inteligentes y más anti-católicos del seminario evangélico también estaban pensando en hacerse católicos. Un día, cuando estaba predicando en mi congregación, sentí que el Señor me decía: ‘Ahora o nunca’. Si en medio de todos yo daba un paso de fe y reconocía la Verdad, perdería mi trabajo como pastor, no podría sostener a mi familia. Había invertido 20 años preparándome para ser un ministro protestante, y Dios me decía: ‘¡Hazlo, ahora!’. Y lo hice. Pedí disculpas a mi congregación reunida. Los ‘ancianos’ líderes me hostigaron. Yo les dije que ya no podía seguir engañándome a mí mismo. Mi peregrinar hacia la Iglesia que Cristo fundó, la católica, ya había iniciado.<br />
Tomado de Family Life CenterJesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-89336491431553276282011-02-14T23:01:00.000-06:002011-02-14T23:01:02.296-06:00EL FIN DEL MUNCO,JUICIO FINAL Y PURGATORIOFin del mundo, juicio final y el purgatorio<br />
¿Cuándo será el fin del mundo? ¿De qué se nos juzgará? ¿Si hay purgatorio, no sobra el infierno?<br />
Autor: Ignacio Juez | Fuente: www.ideasrapidas.org<br />
<br />
EL FIN DEL MUNDO<br />
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1. ¿Cuándo será el fin del mundo? No se sabe con certeza. Sólo se conocen algunas señales no muy claras que anticipan el final:<br />
<br />
o Se predicará el evangelio en todo el mundo. (Pero se ignora hasta qué punto).<br />
o Habrá una dura prueba para la Iglesia. (Siempre las ha habido, pero esta vez será especialmente grave).<br />
o Habrá caos en la naturaleza.<br />
<br />
2. ¿Qué sucederá al fin del mundo? Se conocen varias cosas que sucederán:<br />
<br />
o Tendrá lugar la ruina del mundo actual que dará paso a un mundo nuevo.<br />
o Los cuerpos resucitarán para unirse de nuevo a sus almas (resurrección).<br />
o Jesucristo vendrá glorioso y tendrá lugar el juicio final.<br />
<br />
3. ¿Cómo se sabe que sucederán estas cosas? Sólo Dios conoce cuando y cómo sucederá el fin del mundo. Nosotros sabemos lo que el Señor manifestó a sus Apóstoles y figura en la Biblia.<br />
<br />
4. ¿Qué dice la Biblia? Hay varios textos que hablan del fin del mundo. Veamos unos ejemplos del evangelio de San Mateo (en San Marcos y San Lucas hay textos parecidos):<br />
<br />
- No se sabe cuando sucederá y llegará de improviso (Mt 24, 36-41).<br />
- "Se predicará este Evangelio del Reino en todo el mundo" (Mt 24, 14).<br />
- Tribulaciones para la Iglesia (Mt 24, 3-26).<br />
- Caos en la naturaleza (Mt 24, 29).<br />
- Resurrección de los cuerpos (Mt 22, 31; 1Cor 15, 35-54).<br />
- Vendrá Jesucristo glorioso y nos juzgará (Mt 25, 31-46).<br />
5. ¿Y la conversión de los judíos? En Rom 11, 26-27 se habla de que llegará un momento futuro en que "todo Israel se salve", pero esta afirmación no va unida al fin del mundo. La conversión tendrá lugar, pero el fin de mundo puede ser muy posterior.<br />
<br />
EL JUICIO PARTICULAR Y FINAL<br />
<br />
1. ¿Qué es el juicio particular? Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular, donde cada alma recibe el premio o castigo que sus obras merecen. Y se dirige al cielo o al infierno. O tal vez al purgatorio por un tiempo.<br />
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2. ¿De qué se nos juzgará? Dios nuestro Señor nos juzgará sobre:<br />
<br />
o Las cosas buenas que hemos hecho, incluidos los buenos deseos.<br />
o Las cosas buenas que hemos dejado de hacer (omisiones).<br />
o Las cosas malas que hayamos hecho, incluidos los malos pensamientos.<br />
o Las consecuencias de nuestros actos.<br />
<br />
3. ¿Cuál será el criterio de medición? En su juicio, el Señor con su sabiduría infinita medirá nuestras acciones según se adaptaron a la voluntad divina, teniendo en cuenta los dones que cada uno ha recibido.<br />
<br />
4. ¿Cómo será el juicio particular? Sobre esto se sabe muy poco. Puede ser algo así: tras la muerte, el alma aún no ve a Dios, pero se encuentra con la majestad divina, su amor, justicia y misericordia. Entonces hay tres reacciones posibles:<br />
<br />
o Si alguien muere sin haberse arrepentido de sus pecados graves, es incapaz de aceptar el amor divino y queda condenado al infierno para siempre.<br />
o Cuando uno muere en gracia, pero sin haber hecho la penitencia que sus pecados reclamaban, siente la llamada del amor divino y la acepta para siempre, pero ve la necesidad de purificarse antes de poder ver a Dios, y se dirige temporalmente al purgatorio. Esto sucede con la mayoría de la gente.<br />
o Algunas personas muy santas son llevadas directamente a la visión de Dios para siempre.<br />
<br />
5. ¿Qué es el juicio final? Al llegar el fin del mundo, los cuerpos resucitarán (resurrección) unidos a sus almas para recibir conjuntamente el mismo premio o castigo que ya el alma había asumido.<br />
<br />
6. ¿Por qué conviene que haya un juicio final?; ¿no basta con el particular? La sentencia es la misma, pero conviene un juicio final para que las sentencias sean públicas, se aprecie la justicia divina, y aumente la gloria de Dios.<br />
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7. ¿En el juicio final se sabrá todo? En el juicio final saldrán a la luz pública las obras buenas y malas de cada persona con sus consecuencias. Incluidas las omisiones u obras buenas que se dejaron de hacer.<br />
<br />
EL PURGATORIO<br />
<br />
1. ¿Qué es el purgatorio? Se llama purgatorio al destino intermedio de sufrimiento de quienes mueren en gracia de Dios pero sin haber purificado del todo sus pecados. Es la situación de dolor necesaria para limpiar por completo el alma y así entrar dignamente en el cielo.<br />
<br />
2. ¿Es conveniente el purgatorio? En el cielo no se puede entrar con restos de pecados porque se pasaría una vergüenza insoportable. Sin embargo, Dios nuestro Señor no quiso enviar a esas personas al infierno e inventa el purgatorio como modo de purificación previo al cielo para quienes mueren en gracia.<br />
<br />
3. ¿Si hay purgatorio, no sobra el infierno? El pecado mortal causa una ruptura tan grande con Dios que impide el arrepentimiento después de la muerte. Al faltar el arrepentimiento no cabe el deseo de purificación imprescindible en el purgatorio.<br />
<br />
4. ¿Qué sufrimientos hay en el purgatorio? Los sufrimientos del purgatorio son temporales y suelen agruparse en dos:<br />
<br />
o Pena de daño.- Es la más dolorosa. Consiste en la privación temporal de la visión de Dios.<br />
o Pena de sentido.- Con este nombre se reúnen diversos sufrimientos que también suelen expresarse mencionando un fuego especial (1 Cor 3, 15). Respecto a su grado de dolor se dice que la pena más grande de esta vida es inferior a la pena más pequeña del purgatorio; los dolores del purgatorio son de una intensidad superior a los de esta vida.<br />
<br />
5. ¿Es conveniente rezar por los difuntos? Es importante rezar por las almas del purgatorio para conseguir que vayan pronto al cielo (2 Mac 12, 46). Ellas son las personas que más sufren, y nuestras oraciones son una gran obra de caridad. Además, nos lo agradecerán mucho pues es inmenso el favor que les hacemos.<br />
<br />
6. ¿Cómo evitarse el purgatorio y entrar directamente al cielo? Algunos consejos que suelen darse son:<br />
<br />
o Evitar los pecados con firmeza, para no tener que purificarlos. Confesarse frecuentemente, fomentando el arrepentimiento y el dolor de los pecados para que la confesión sea más eficaz.<br />
o Llevar una vida sacrificada ofreciendo esos dolores a Dios como penitencia purificadora. Esto da mayor sentido al dolor.<br />
o Procurar ganar indulgencias. Sobre todo indulgencias plenarias. Pues cada indulgencia plenaria purifica el alma completamente.<br />
o Procurar acercar a otros a Dios. Dios nuestro Señor premia el apostolado con gracias abundantes que mejoran el alma.<br />
<br />
7. ¿Cómo aparece el purgatorio en la Biblia? La palabra purgatorio no aparece en la Biblia. En cambio, sí está presente el concepto, la idea, de dos maneras:<br />
<br />
a) Cuando en la Biblia se recomienda orar por los difuntos. Esta oración no tiene sentido si ya están en el cielo o en el infierno.<br />
b) Cuando la Biblia menciona pecados que se perdonarán en la otra vida. Es decir habrá otra situación donde se perdonan pecados, y por tanto no es el infierno ni el cielo, que son estados eternos.<br />
<br />
Veamos unos textos bíblicos:<br />
o 2 Mac 12, 46: "hizo el sacrificio expiatorio por los difuntos, para que fueran perdonados sus pecados".<br />
o Mt 12, 32: "al que hable contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero".<br />
o 1 Cor 3, 15: "él se salvará, pero como a través del fuego".<br />
<br />
8.¿Más información sobre el purgatorio? Los santos Padres de la antigüedad son unánimes en el tema del purgatorio y en su recomendación de rezar por los difuntos. En concreto, la costumbre de orar por ellos en la misa es antiquísima (al menos desde el s. II-III).<br />
<br />
El catecismo de la iglesia católica habla del purgatorio en los nn 1030-1032, 1472.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-83352199884074532352011-02-03T23:14:00.000-06:002011-02-03T23:14:31.810-06:00Y TU SIGUES EN LA TIBIEZA ??Contra la tibieza, Eucaristía<br />
Porque la tibieza lleva al alma a la rutina, a la indiferencia, a la frialdad, al apartamiento de las cosas de Dios.<br />
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net<br />
<br />
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Nos asusta el avance del ateísmo y de la indiferencia religiosa en el mundo. Pero nos debería asustar igual o más ver cómo la tibieza anida en tantos corazones cristianos.<br />
<br />
Porque la tibieza lleva al alma a la rutina, a la indiferencia, a la frialdad, al apartamiento de las cosas de Dios.<br />
<br />
Porque la tibieza arruina a los jóvenes, los acerca al pecado, los aleja de los sacramentos, los empequeñece en su formación católica.<br />
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Porque la tibieza lleva a los esposos a descuidar los gestos de cariño, a no rezar en la mañana o en la noche, a no ir a misa los domingos, a no confesarse más que una vez al año (o incluso más tarde), a usar anticonceptivos con excusas vanas y contra lo que enseña la Iglesia, a no tener aquellos hijos que podrían recibir amorosamente como regalo de Dios.<br />
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Porque la tibieza lleva a los trabajadores al mínimo esfuerzo, a pequeñas trampas y robos “insignificantes”, a la mentira, a crearse certificados falsos para no ir a la oficina, a arrojar palabras de crítica para que otro “baje” y uno pueda ascender.<br />
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Porque la tibieza lleva a los mismos consagrados, a los religiosos, a los sacerdotes, a pensar más en sí mismos que en las almas que tienen encomendadas, a buscar el menor esfuerzo, a rehuir los trabajos difíciles, a evitarse problemas y “enemigos” al precio de no enseñar a los hombres la belleza y la exigencia del Evangelio.<br />
<br />
Pero la tibieza se rompe si nos acercamos al fuego, si dejamos a Dios el primer lugar en la propia vida, si tomamos la Palabra divina y la aplicamos en serio, si estudiamos (para vivirlas) las enseñanzas de la Iglesia.<br />
<br />
La tibieza queda herida de muerte, sobre todo, si nos acercamos a la Eucaristía. Si hacemos de la Misa dominical el centro de toda la semana. Si buscamos momentos para visitar, en una iglesia, a Jesucristo presente en el Tabernáculo.<br />
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La tibieza retrocede, incluso se apaga, ante la compañía del Cordero, que da su Cuerpo, que da su Sangre, que lava, que cura, que anima, que corrige, que enseña, que susurra al corazón palabras llenas de Amor pleno.<br />
<br />
Valen, para romper el cerco de la tibieza, las palabras sinceras y exigentes que Dios dirigió a la Iglesia de Laodicea:<br />
<br />
“Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.<br />
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Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.<br />
<br />
Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista.<br />
<br />
Yo, a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.<br />
<br />
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 3,15-22).Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-48190072978362548832011-01-31T20:32:00.000-06:002011-01-31T20:33:24.971-06:00EL ESPIRITU DE SACRIFICIOESPIRITU DE SACRIFICIO<br />(Fuennte: Catholic.net)<br /><br /><br />El espíritu de sacrificio es la virtud que nos “predispone a sujetar nuestras pasiones y voluntad en aras de un bien superior” (1)<br /><br />El espíritu de sacrificio nos lleva a “rigorear” al cuerpo impidiendo darle satisfacción en todo a los sentidos hasta que nos permita elevarnos hacia la sed de infinito que todos llevamos dentro. Debemos sacarnos el “lastre” que implica nuestra naturaleza caída para ponernos de pie como personas. Su objetivo es lograr el señorío del espíritu sobre sí mismo, del espíritu sobre la materia.<br /><br />La vida espiritual es superior a la vida material, de ahí que debamos someter y hacer callar al cuerpo hasta que se someta y sea dócil en llevarnos a una instancia superior de vida, y no nos esté tirando siempre hacia abajo. El sacrificio es importante si nos conduce al amor al prójimo o a nuestra santificación. En sí y de sí mismo no es nada. San Pablo nos dice: “Si entrego todo lo que poseo, y si doy mi cuerpo de modo que pueda jactarme, pero no tengo amor, no tengo nada”. Lo que importa es el espíritu y el objetivo con que hacemos el sacrificio. No es lo mismo ayunar en Cuaresma porque lo manda la Iglesia, que para que nos entre el pantalón que nos gusta. No es lo mismo callarnos cuando tenemos ganas de contestar a un comentario hiriente para no generar tensiones que porque no nos importa. No es lo mismo levantarnos de noche para controlar si al bebe enfermo le subió la fiebre que hacerlo porque estábamos desvelados y nos pusimos a ver televisión.<br /><br />El espíritu de sacrificio es la ley del mayor esfuerzo. El que nos lleva a elegir la mejor opción, la que dará mejores resultados aunque nos cueste más. Un ejemplo claro es la hora de levantarse de la cama. Casi todas las personas tenemos la experiencia de lo que significa dejarse llevar por la pereza y los más jóvenes de manera más viva. Si al sonar el despertador uno se levanta, va creando un hábito de vencerse que hace que después resulte más fácil hacerlo.<br /><br />El sacrificio fortalece el espíritu. El saber decir y decirse a pequeños placeres (como levantarnos cuando entra alguno de mayor jerarquía y saludarlos en vez de quedarnos cómodamente tirados en el sofá, negarnos a un segundo helado, a la tercera milanesa, al décimo cigarrillo de la mañana, a comprarnos la segunda revista (que nada nos deja aunque podamos hacerlo) a la larga y aún a la corta nos fortalecerá. La persona con espíritu de sacrificio después será capaz de renunciar a algo que le guste (pero que no le conviene), como dejar de fumar, mantener el buen humor aunque tenga frío, trabajar cuando esté cansado, no contestar cuando quiera, saber detenerse en la bebida, controlar sus gastos para generar cierto ahorro que le dará seguridad a la familia, privarse de cambiar el auto en aras de una prioridad familiar o estudiar de noche para terminar los estudios que no ha finalizado. Logrará que en su accionar prime la voluntad y la racionalidad.<br /><br />El espíritu de sacrificio debiera generar un estilo de vida de pequeñas pero múltiples renuncias en gustos, ataduras, compromisos por un bien superior. En cada decisión diaria a tomar siempre tendremos que elegir entre la puerta ancha y la puerta angosta. La persona con espíritu de sacrificio sabrá elegir lo que sea bueno y mejor no lo más cómodo y lo más fácil, lo que le genere menos esfuerzo.<br /><br />Elegirá estudiar con el mejor alumno que sabe que le exigirá llegar temprano y siempre a horario. No lo detendrá para trasladarse de un lado al otro de la ciudad el medio de transporte si persigue un objetivo bueno como es escuchar a alguien que sabe. Cumplirá aunque llueva o truene con sus obligaciones. Dirá “sí” a visitar un enfermo, (aunque no tenga ganas y prefiera quedarse mirando el partido). Lavará todos los platos para dejar la cocina impecable antes de irse a dormir aunque esté muy cansada. Dirá “sí” también a actos espiritualmente superiores como rezar, leer el Evangelio (aunque le parezca que no le sirve). Eso finalmente creará un espacio en el corazón de la persona para que Dios more ahí. La intención de rezar al menos con jaculatorias es para el alma lo que la leña es al fuego, la mantiene viva, la hace arder, impide que se apague...Y cuando Dios mora en el corazón de una persona lo impulsa a buscar el bien ajeno y aún el propio. Quien no tenga espíritu de sacrificio será incapaz aún de hacer lo que quiera. Los vicios decidirán por él. Hará lo que tiene “ganas” pero las “ganas” no son lo mismo que la libertad. Será incapaz, por ejemplo, de ayunar, de ahorrar, de privarse de ver la novia todos los días y entonces elegirá un trabajo que se lo permita, de romper un noviazgo o una relación que sabe sin futuro, de pasar frío o calor.<br /><br />El espíritu de sacrificio no es ni significa siempre solamente “aguantar”. No es sufrir un peso o llevar una carga a través de la vida como un burro de tiro. Hay cosas que no debo aguantar, y aguantarlas no implica espíritu de sacrificio, sino tal vez: debilidad, inseguridad, falta de prudencia, evitar lícitos enfrentamientos donde debo contrariar (aunque me acarreen problemas). Un padre de familia que no pueda mantener a los suyos porque tiene muchos hijos ya mayores, no es lícito ni bueno que soporte solo el peso y la carga económica sin exigirles a sus hijos que colaboren en la medida en que puedan. Esto no sería espíritu de sacrificio. Sería sobrellevar una carga indebida y desproporcionada que altera y deforma su responsabilidad de educador. El espíritu de sacrificio, para que sea virtud, siempre es en aras de un bien mayor. En ese caso acostumbrar a los hijos en capacidad de sostenerse a vivir sobre el esfuerzo desproporcionado de las espaldas de un padre no es formar en la virtud.<br /><br />Decirle que sí a un hijo que quiere reunirse con sus amigos en casa (aunque me implique trabajo y un esfuerzo extra) es tener espíritu de sacrificio (sacrifico mi comodidad de estar tranquila). Pero decirle que sí a todos sus caprichos y aguantárselos es abdicar de mi responsabilidad de padre o madre. Todos deberemos sacrificarnos para lograr algo en la vida. Debemos educar enseñando a sacrificarse, a privarse, a sacar partido del tiempo y de los talentos dados, vencer nuestros defectos e incorporar virtudes. La vida cristiana exige colocar a Jesús en el centro de nuestros deseos. Esto no se puede sin sacrificio.<br /><br />Muchas veces después, a través de los años le pediremos a Dios que nos quite nuestros malos hábitos, y El tal vez nos responderá: “No. Esa es responsabilidad tuya, no mía.”. Le pediremos que sane a nuestro hijo paralítico y El tal vez nos responderá:<br />“No. Su espíritu es sano, su cuerpo es sólo temporal.”.<br />Le pediremos felicidad y El tal vez nos responderá: “No. Te doy gracias, bendiciones y te muestro el camino, la felicidad depende de ti”.<br />Le pediremos que nos quite las tribulaciones y tal vez Él nos contestará:<br />“No. Ellas fortalecen tu espíritu”.<br />Le pediremos que nos quite el dolor físico o espiritual tan agudo que sentimos y El tal vez nos responderá: “No. El dolor te aleja de los placeres mundanos y te acerca más a Mí”.<br />Le pediremos que nos otorgue lo que queremos sin sufrir, y El tal vez nos contestará: “No. Yo te podaré para que seas fructífero”.<br />Le pediremos que salve de la muerte a nuestro ser querido y muchas veces tal vez Él nos contestará: “No. El te ligará con el cielo, la vida eterna y el mundo sobrenatural”.<br />Le pediremos muchas cosas para gozar de la vida y Él seguramente nos contestará:” No. Yo te daré la Vida para que puedas disfrutar de todas las cosas”...<br /><br />Aprender a decir “no” a nuestras ataduras, opiniones, gustos, caprichos, para poder decir “sí” a Jesús en lo que nos pida a través de la vida y lograr el señorío propio de quienes somos, personas, creadas a imagen y semejanza de Dios.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-32842844093640302742010-08-04T22:20:00.001-05:002010-08-04T22:20:59.606-05:00EL ENEMIGO EN CASAAutor: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net <br />Sentimos dolor, rabia, ante tantos ataques a Cristo, a la Iglesia, al Papa, a los católicos. Vemos con pena profunda cómo “artistas” se burlan de la Cruz, cómo personajes de la vida pública dicen que los símbolos religiosos “sobran”, cómo se producen, aquí y allá, profanaciones de iglesias, ataques al Sacramento de la Eucaristía, destrucción de imágenes de la Virgen.<br /><br />Vemos, tocamos, la acción de enemigos rabiosos que muestran su desprecio hacia la fe católica en la televisión, el cine, la radio, la prensa, la literatura, el internet. Pero a veces no nos damos cuenta de un enemigo interior, que entra en los hogares, que anida en los corazones, que destruye, poco a poco, el tesoro de la gracia en nuestras vidas.<br /><br />Muchas veces el enemigo está dentro. Porque el peor daño que hacemos a nuestra Iglesia nace precisamente de la apatía, de la tibieza, de la incoherencia, de la cobardía, de la mundanidad en la que viven (vivimos, hemos de decirlo con pena) muchos católicos.<br /><br />El enemigo está dentro cuando en la familia los padres no van a misa. Seguramente llevarán a los niños al catecismo, prepararán la fiesta de la primera comunión. Pero luego, ¿qué ejemplo dejan a los hijos sobre la importancia de la misa? ¿Qué hacen para que cada domingo los pequeños puedan ir a misa precisamente con sus padres, con quienes desean lo mejor para los hijos?<br /><br />El enemigo está dentro cuando la televisión es vista por todos y en todo momento, sin una sana disciplina, sin una vigilancia atenta, sin un deseo sincero por evitar cualquier programa que denigre al hombre o a la mujer, o que fomente la violencia, la avaricia, el odio, la soberbia, la lujuria, la pereza, la vanidad.<br /><br />El enemigo está dentro cuando lo que más importa es la manera de ganar dinero, de divertirse el fin de semana, de buscar el último grito de la técnica, mientras todo son quejas cuando experimentamos las estrecheces de la vida. ¿No olvidamos, entonces, la invitación de Cristo a desapegarnos de las riquezas, a confiar en la Providencia de un Padre que nos ama, a compartir nuestros bienes con los pobres, a vivir con los ojos en el cielo?<br /><br />El enemigo está dentro cuando la castidad ha dejado de ser un valor, cuando los esposos no respetan la doctrina católica que prohíbe el uso de anticonceptivos, cuando no hay confianza a la hora de abrirse al don de un nuevo hijo que nace desde el amor conyugal que acoge el amor divino; cuando en la familia se llega a recomendar a los hijos que usen el preservativo o los anticonceptivos en vez de pedirles con una firmeza llena de cariño que cuiden el tesoro de la pureza, sin la cual es imposible ver a Dios.<br /><br />El enemigo está dentro cuando pisoteamos una y mil veces la fama de nuestros hermanos; cuando criticamos al familiar, al vecino o al compañero de trabajo; cuando no sabemos tender la mano para acoger a quien nos ha ofendido; cuando no somos capaces de pedir perdón por tantas veces en las que herimos al otro con nuestra lengua asesina; cuando no somos capaces de dejar el propio programa personal para visitar a un familiar enfermo o para consolar a quien necesita una palabra de aliento.<br /><br />El enemigo está dentro cuando hemos olvidado el consejo de Cristo: “Velad y orad, para que no caigáis en tentación” (Mt 26,41); cuando tenemos más confianza en una revista “light” donde se aconseja un poco de todo que en el Evangelio; cuando no nos agarramos a Dios a la hora de afrontar un momento difícil; cuando no tenemos humildad para reconocer nuestro pecado y no sabemos acudir a la misericordia divina en el Sacramento de la confesión.<br /><br />El enemigo está dentro cuando nos hemos acomodado al mundo presente y ya no somos capaces de practicar la abnegación cristiana (cf. Rm 12,1-2); cuando no vivimos la humildad, sino que buscamos el aplauso de los hombres y el engreimiento de la propia satisfacción egoísta; cuando no controlamos la avaricia y ponemos nuestra confianza en la salud o en las riquezas; cuando no sabemos decir un “no” firme y claro a una propuesta deshonesta por ese maldito respeto humano que destruye tantas conciencias; cuando no estamos dispuestos a perder la vida con tal de seguir unidos al único que nos puede dar la Vida verdadera: Jesucristo.<br /><br />Nos deben doler mucho los ataques de fuera. Incluso hemos de saber responder, en la medida de las propias posibilidades, a quienes desean borrar el nombre de Cristo en nuestras sociedades. Pero sobre todo hemos de reaccionar ante ese enemigo de dentro, que nos carcome, que nos ahoga, que mata la vida de Dios en nuestras almas.<br /><br />No podemos dejar que ese enemigo interior nos robe el tesoro más grande, más importante, más profundo que hemos recibido: la acción salvadora de Cristo. Cada momento nos ofrece su perdón, su amistad, su paz, y nos conduce, poco a poco, al encuentro con un Padre que nos ama eternamente.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-76834982733770164142010-07-31T13:59:00.000-05:002010-07-31T14:00:26.749-05:00LA VERDAD ROBADA DE DIOSLa verdad robada sobre Dios ¿Existe Dios? Su existencia ¿es una cuestión religiosa o científica? ¿Puede uno ser un profesional y creer en Dios? <br /><br />Autor: R.P. Miguel Ángel Fuentes, IVE | Fuente: Del libro "Las Verdades Robadas"<br /><br />La existencia de un Dios personal<br />¿Existe Dios? Su existencia ¿es una cuestión religiosa o científica? ¿Puede uno ser un profesional y creer en Dios? Para muchos el contacto con el mundo científico (falsamente científico, se entiende) es la puerta por la que entran al mundo del ateísmo, o al menos del agnosticismo. He escuchado varias veces la frase “yo me declaro agnóstico”, en boca de personas famosas; probablemente ignoran que tal afirmación equivale a declararse manco o ciego o impotente en el plano intelectual. El conocimiento de Dios es ciertamente una cuestión religiosa, si se entiende por “cuestión religiosa” un problema de fe; pero también es una cuestión científica, pues la filosofía es una ciencia, y nuestra inteligencia, filosofando llega a esta gran verdad.<br /><br />Para que entendamos los alcances de este tema dejemos sentado lo que enseña la Iglesia sobre Dios. La enseñanza sobre Dios que nos da la Iglesia es una enseñanza teológica, es decir, está compuesta por verdades sobre Dios que la Iglesia sostiene como reveladas (ya sea porque están contenidas en la Sagrada Escritura, o bien reveladas en la tradición y han sido definidas como tales por el magisterio de la Iglesia), y contiene también verdades a las que nuestra inteligencia puede acceder a partir de sus fuerzas naturales. Conocemos de Dios no sólo su existencia sino sus atributos o cualidades, su esencia íntima (es un solo Dios en tres Personas distintas, es decir es Trinidad), conocemos su plan de salvación sobre los hombres (revelado en la Sagrada Escritura, particularmente en el Nuevo Testamento).<br /><br />Científicamente algunas de estas verdades no son alcanzables pues sobrepasan la capacidad de nuestro intelecto; estas verdades superiores a nuestra potencia natural son denominadas “misterios intrínsecamente sobrenaturales”, y como tales sólo pueden ser conocidos por Dios y por aquel a quien Dios quiera manifestarlos (= revelarlos o des-velarlos). Tal es el caso del misterio de la Trinidad, del pecado original, de la Encarnación de Dios (Jesucristo) y su obra salvadora. La ciencia no puede alcanzarlas con su propio método, pues éste parte de las cosas naturales y se eleva al conocimiento de las causas por métodos naturales y con la fuerza que le da la sola razón humana natural. Pero estrictamente hablando la ciencia tampoco puede refutarlas ni contradecirlas puesto que precisamente por definición escapan a su campo. Un ciego no puede ver los colores, pero tampoco puede decir que no haya colores, ni que lo que yo veo blanco es verde, puesto que no tiene capacidad para captarlos; escapa a su facultad; un sordo no puede oír los sonidos, pero tampoco puede decir que una orquesta está desafinada, pues el mundo de los sonidos es desconocido para él. La ciencia, por tanto, deja de ser ciencia si se mete en un campo que no es el suyo. De este modo un científico no tiene autoridad para hablar de lo que no es su competencia; el ser matemático o biólogo no lo autoriza a hablar de lo que su ciencia matemática o biológica no le enseña ni de aquello para lo que no lo capacita; al igual que un astrónomo sordo no puede opinar sobre sinfonías por más que sea el mejor de los astrónomos. Creo que esto debe quedar claro para deslindar competencias, pues muchos de los problemas planteados contra la fe son empuñados por personas que no tienen fe y, lo que es realmente grave, a partir de disciplinas que nada tienen que ver con la fe (es decir, con el plano del misterio sobrenatural).<br />De todos modos, nosotros no hablaremos propiamente aquí de ese mundo intrínsecamente sobrenatural, sino del orden natural y de aquello que está a nuestro alcance intelectual. Igualmente a esto se aplica lo dicho en el parágrafo anterior: el problema de la existencia de Dios es una verdad natural pero metafísica o filosófica; por tanto sigue habiendo una indebida invasión de terreno cuando las objeciones contra (o negaciones de) una verdad filosófica provienen no ya de la filosofía sino de una ciencia puramente experimental (o sea que no llega al plano filosófico). Un médico puede hablar con autoridad de enfermedades y objetar tal o cual tratamiento terapéutico, pero no puede, en cuanto médico discutir sobre la esencia de las cosas, pues la medicina lo deja ciego, sordo y mudo para este mundo. Lo mismo se diga del matemático, del astrónomo, del biólogo y de los demás científicos (para abordar estos temas tendrán que ser también filósofos). Lamentablemente, la mayoría de las oposiciones a verdades estrictamente filosóficas provienen de campos infra y extra filosóficos. ¡Y les damos cabida!<br /><br />“El problema de Dios, ha escrito Cornelio Fabro, uno de los filósofos más eminentes del siglo XX, es el interrogante primero y último del hombre porque busca el Primer Principio sea del ser como del no ser; por eso se puede decir por su centralidad que es el problema esencial del hombre esencial y por su universalidad es el problema del hombre común” .<br /><br />El problema de Dios (de si Dios existe o no) es el más universal de los problemas; al punto tal que todo hombre se lo plantea, ya de viejo o en su juventud, sea poeta, soldado, artesano, campesino o filósofo, sea hombre o mujer. Y se declare como se declare: ateo, agnóstico o creyente; pues el ateo es quien ante tal planteo se extravió hasta la negación de Dios; el agnóstico desistió en su camino y el creyente llegó a puerto. No es un viaje fácil, según dicen los filósofos y los teólogos; el mismo Santo Tomás dice que algunos no han podido dedicarse a este estudio por su complexión defectuosa, otros por tener ocupaciones familiares absorbentes, y otros, en fin, por pereza; e incluso los que se dedican a la filosofía sólo con esfuerzo llegan a estas alturas del conocimiento de Dios, en particular cuando las pasiones los enceguecen, de aquí la gran misericordia de Dios, al facilitarnos su conocimiento por medio de su propia revelación . Pero a pesar de todas las dificultades, esta es la aventura más emocionante en la que podamos embarcarnos.<br /><br />Los filósofos de todos los tiempos han intentado llegar a la demostración de la existencia de Dios. De ahí tantas pruebas distintas. El P. Cornelio Fabro, en su obra “Le prove dell’esistenza di Dio” (Las pruebas de la existencia de Dios), analiza las pruebas dadas por filósofos de la antigüedad, como Sócrates, Platón, Aristóteles, Cleantes, Filón, Plotino, Proclo, etc., por los primeros pensadores cristianos como Orígenes, Gregorio de Nissa, Agustín, Boecio, Juan Damasceno, etc.; filósofos árabes y judíos como Alfarabí, Avicebrón, Avicena, Algazel, Averroes, Maimonides; filósofos y teólogos medievales como Buenaventura, Tomás de Aquino, Juan Duns Escoto, Ockam, Dante Alighieri, Nicolás de Cusa; y pensadores modernos como Descartes, Pascal, Locke, Leibniz, Vico, Wolff, Kant, Hegel, Rosmini, Newman, Kierkegaard, etc. Como vemos es un argumento que ha interesado a muchos; y desde los más diversos campos han llegado a Dios, con pruebas más o menos serias, más o menos probatorias. En algunos casos, con argumentos que, por partir de principios falsos, podían terminar al revés, en la negación de Dios.<br /><br />Podemos reducir las pruebas (o vías, como las llama la tradición filosófica) a dos categorías: las cinco vías tomistas y “las demás”. En rigor científico las vías realmente probatorias son las cinco vías usadas por Santo Tomás; las otras pueden darnos una aproximación a la verdad de la existencia de Dios, pero por sí solas son insuficientes.<br /><br />1. Las “otras” pruebas (argumentaciones secundarias)<br /><br />Hay pruebas que nos “ponen en la pista” de la existencia de Dios. Rigurosamente no son plenamente demostrativas, pero ya abren nuestra inteligencia y la encaminan a esta gran verdad.<br /><br />a) Por la existencia del hombre, inteligente y libre<br /><br />Se puede demostrar particularmente la existencia de Dios por la existencia del hombre, inteligente y libre, pues no hay efecto sin una causa capaz de producirlo.<br />Un ser que piensa, reflexiona, raciocina y quiere, no puede provenir sino de una causa inteligente y creadora; y como esa causa inteligente y creadora es Dios, se sigue que la existencia del hombre demuestra la existencia de Dios.<br />Es un hecho indubitable que no he existido siempre, que los años y días de mi vida pueden contarse; si, pues, he comenzado a existir en un momento dado, ¿quién me ha dado la vida?<br />1º No he sido yo mismo. Antes de existir, yo nada era, no tenía ser; y lo que no existe, no produce nada.<br />2º No fueron sólo mis padres. El verdadero autor de una obra puede repararla cuando se deteriora, o rehacerla cuando se destruye. Ahora bien, mis padres no pueden sanarme cuando estoy enfermo con una dolencia grave, ni resucitarme después de muerto. Si solamente mis padres fuesen los autores de mi vida, ¿por qué no pueden hacerme perfecto?¿Qué padre, qué madre, no trataría de hacer a sus hijos perfectos? Además, mi alma es simple y espiritual, no puede proceder de mis padres: no de su cuerpo, pues entonces sería material; no de su alma, porque el alma es indivisible; ni de su poder creador, pues ningún ser creado puede crear.<br />3º No puedo deber mi existencia a ningún ser visible de la creación. Porque, en cuanto dotado de entendimiento y voluntad soy superior a todos los seres irracionales.<br />Si no soy fruto de mí mismo, ni de mis padres, ni de ningún otro ser creado, sólo explica mi existencia un Espíritu creador que sea Increado. Alguien que haya podido sacar mi alma de la nada, es decir, crearla. Y como un ser que reúna estas cualidades (espíritu, increado y creador) es lo que todos llaman Dios, entonces mi existencia y mi naturaleza postulan la existencia de Dios.<br /><br />b) Por la existencia de la ley moral<br /><br />También probaría la existencia de Dios el hecho de la ley moral. Existe, en efecto, una ley moral, absoluta, universal, inmutable, que manda hacer el bien, prohíbe el mal y domina en la conciencia de todos los hombres (hablaré de esta ley en un capítulo especial). El que obedece esta ley, siente la satisfacción del deber cumplido; el que la desobedece, es víctima del remordimiento.<br />Ahora bien, como no hay efecto sin causa, ni ley sin legislador, esa ley moral exige la existencia de un autor, el cual es Dios. Luego por la existencia de la ley moral llegamos a deducir la existencia de Dios.<br />Él es el Legislador supremo que nos impone el deber ineludible de practicar el bien y evitar el mal; el testigo de todas nuestras acciones; el juez inapelable que premia o castiga, con la tranquilidad o los remordimientos de conciencia.<br />Nuestra conciencia nos enseña: 1º, que entre el bien y el mal existe una diferencia esencial; 2º, que debemos practicar el bien y evitar el mal; 3º, que todo acto malo merece castigo, y toda obra buena es digna de premio.<br />Por eso nuestra conciencia se alegra y se aprueba a sí misma cuando procede bien, y se reprueba y condena cuando obra mal. Por tanto, existe en nosotros una ley moral, naturalmente impresa y grabada en nuestra conciencia.<br />¿Cuál es el origen de esa ley? Evidentemente debe haber un legislador que la haya promulgado, así como no hay efecto sin causa. Esa ley moral es inmutable en sus principios, independiente de nuestra voluntad, obligatoria para todo hombre, y no puede tener otro autor que un ser soberano y supremo, que no es otro que Dios.<br />Además de lo dicho, se ha de tener presente que si no existe legislador, la ley moral no puede tener sanción alguna; puede ser quebrantada impunemente. Luego una de dos: o es Dios el autor de esa ley, y entonces existe; o la ley moral es una quimera, y en ese caso no existiría diferencia entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio, la justicia y la iniquidad, y la sociedad sería imposible. El sentimiento íntimo manifiesta a todo hombre la existencia de Dios. Por natural instinto, principalmente en los momentos de ansiedad o de peligro, se nos escapa este grito: ¡Dios mío!... Es el grito de la naturaleza. “El más popular de todos los seres es Dios –dijo Lacordaire: el pobre lo llama, el moribundo lo invoca, el pecador le teme, el hombre bueno le bendice. No hay lugar, momento, circunstancia, sentimiento, en que Dios no se halle y sea nombrado, La cólera cree no haber alcanzado su expresión suprema, sino después de haber maldecido este Nombre adorable; y la blasfemia es asimismo el homenaje de una fe que se rebela al olvidarse de sí misma”. Nadie blasfema de lo que no existe. La rabia de los impíos, como las bendiciones de los buenos, testimonia la existencia de Dios.<br /><br />c) Por la creencia universal del género humano<br /><br />Podemos llegar a la existencia de Dios también examinando el consentimiento de todos los pueblos sobre este punto. El argumento se puede exponer diciendo: todos los pueblos, cultos o bárbaros, en todas las regiones del mundo y en todos los tiempos, han admitido la existencia de un Ser supremo. Ahora bien, como es imposible que todos se hayan equivocado acerca de una verdad tan trascendental y tan contraria a las pasiones, debemos admitir con la humanidad entera que Dios existe.<br />Cuando hablamos de “todos los pueblos” debemos entender una totalidad “moral”; materialmente pueden encontrarse excepciones, individuales y tal vez incluso de tribus ateas o semi ateas (al menos lo podemos postular hipotéticamente; en el capítulo dedicado al fenómeno religioso veremos que muchos estudiosos niegan que haya pueblos enteros ateos). Pero cuando estas excepciones son realmente eso “excepciones” puede hablarse de cierta unanimidad moral.<br />Pues bien, es indudable que los pueblos se han equivocado acerca de la naturaleza de Dios; unos han adorado dioses de piedra, otros animales en lugar de Dios, y muchos a los astros (en particular al sol y a la luna); muchos han atribuido a sus ídolos cualidades buenas o malas, etc.; pero todos han reconocido la existencia de una divinidad a la que han tributado culto. Así lo demuestran los templos, los altares, los sacrificios, cuyos rastros se encuentran por doquier, tanto entre los pueblos antiguos como entre los modernos. El historiador Plutarco escribía en la antigüedad: “Echad una mirada sobre la superficie de la tierra y hallaréis ciudades sin murallas, sin letras, sin magistrados, pueblos sin casas, sin moneda; pero nadie ha visto jamás un pueblo sin Dios, sin sacerdotes, sin ritos, sin sacrificios”. Con razón decía un autor: “Yo he buscado el ateísmo o la falta de creencia en Dios entre las razas humanas, desde las más inferiores hasta las más elevadas. El ateísmo no existe en ninguna parte, y todos los pueblos de la tierra, los salvajes de América como los negros de África, creen en la existencia de Dios”.<br />Ahora bien, el consentimiento unánime de todos los hombres sobre un punto tan importante es necesariamente la expresión de la verdad. Porque no se puede explicar tal consentimiento por ninguna otra causa. No fueron los sacerdotes (paganos) quienes convencieron a los hombres de la existencia de Dios, pues más bien hay que decir que todo sacerdocio toma origen de una creencia anterior en la existencia de un Dios al que hay que rendir culto. No se puede explicar por las pasiones humanas, pues las pasiones tienden más bien a borrar la idea de Dios, que las contraría y condena. No puede explicarse por prejuicios, pues un prejuicio no se extiende a todos los tiempos, a todos los pueblos, a todos los hombres; pronto o tarde lo disipa la ciencia y el sentido común. No puede explicarse por la ignorancia, pues entre los más grandes sabios siempre se han contado fervorosos creyentes en Dios. No puede explicarse por el temor (como alguna teoría etnológica ha pretendido), pues nadie teme lo que no existe: el temor de Dios prueba su existencia. Tampoco puede explicarse por la política de los gobernantes, pues ningún gobernante ha decretado la existencia de Dios, antes al contrario, la mayoría ha querido confirmar sus leyes con la autoridad divina; esto es una prueba de que dicha autoridad era admitida por sus súbditos.<br />Por tanto, la creencia de todos los pueblos sólo puede tener su origen en Dios mismo, que se ha dado a conocer, desde el principio del mundo, a nuestros primeros padres, o bien que ha sido conocido por medio de sus creaturas .<br /><br />d) Por el deseo natural de perfecta felicidad<br /><br />Este argumento puede exponerse del siguiente modo: nos consta que todo ser humano tiene un deseo natural e innato de alcanzar la felicidad plena; también nos consta que ese deseo no puede ser inútil o ineficaz; y nos consta que no podemos alcanzar la felicidad sino en un Bien infinito, que no puede ser otro que Dios.<br /><br /><br /><br /><br />1º Nos consta con toda certeza que el corazón humano apetece la plena y perfecta felicidad con un deseo natural e innato.<br />Esta proposición es evidente para cualquier espíritu reflexivo. Consta, efectivamente, que todos los hombres del mundo aspiran a ser felices en el grado máximo posible. Nadie que esté en su sano juicio puede poner coto o limitación alguna a la felicidad que quisiera alcanzar: cuanta más, mejor. La ausencia de un mínimum indispensable de felicidad puede arrojarnos en brazos de la desesperación; pero no podrá arrancarnos, sino que nos aumentará todavía más el deseo de la felicidad. El mismo suicida –decía Pascal– busca su propia felicidad al ahorcarse, ya que cree –aunque con tremenda equivocación– que encontrará en la muerte el fin de sus dolores y amarguras. Es, pues, un hecho indiscutible que todos los hombres aspiran a la máxima felicidad posible con un deseo fuerte, natural, espontáneo, innato; o sea, con un deseo que brota de las profundidades de la propia naturaleza humana.<br /><br />2º Nos consta también con toda certeza que un deseo propiamente natural e innato no puede ser vano, o sea, no puede recaer sobre un objetivo o finalidad inexistente o de imposible adquisición.<br />La razón es porque la naturaleza no hace nada en vano, todo tiene su finalidad y explicación. De lo contrario, ese deseo natural e innato, que es una realidad en todo el género humano, no tendría razón suficiente de ser, y es sabido que “nada existe ni puede existir sin razón suficiente de su existencia”.<br /><br />3º Nos consta, finalmente, que el corazón humano no puede encontrar su perfecta felicidad más que en la posesión de un Bien Infinito. Por tanto existe el Bien Infinito al cual llamamos Dios.<br />El hombre no puede encontrar su plena felicidad en ninguno de los bienes creados en particular ni en la posesión conjunta y simultánea de todos ellos, porque ni puede poseerlos todos (como nos enseña claramente la experiencia universal: nadie posee ni ha poseído jamás a la vez todos los bienes externos –riquezas, honores, fama, gloria, poder–, y todos los del cuerpo –salud, placeres–, y todos los del alma –ciencia, virtud–; muchos de ellos son incompatibles entre sí y jamás pueden llegar a reunirse en un solo individuo), ni serían suficientes aunque pudieran conseguirse todos, ya que no reúnen ninguna de las condiciones esenciales para la perfecta felicidad objetiva pues son bienes creados (por consiguiente finitos e imperfectos); no excluyen todos los males (puesto que el mayor mal es carecer del Bien Infinito, aunque se posean todos los demás); no sacian plenamente el corazón del hombre (como consta por la experiencia propia y ajena); y, finalmente, son bienes caducos y perecederos, que se pierden fácilmente y desaparecerán del todo con la muerte. Es, pues, imposible que el hombre pueda encontrar en ellos su verdadera y plena felicidad.<br />Solamente un Bien Infinito puede llenar por completo las aspiraciones inmensas del corazón humano, satisfaciendo plenamente su apetito natural e innato de felicidad. Por ende hay que concluir que ese Bien Infinito existe realmente, si no queremos incurrir en el absurdo de declarar vacío de sentido ese apetito natural e innato que experimenta absolutamente todo el género humano.<br /><br /><br />2. Las vías de Santo Tomás (argumentos realmente probatorios) <br /><br />Veamos ahora los argumentos que son ciertamente probatorios, expuestos en su conjunto con suma claridad por Tomás de Aquino. Se los llama “vías”, por ser itinerarios por los que la mente llega a la existencia de Dios.<br /><br />a) La primera vía: la vía del movimiento<br /><br />La primera vía para demostrar la existencia de Dios puede formularse del siguiente modo: el movimiento del universo exige un Primer Motor inmóvil, que es precisamente Dios.<br /><br />Dice Santo Tomás de Aquino: “Es innegable y consta por el testimonio de los sentidos que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien: todo lo que se mueve es movido por otro, ya que nada se mueve más que en cuanto está en potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera como lo caliente en acto, por ejemplo, el fuego, hace que un leño, que está caliente sólo en potencia, pase a estar caliente en acto. Ahora bien: no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino respecto a cosas diversas; y así, por ejemplo, lo que es caliente en acto no puede estar caliente en potencia para ese mismo grado de calor, sino para otro grado más alto, o sea, que en potencia está a la vez frío. Es, pues, imposible que una misma cosa sea a la vez y del mismo modo motor y móvil, o que se mueva a sí misma. Hay que concluir, por consiguiente, que todo lo que se mueve es movido por otro. Pero si este otro es, a su vez, movido por un tercero, este tercero necesitará otro que le mueva a él, y éste a otro, y así sucesivamente. Mas no se puede proceder indefinidamente en esta serie de motores, porque entonces no habría ningún primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Es necesario, por consiguiente, llegar a un Primer Motor que no sea movido por nadie, y éste es lo que todos entendemos por Dios” .<br /><br />El argumento es de una fuerza demostrativa incontrovertible para cualquier espíritu reflexivo acostumbrado a la alta especulación filosófica. Pero vamos a exponerlo de manera más clara y sencilla para que puedan captarlo fácilmente los lectores no acostumbrados a los altos razonamientos filosóficos.<br />En el mundo que nos rodea hay infinidad de cosas que se mueven. Es un hecho que no necesita demostración: basta abrir los ojos para contemplar el movimiento por todas partes.<br />Ahora bien: prescindiendo del movimiento de los seres vivos, que, en virtud precisamente de la misma vida, tienen un movimiento inmanente que les permite crecer o trasladarse de un sitio a otro sin más influjo aparente que el de su propia naturaleza o el de su propia voluntad, es un hecho del todo claro e indiscutible que los seres inanimados (o sea, todos los pertenecientes al reino mineral) no pueden moverse a sí mismos, sino que necesitan que alguien los mueva. Si nadie mueve a una piedra, permanecerá quieta e inerte por toda la eternidad, ya que ella no puede moverse a sí misma, puesto que carece de vida y, por lo mismo, está desprovista de todo movimiento inmanente.<br />Pues apliquemos este principio tan claro y evidente al mundo sideral y preguntémonos quién ha puesto y pone en movimiento esa máquina colosal del universo estelar, que no tiene en sí misma la razón de su propio movimiento, puesto que se trata de seres inanimados pertenecientes al reino mineral; y por mucho que queramos multiplicar los motores intermedios, no tendremos más remedio que llegar a un Primer Motor inmóvil incomparablemente más potente que el universo mismo, puesto que lo domina con soberano poder y lo gobierna con infinita sabiduría. Verdaderamente, para demostrar la existencia de Dios basta contemplar el espectáculo maravilloso de una noche estrellada, sabiendo que esos puntitos luminosos esparcidos por la inmensidad de los espacios como polvo de brillantes son soles gigantescos que se mueven a velocidades fantásticas, a pesar de su aparente inmovilidad.<br />Jesús Simón ha expuesto este argumento de una manera muy bella y sugestiva: “Sabemos por experiencia, y es un principio inconcuso de mecánica, que la materia es inerte, esto es, de suyo indiferente para el movimiento o el reposo. La materia no se mueve ni puede moverte por sí misma: para hacerlo, necesita una fuerza extrínseca que la impela... Si vemos un aeroplano volando por los aires, pensamos al instante en el motor que lo pone en movimiento; si vemos una locomotora avanzando majestuosamente por los rieles, pensamos en la fuerza expansiva del vapor que lleva en sus entrañas. Mas aun: si vemos una piedra cruzando por los aires, discurrimos al instante en la mano o en la catapulta que la ha arrojado.<br />He aquí, pues, nuestro caso.<br />Los astros son aglomeraciones inmensas de materia, globos monstruosos que pesan miles de cuatrillones de toneladas, como el Sol, y centenares de miles, como Betelgeuse y Antares. Luego también son inertes de por sí. Para ponerlos en movimiento se ha precisado una fuerza infinita, extracósmica, venida del exterior, una mano omnipotente que los haya lanzado como proyectiles por el espacio...<br />¿De quién es esa mano? ¿De dónde procede la fuerza incontrastable capaz de tan colosales maravillas? ¿La fuerza que avasalló los mundos?<br />Sólo puede haber una respuesta: la mano, la omnipotencia de Dios” .<br /><br />Hillaire en su obra La religión demostrada expone este mismo argumento en la siguiente forma: “Es un principio admitido por las ciencias físicas y mecánicas que la materia no puede moverse por sí misma: una estatua no puede abandonar su pedestal; una máquina no puede moverse sin una fuerza motriz; un cuerpo en reposo no puede por sí mismo ponerse en movimiento Tal es el llamado principio de inercia. Luego es necesario un motor para producir el movimiento.<br />Pues bien; la tierra, el sol, la luna, las estrellas, recorren órbitas inmensas sin chocar jamás unas con otras. La tierra es un globo colosal de cuarenta mil kilómetros de circunferencia, que realiza, según afirman los astrónomos, una rotación completa sobre sí mismo en el espacio de un día, moviéndose los puntos situados sobre el ecuador con la velocidad de veintiocho kilómetros por minuto. En un año da una vuelta completa alrededor del sol, y la velocidad con que marcha es de unos treinta kilómetros por segundo. Y también sobre la tierra, los vientos, los ríos, las mareas, la germinación de las plantas, todo proclama la existencia del movimiento.<br />Todo movimiento supone un motor; mas como no se puede suponer una serie infinita de motores que se comuniquen el movimiento unos a otros, puesto que un número infinito es tan imposible como un bastón sin extremidades, hay que llegar necesariamente a un ser primero que comunique el movimiento sin haberlo recibido; hay que llegar a un primer motor inmóvil. Ahora bien, este primer ser, esta causa primera del movimiento, es Dios, quien con justicia recibe el nombre de Primer Motor del universo.<br />Admiramos el genio de Newton, que descubrió las leyes del movimiento de los astros; pero ¿qué inteligencia no fue necesaria para establecerlas, y qué poder para lanzar en el espacio y mover con tanta velocidad y regularidad estos innumerables mundos que constituyen el universo?... Napoleón, en la roca de Santa Elena, decía al general Bertrand: ‘Mis victorias os han hecho creer en mi genio: el Universo me hace creer en Dios... ¿Qué significa la más bella maniobra militar comparada con el movimiento de los astros...?’” .<br /><br />Este argumento, enteramente demostrativo por sí mismo, alcanza su máxima certeza y evidencia si se le combina con el del orden admirable que reina en el movimiento vertiginoso de los astros, que se cruzan entre sí recorriendo sus órbitas a velocidades fantásticas sin que se produzca jamás un choque ni la menor colisión entre ellos. Lo cual prueba que esos movimientos no obedecen a una fuerza ciega de la misma naturaleza, que produciría la confusión y el caos, sino que están regidos por un poder soberano y una inteligencia infinita, como veremos claramente más abajo al exponer la quinta vía de Santo Tomás.<br />Quede, pues, sentado que el movimiento del universo exige un Primer Motor que impulse o mueva a todos los demás seres que se mueven. Dada su soberana perfección, este Primer Motor ha de ser necesariamente inmóvil, o sea, no ha de ser movido por ningún otro motor, sino que ha de poseer en sí mismo y por sí mismo la fuerza infinita que impulse el movimiento a todos los demás seres que se mueven. Este Primer Motor inmóvil, infinitamente perfecto, recibe el nombre adorable de Dios.<br /><br />b) La segunda vía: la vía de la causalidad eficiente<br /><br />Este segundo procedimiento para demostrar la existencia de Dios puede formularse sintéticamente del siguiente modo: las causas eficientes segundas reclaman necesariamente la existencia de una Primera Causa eficiente a la que llamamos Dios.<br /><br />En filosofía se entiende por causa eficiente aquella que, al actuar, produce un efecto distinto de sí misma. Así, el escultor es la causa eficiente de la estatua esculpida por él; el padre es la causa eficiente de su hijo.<br />Se entiende por causa eficiente segunda toda aquella que, a su vez, ha sido hecha por otra causa eficiente anterior. Y así, el padre es causa eficiente de su hijo, pero, a su vez, es efecto de su propio padre, que fue quien le trajo a la existencia como causa eficiente anterior. En este sentido son causas segundas todas las del universo, excepto la Primera Causa incausada, cuya existencia vamos a investigar.<br /><br />La expone Santo Tomás de Aquino: “Hallamos que en el mundo de lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos ni es posible hallar que alguna cosa sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien: tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque, en todas las causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia y ésta es causa de la última, sean pocas o muchas las intermedias. Y puesto que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese entre las causas eficientes una que sea la primera, tampoco existiría la última ni la intermedia. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera, y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista una Causa Eficiente Primera, a la que llamamos Dios” .<br /><br />Como se ve, el argumento de esta segunda vía es también del todo evidente y demostrativo. Pero para ponerlo todavía más al alcance de los no iniciados en filosofía, vamos a poner un ejemplo clarísimo para todos: el origen de la vida en el universo. Es un hecho indiscutible que en el mundo hay seres vivientes que no han existido siempre, sino que han comenzado a existir; por ejemplo, cualquier persona humana. Todos ellos recibieron la vida de sus propios padres, y éstos de los suyos, y así sucesivamente. Ahora bien: es imposible prolongar hasta el infinito la lista de nuestros tatarabuelos. Es forzoso llegar a un primer ser viviente que sea el principio y origen de todos los demás. Suprimido el primero, quedan suprimidos automáticamente el segundo y el tercero y todos los demás; de donde habría que concluir que los seres vivientes actuales no existen realmente, lo cual es ridículo y absurdo. Luego existe un Primer Viviente que es causa y origen de todos los demás.<br /><br />Ahora bien: este Primer Viviente reúne, entre otras muchas, las siguientes características:<br /><br />1º No tiene padre ni madre, pues de lo contrario ya no sería el primer viviente, sino el tercero, lo cual es absurdo y contradictorio, puesto que se trata del primer viviente en absoluto.<br />2º No ha nacido nunca, porque de lo contrario hubiera comenzado a existir y alguien hubiera tenido que darle la vida, pues de la nada no puede salir absolutamente nada, ya que la nada no existe, y lo que no existe, nada puede producir. Luego ese primer viviente tiene la vida por sí mismo, sin haberla recibido de nadie.<br />3º Por tanto es eterno, o sea, ha existido siempre, sin que haya comenzado jamás a existir.<br />4º Y así todos los demás seres vivientes proceden necesariamente de él, ya que es absurdo y contradictorio admitir dos o más primeros vivientes: el primero en cualquier orden de cosas se identifica con la unidad absoluta.<br />5º Por ende de él proceden, como de su causa originante y creadora, todos los seres vivientes del universo visible: hombres, animales y plantas, y todos los del universo invisible: los ángeles de que nos hablan las Escrituras.<br />6º Consecuentemente es superior y está infinitamente por encima de todos los seres vivientes del universo, a los que comunicó la existencia y la vida.<br /><br />Hay que concluir forzosamente que el Primer Viviente que reúne estas características tiene un nombre adorable: es, sencillamente, Dios.<br />Esto mismo Hillaire lo expone diciendo: “Las ciencias físicas y naturales nos enseñan que hubo un tiempo en que no existía ningún ser viviente sobre la tierra. ¿De dónde, pues, ha salido la vida que ahora existe en ella: la vida de las plantas, la vida de los animales, la vida del hombre?<br />La razón nos dice que ni siquiera la vida vegetativa de una planta y menos la vida sensitiva de los animales, y muchísimo menos la vida intelectiva del hombre, han podido brotar de la materia, ¿Por qué? Porque nadie da lo que no tiene; y como la materia carece de vida, no puede darla.<br />Los ateos se encuentran acorralados por este dilema: o bien la vida ha nacido espontáneamente sobre el mundo, fruto de la materia por generación espontánea; o bien hay que admitir una causa distinta del mundo, que fecunda la materia y hace brotar la vida. Ahora bien: después de los experimentos concluyentes de Pasteur, ya no hay sabios verdaderos que se atrevan a defender la hipótesis de la generación espontánea; la verdadera ciencia establece que nunca un ser viviente nace sin germen vital, semilla, huevo o renuevo, proveniente de otro ser viviente de la misma especie.<br />Pero ¿cuál es el origen del primer ser viviente de cada especie? Remontaos todo lo que queráis de generación en generación: siempre habrá que llegar a un primer creador, que es Dios, causa primera de todas las cosas. Es el viejo argumento del huevo y la gallina; mas no por ser viejo deja de ser molesto para los ateos” .<br /><br />Este argumento del origen de la vida es un simple caso particular del argumento general de la necesidad de una Primera Causa eficiente y puede aplicarse, por lo mismo, a todos los demás seres existentes en el universo. Cada uno de los seres, vivientes o no, que pueblan la inmensidad del universo, constituye una prueba concluyente de la existencia de Dios; porque todos esos seres son necesariamente el efecto de una causa que los ha producido, la obra de un Dios creador. Por supuesto que no aceptarán esta demostración, ni otras semejantes, aquellos pensadores que nieguen la validez del “principio de causalidad” (que dice que no hay efecto sin causa), como por ejemplo William James –muy alabado nuevamente en nuestros tiempos– quien afirmaba en una de sus principales obras que “la causalidad es demasiado oscura como principio para llevar el peso de toda la estructura de la teología” . Esto, que no solo lo afirma James, se escribe pronto sobre un papel y es fácil hacerlo creer a los demás desde una cátedra universitaria cuando los demás en lugar de espíritu crítico nos tienen respeto admirativo... pero no es posible vivirlo. Es probable que el mismo James, agarrándose el estómago en medio de algún retorcijón haya pensado para sus adentros: “deben ser los duraznos verdes que comí ayer”, o “esto me pasa por glotón”; o simplemente habrá impedido que alguno de sus hijos meta los dedos en el enchufe o curiosee de cerca a los leones del zoológico de New York... llevado por su convicción vital de que hay una relación de causa y efecto –principio de causalidad– entre estos acontecimientos, lo cual aunque lo niegue intelectualmente le resulta evidente vitalmente. Esto muestra que los filósofos necios cuando pasean en pijama por sus casas suelen guiarse por el sentido común, el cual abandonan junto con sus pijamas cuando salen para dar clase. El día que dejan de hacerlo terminan durmiendo en un caño, como Diógenes, o en el manicomio como Nietszche.<br />Vamos a ver esto mismo desde otro punto de vista distinto.<br /><br />c) La tercera vía: por la contingencia de los seres<br /><br />El argumento fundamental de la tercera vía para demostrar la existencia de Dios puede formularse sintéticamente del modo siguiente: la contingencia de las cosas del mundo nos lleva con toda certeza al conocimiento de la existencia de un Ser Necesario que existe por sí mismo, al que llamamos Dios.<br /><br />Aclaremos algunos conceptos:<br />• un ser contingente es aquel que existe, pero podría no existir; o también, aquel que comenzó a existir y dejará de existir algún día; tales son todos los seres corruptibles del universo;<br />• un ser necesario es aquel que existe y no puede dejar de existir; o también, aquel que, teniendo la existencia de sí y por sí mismo, ha existido siempre y no dejará jamás de existir.<br /><br />El argumento lo expone Santo Tomás: “La tercera vía considera el ser posible o contingente y el necesario, y puede formularse así: Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se engendran o producen y seres que mueren o se destruyen, y, por tanto, tienen posibilidad de existir o de no existir.<br />Ahora bien: es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que de hecho no existió. Si, pues, todas las cosas existentes tuvieran la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existió de hecho. Pero, si esto fuera verdad, tampoco ahora existiría cosa alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir alguna cosa, y, en consecuencia, ahora no existiría nada, cosa evidentemente falsa.<br />Por consiguiente, no todos los seres son meramente posibles o contingentes, sino que forzosamente ha de haber entre los seres alguno que sea necesario. Pero una de dos: este ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible admitir una serie indefinida de cosas necesarias cuya necesidad dependa de otras –según hemos visto al tratar de las causas eficientes–, es forzoso llegar a un Ser que exista necesariamente por sí mismo, o sea, que no tenga fuera de sí la causa de su existencia necesaria, sino que sea causa de la necesidad de los demás. Y a este Ser absolutamente necesario lo llamamos Dios” .<br /><br />Se trata, como se ve, de un razonamiento absolutamente demostrativo en todo el rigor científico de la palabra. La existencia de Dios aparece a través de él con tanta fuerza como la que lleva consigo la demostración de un teorema de geometría. No es posible substraerse a su evidencia ni hay peligro alguno de que el progreso de las ciencias encuentre algún día la manera de desvirtuarla, porque estos principios metafísicos trascienden la experiencia de los sentidos y están por encima y más allá de los progresos de la ciencia.<br /><br />Que el ser necesario se identifica con Dios es cosa clara y evidente, teniendo en cuenta algunas de las características que la simple razón natural puede descubrir con toda certeza en él. He aquí las principales:<br /><br />1º El ser necesario es infinitamente perfecto. Consta por el mero hecho de existir en virtud de su propia esencia o naturaleza, lo cual supone el conjunto de todas las perfecciones posibles y en grado supremo. Porque posee la plenitud del ser y el ser comprende todas las perfecciones: es, pues, infinitamente perfecto.<br />2º No hay más que un ser necesario. El Ser necesario es infinito; y dos infinitos no pueden existir al mismo tiempo. Si son distintos, no son ni infinitos ni perfectos, porque ninguno de los dos posee lo que pertenece al otro. Si no son distintos, no forman más que un solo ser.<br />3º El ser necesario es eterno. Si no hubiera existido siempre, o si tuviera que dejar de existir, evidentemente no existiría en virtud de su propia naturaleza. Puesto que existe por sí mismo, no puede tener ni principio, ni fin, ni sucesión.<br />4º El ser necesario es absolutamente inmutable. Mudarse es adquirir o perder algo. Pero el Ser necesario no puede adquirir nada, porque posee todas las perfecciones; y no puede perder nada, porque la simple posibilidad de perder algo es incompatible con su suprema perfección. Por tanto es inmutable.<br />5º El ser necesario es absolutamente independiente. Porque no necesita de nadie, se basta perfectamente a sí mismo, ya que es el Ser que existe por sí mismo, infinito, eterno, perfectísimo.<br />6º El ser necesario es un espíritu. Un espíritu es un ser inteligente, capaz de pensar, de entender y de querer; un ser que no puede ser visto ni tocado con los sentidos corporales, a diferencia de la materia, que tiene las características opuestas. El Ser necesario tiene que ser forzosamente espíritu, no cuerpo o materia. Porque, si fuera corporal, sería limitado en su ser, como todos los cuerpos. Si fuera material sería divisible y no sería infinito. Tampoco sería infinitamente perfecto, porque la materia no puede ser el principio de la inteligencia y de la vida, que están mil veces por encima de ella. Luego el Ser necesario es un Ser espiritual, infinitamente perfecto y trascendente.<br />Ahora bien: estos y otros caracteres que la simple razón natural descubre sin esfuerzo y con toda certeza en el ser necesario coinciden en absoluto con los atributos divinos. Por ende el ser necesario es Dios. Consecuentemente, la existencia de Dios está fuera de toda duda a la luz de la simple razón natural.<br /><br />d) La cuarta vía: por los distintos grados de perfección<br /><br />La cuarta vía llega a la existencia de Dios por la consideración de los distintos grados de perfección que se encuentran en los seres creados. Es, quizá, la más profunda desde el punto de vista metafísico; pero, por eso mismo, es la más difícil de captar por los no iniciados en las altas especulaciones filosóficas.<br />La expone Santo Tomás diciendo: “La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice que una cosa está tanto más caliente cuanto más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verdaderísimo, nobilísimo y óptimo, y, por ello, ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien: lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor , es causa del calor de todo lo caliente. Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas existentes causa de su ser, de su bondad y de todas sus demás perfecciones. Y a ese Ser perfectísimo, causa de todas las perfecciones, le llamamos Dios” .<br /><br />El argumento de esta cuarta vía es similar a las anteriores. Partiendo de un hecho experimental completamente cierto y evidente –la existencia de diversos grados de perfección en los seres–, la razón natural se remonta a la necesidad de un ser perfectísimo que tenga la perfección en grado máximo, o sea que la tenga por su propia esencia y naturaleza, sin haberla recibido de nadie, y que sea, por lo mismo, la causa o manantial de todas las perfecciones que encontramos en grados muy diversos en todos los demás seres. Ahora bien: ese ser perfectísimo, origen y fuente de toda perfección, es precisamente el que llamamos Dios .<br /><br />e) La quinta vía: por la finalidad y orden del universo<br />La expone Santo Tomás: “La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, lo que se comprueba observando que siempre, o la mayor parte de las veces, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; de donde se deduce que no van a su fin por casualidad o al acaso, sino obrando intencionadamente. Ahora bien: es evidente que lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dispara la flecha hacia el blanco. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, y a éste llamamos Dios” .<br /><br />Esta prueba de la existencia de Dios, además de ser totalmente válida (hasta el mismo Kant se inclinaba con respeto ante ella), es la más clara y comprensible de todas. Por eso ha sido desarrollada ampliamente por escritores y oradores, que encuentran en ella la manera más fácil y sencilla de hacer comprensible la existencia de Dios, aun a los entendimientos menos cultivados. Por esta razón daré algunos ejemplos, tomados del orden del universo. En el libro del P. Royo Marín, que venimos siguiendo se pueden encontrar varios ejemplos partiendo del orden del cosmos, del mundo de las fuerzas fisico-químicas, de la vida vegetal y animal, del reino sensitivo y otros más, tomados a su vez de la obra de Ricardo Viejo-Felíu, El Creador y su creación . Me aparto momentáneamente del libro de Royo Marín para basarme en lo que dice al respecto del orden del universo el P. Jorge Loring, en su conocido libro Para salvarte : <br /><br />“Mira el cielo. ¿Puedes contar las estrellas? El Atlas del cosmos, que ya se ha empezado a publicar, constará de veinte volúmenes, donde figurarán unos quinientos millones de estrellas. El numero total de las estrellas del Universo se calcula en unos 200.000 trillones de estrellas: un numero de veinticuatro cifras!. El Sol tiene diez planetas: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Los nueve conocidos, y el décimo que se acaba de descubrir: el Planeta X. Fue localizado por la sonda Pioneer en 1987, pero hacía veinte años que conocíamos su existencia. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene cien mil millones de soles . Y galaxias como la nuestra se conocen cien mil millones. La Nebulosa de Andrómeda consta de doscientos mil millones de estrellas. Pues, si unos hoyos en la arena no se pueden haber hecho solos, ¿se habrán hecho solos los millones y millones de estrellas que hay en el cielo? Alguien ha hecho las estrellas. A ese Ser, Causa Primera de todo el Universo, llamamos Dios. <br />La Luna, está a 384.000 Km de la Tierra. El Sol a 150.000.000 Km. Plutón a 6.000.000.000 de Km. Fuera del sistema solar, Sirio a ocho años luz, Arturo a treinta y seis años luz. La luz, a 300.000 Km. por segundo, recorre en un año una distancia igual a 200 millones de vueltas a la Tierra. En kilómetros son unos diez billones de kilómetros . Para caer en la cuenta de lo que es un billón, pensemos que un billón de segundos son casi treinta y dos mil años. La velocidad de la Luz, según las leyes de la Física, no puede superarse. La velocidad de la luz es tope, como demostró matemáticamente Einstein; pues según la ecuación e=mc2 a esa velocidad la masa se haría infinita . Y fuera de nuestra galaxia, la nebulosa de Adrómeda, que es la más cercana a nuestra galaxia de la Vía Láctea, está a dos millones de años-luz . Coma de Virgo a 200 millones de años-luz, y el Cumulo de Hidra a 2.000 millones de años-luz .<br />Éste es el límite de percepción de los telescopios ópticos. Pero los radiotelescopios profundizan mucho más. El astro más lejano detectado es el Quásar PKS 2.000-330, está a quince mil millones de años-luz. Los quásares son radio-estrellas que emiten ondas hertzianas. Se detectaron por vez primera en 1960. <br />En el cielo hay millones y millones de estrellas muchísimo mayores que la dimensión de la Tierra. La Tierra es una bola de 40.000 Km. de perímetro (meridiano). El Sol es un millón trescientas mil veces mayor que la Tierra. En la estrella Antares, de la constelación de Escorpión, caben 115 millones de soles. Alfa de Hércules, que está a 1.200 años-luz, y es la mayor de todas las estrellas conocidas, es ocho mil billones de veces mayor que el Sol. Para aclarar un poco estos volúmenes descomunales, diremos que la órbita de la Luna dando vueltas alrededor de la Tierra, cabe dentro del Sol; y que el radio de Antares es el diámetro de la órbita de la Tierra, es decir, de trescientos millones de kilómetros; y que el diámetro de la órbita de Plutón, que es de doce mil millones de Km., es la décima parte del radio de Alfa de Hércules. Todo esto me lo ha calculado un astrónomo. La mayor radio-estrella conocida es DA-240 que tiene el fabuloso diámetro de seis millones de años-luz. El diámetro de esta radio-estrella es sesenta veces mayor que el diámetro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, que es de cien mil años de luz. <br />Estas bolas gigantescas van a enormes velocidades. La Tierra va a cien mil Km. por hora, es decir a treinta Km. por segundo. El Sol va a trescientos Km. por segundo, hacia la Constelación de Hércules. La Constelación de Virgo se aleja de nosotros a mil Km. por segundo. El Cumulo de Boyero se desplaza a cien mil Km. por segundo. Por el desplazamiento hacia el rojo de las rayas del espectro se ha calculado que hay estrellas que se alejan de nosotros a 276.000 Km. por segundo. Es decir, al 92 % de la velocidad de la luz. <br />El movimiento de las estrellas es tan exacto que se puede hacer el almanaque con muchísima anticipación. El almanaque pone la salida y la puesta del Sol de cada día, los eclipses que habrá durante el año, el día que serán, a qué hora, a qué minuto, a qué segundo, cuánto durarán, qué parte del Sol o de la Luna se ocultará, desde qué punto de la Tierra será visible, etc. El 30 de junio de 1973, España entera estuvo pendiente del eclipse parcial de Sol del cual la prensa venía hablando varios días. El 2 de octubre de 1959, fue visible desde la islas Canarias, un eclipse total de Sol, a las 12 del mediodía, tal como se había previsto desde mucho antes. Por eso se instaló en la Punta de Jandía en Fuerteventura un puesto de observación en el que se reunieron científicos del mundo entero. El anterior eclipse de Sol contemplado desde Canarias, fue el 30 de agosto de 1905, y se sabe que habrá que esperar hasta pasado el siglo XXII para ver otro eclipse total de Sol dentro de nuestras fronteras [Loring se refiere a España]. El año 2005 podremos observar un eclipse anular desde Cádiz. El cometa Halley (llamado así en honor del astrónomo Edmundo Halley, contemporáneo y amigo de Isaac Newton) que como se había previsto el siglo pasado, pasó junto a nosotros en el año 1910, volvió a pasar cerca de la Tierra (a 486 millones de kilómetros) en marzo de 1986 según se había anunciado. Todos los periódicos del mundo hablaron de él. Halley (1646-1742) que observó el cometa en 1662 calculó su órbita y predijo que aparecería de nuevo cada setenta y seis años, y así ha sucedido. Volverá a verse el año 2062. Cuando pasó junto a la Tierra en 1986 fue fotografiado por la sonda europea Giotto, que se acercó al núcleo del cometa a una distancia de 500 kilómetros. La longitud de la cola del cometa Halley es de cincuenta millones de kilómetros y está formada por gases enrarecidos (...) El núcleo del cometa está formado por gases sólidos a 100 grados centígrados bajo cero. Sus dimensiones son de 7´50 por 8´50 por 18 kilómetros. Aunque los chinos ya lo conocían mil años antes de Cristo y ha dado miles de vueltas alrededor del Sol, terminará por desaparecer, pues cada vez que se acerca al Sol pierde peso al volatilizarse por el calor parte de los gases sólidos del núcleo. La cola del cometa no va hacia atrás, como la estela de un avión de reacción, sino que arrastrada por el viento solar se desplaza en el sentido opuesto al Sol, como el humo de una locomotora en marcha, que se desplaza lateralmente si hace un viento fuerte. <br />La precisión del movimiento de los astros sería imposible conocerlo si el orden del movimiento de los astros no fuera calculable matemáticamente. Por eso James Jeans, ilustre matemático y Presidente de la Real Sociedad Astronómica de Inglaterra y Profesor de la Universidad de Oxford, uno de los más grandes astrónomos contemporáneos, en su libro Los misterios del Universo afirma que el Creador del Universo tuvo que ser un gran matemático . Y Einstein dijo que la Naturaleza es la realización de las ideas matemáticas de Dios . Paul Dirac, Catedrático de Física Teórica de la Universidad de Cambridge y uno de los científicos más sobresalientes de nuestra generación, dijo en la revista Scientific America: ‘Dios es un matemático de alto nivel’ .<br />Todo este orden maravilloso requiere una gran inteligencia que lo dirija. ¿Qué pasaría en una plaza de mucho tránsito si los conductores quedaran repentinamente paralizados y los vehículos, sin inteligencia, abandonados a su propio impulso? En un momento tendríamos una horrenda catástrofe.<br />Cuanto más complicado y perfecto sea el orden, mayor debe ser la inteligencia ordenadora. Construir un reloj supone más inteligencia que construir una carretilla. Si un día naufragas en alta mar, y agarrado a un madero llegas a una isla desierta, aunque allí no encuentres rastro de hombre, ni un zapato del hombre, ni un trapo de hombre, ni una lata de sardinas vacía, nada; pero si paseando por la isla desierta encuentras una cabaña, inmediatamente comprendes que en aquella isla, antes que tú, estuvo un hombre. Comprendes que aquella cabaña es fruto de la inteligencia de un hombre. Comprendes que aquella cabaña no se ha formado al amontonarse los palos caídos de un árbol. Comprendes que aquellas estacas clavadas en el suelo, aquellos palos en forma de techo y aquella puerta giratoria son fruto de la inteligencia de un hombre. Pues si unos palos en forma de cabaña requieren la inteligencia de un hombre, ¿no hará falta una inteligencia para ordenar los millones y millones de estrellas que se mueven en el cielo con precisión matemática? Isaac Newton (1642-1727) y Johann Kepler (1571-1630) formularon matemáticamente las leyes que rigen el movimiento de las estrellas del Universo; pero Newton y Kepler no hicieron esas leyes, porque las estrellas se movían según esas leyes muchísimos años antes de que nacieran Newton y Kepler. Por tanto hay algún autor de esas leyes que rigen el movimiento matemático de las estrellas. Por eso el cosmonauta Borman dijo desde la Luna: ‘nosotros hemos llegado hasta aquí gracias a unas leyes que no han sido hechas por el hombre’. Y Newton: ‘El conjunto del Universo no podía nacer sin el proyecto de un Ser inteligente’ . ‘Me basta –ha dicho Albert Einstein– reflexionar sobre la maravillosa estructura del Universo, y tratar humildemente de penetrar siquiera una parte infinitesimal de la sabiduría que se manifiesta en la Naturaleza’ . Dijo también: ‘Dios no juega a los dados’ . La inteligencia que ordena las estrellas en el cielo y dirige con tanta perfección la máquina del Universo es la inteligencia de Dios. Por eso dice la Biblia: Los cielos cantan la gloria de Dios (Sal 19,2). Las criaturas son dedos que me señalan a Dios. Pero hay gente que se queda mirando el dedo y no ve más allá”.<br /><br />Hasta aquí la cita de Loring. Pero no menos sorprendente que el orden del cosmos es el orden de cada ser. Basta con que preguntes a un médico que te explique el maravilloso mecanismo de la fecundidad femenina y de la maternidad para que debas reconocer un orden extraordinario que no puede responder sino a una inteligencia ordenadora: el maravilloso mecanismo hormonal por el que cada mujer es preparada a lo largo de cada ciclo fértil para poder ovular y todo lo que desencadena la ovulación: una extraordinaria y armoniosa interacción de precisas órdenes entre las diversas glándulas para preparar todo el organismo en orden a una posible concepción, preparación que no sólo mira la preparación del cuerpo femenino sino la protección del embrión en caso de que tenga lugar la concepción; y una vez dada ésta, el misterioso y matemático proceso por el cual la célula fecundada, el embrión humano, comienza un crecimiento siempre rigurosamente igual en los millones de seres humanos que ya han venido a la vida, hasta culminar en el nacimiento. No puede ser menos, si tenemos en cuenta que en niveles sumamente inferiores a éste, se verifica el mismo fenómeno de un orden sorprendente como lo demuestra, por ejemplo, la sabiduría de una simple abeja . En efecto, la abeja resuelve el problema de construir una celdilla tal, que con la menor cantidad de cera admita la mayor cantidad de miel. Reaumur lo descubrió hace dos siglos, aplicando algoritmos del cálculo infinitesimal, descubierto por Leibnitz. Pero lo curioso fue que los sabios, al hacer por primera vez el cálculo, se equivocaron; y la abeja, sin cálculo, sin estudio, no se equivocaba. ¡Y era allá por los años en que aún no habían nacido Reaumur, Leibnitz ni Pitágoras! El descubrimiento fue así. Reaumur, el famoso físico introductor de la escala termométrica que lleva su nombre, sospechando lo que en efecto sucedía, propuso a sus compañeros el siguiente problema: ¿Qué ángulos hay que dar a los rombos de la base de una celdilla, de sección hexagonal, para que, siendo la superficie mínima, la capacidad sea máxima? König aplicó la teoría de máximos y mínimos del cálculo infinitesimal y halló, para el ángulo agudo de rombo, una amplitud de 70º 34’; naturalmente el ángulo obtuso tenía que ser complementario de aquél. Medido el rombo de las celdillas de las abejas, encontraron constantes sus ángulos, y el agudo era de 70º 32’. ¡Aparentemente el animalito se equivocaba en la insignificante cifra de dos minutos de grado! Pero al poco tiempo naufragó un barco en el litoral francés; el accidente se debió a un error en la apreciación de la longitud. Piden responsabilidades al capitán, que tranquilamente presenta sus cálculos, los cuales estaban bien hechos. Todos estaban desorientados. La causa había que buscarla en otra parte. Repasadas y estudiadas las operaciones, encontraron una errata en la tabla de logaritmos, que marcó su impronta en el cálculo de la longitud. Corregido dicho error, König volvió sobre el problema propuesto por Reaumur, que dio para el ángulo agudo del rombo de la base 70º 32’. Se equivocaron los sabios matemáticos, pero la abeja no se equivocó ni se equivoca y construye una celdilla tal, que con el menor gasto de cera admite la mayor cantidad de miel.<br /><br />De todo esto se puede deducir que si no existe un Creador infinitamente sabio y poderoso, el orden dinámico que preside a todo el cosmos, desde las galaxias hasta los hábitos de la abejas, se debe atribuir al azar. No hay solución intermedia. Es así que el azar no explica de ningún modo este orden. Por tanto, existe aquel Creador de sabiduría y poder infinito.<br />El mundo, en una palabra, es el resultado de una comprensión infinita. Por eso, la creencia en Dios pertenece a las funciones normales de la inteligencia humana. Y por esta misma razón, el ateo es un caso clínico, como el de uno que pierde la razón . Porque admitir sólo el choque ciego de fuerzas naturales es aceptar una ininteligencia más inteligente que la inteligencia misma. La incredulidad no consiste en no creer, sino en creer lo difícil antes que lo fácil.<br /><br />3. Los científicos y Dios <br /><br />Por lo que acabamos de exponer, no nos puede sorprender que si bien hay en nuestros días científicos que dicen no creer en Dios, sin embargo, junto a ellos hay muchos otros, que son la mayoría, y se cuentan entre los más prestigiosos en el mundo de la ciencia, que han creído en Dios no sólo llevados por su fe (algunos han sido cristianos y otros no) sino por su ciencia. Tampoco debería sorprendernos que verdaderos pensadores caigan en argumentos anticientíficos cuando se trata de la negación de Dios; sólo para citar un ejemplo, cuando William James, a quien ya nos hemos referido antes, enseñó que la existencia de Dios no puede ser demostrada, no dio otra prueba que el argumento de autoridad (argumento fundamental en teología, pero de valor casi nulo en filosofía y menos en ciencia): “todos los idealistas desde Kant han estado de acuerdo en rechazar o al menos no considerar las pruebas, lo que demuestra que ellas no son suficientemente sólidas para servir como fundamento de la religión” . Pero ¡así no puede proceder un científico pues también la mayoría –si no todos– de los científicos estaban de acuerdo en que el sol gira en torno de la tierra cuando Copérnico (y luego de él Galileo) planteó su teoría de que eran los planetas los que giraban en torno al sol! ¿En dónde estaría la ciencia si se hubiese guiado por el argumento del número? Por este motivo veamos qué dicen sobre Dios algunos de los estudiosos más destacados en el mundo de la ciencia:<br /><br />Copérnico, astrónomo polaco (1473-1543) que probó la esfericidad de la tierra, expuso sus movimientos y la rotación de todo el sistema solar y defendió antes que Galileo el heliocentrismo, dijo: “Si existe una ciencia que eleve el alma del hombre y la remonte a lo alto en medio de las pequeñeces de la tierra, es la Astronomía..., pues no se puede contemplar el orden magnífico que gobierna el universo sin mirar ante sí y en todas las cosas al Creador mismo, fuente de todo bien”.<br />Galileo Galilei, astrónomo y físico italiano (1564-1642) a quien muchos científicos, incluso ateos, consideran uno de los símbolos del “hombre de ciencia”, murió profesando su fe en Dios y en la Iglesia católica, apostólica y romana.<br />Kepler, astrónomo alemán (1571-1630), que formuló las leyes que llevan su nombre, a pesar de haber llevado una vida muy desgraciada, escribe: “Te doy gracias, Dios Creador, porque me has concedido la felicidad de estudiar lo que Tú has hecho, y me regocijo de ocuparme de tus obras. Me ha cabido el honor de mostrar a los hombres la gloria de tu Creación, o, por lo menos, de aquella parte de tu infinito reino que ha sido accesible a mis escasas luces”; y también: “Día vendrá en el que podremos leer a Dios en la Naturaleza como lo leemos en las Sagradas Escrituras”; “Ahora yo he terminado la obra de mi profesión, habiendo empleado todas las fuerzas del talento que tú me has dado; he manifestado la gloria de tus obras a los hombres que lean estas demostraciones, por lo menos en la medida en que la estrechez de mi inteligencia ha podido captar su infinitud; mi espíritu ha estado atento a filosofar correctamente”.<br />Isaac Newton, físico, astrónomo y matemático inglés (1642-1727), considerado por muchos científicos como el más grande de todos los tiempos, en cuanto inteligencia e ingenio, no tuvo reparo en dejar escrito: “El orden admirable del sol, de los planetas y cometas tiene que ser obra de un Ser Todopoderoso e inteligente...; y si cada estrella fija es el centro de un sistema semejante al nuestro, es cierto que, llevando todos el sello del mismo plan, todos deben estar sumisos a un solo y mismo Ser... Este Ser infinito lo gobierna todo no como el alma del mundo, sino como Señor de todas las cosas. Dios es el Ser Supremo, Infinito, Eterno, absolutamente Perpetuo”.<br />El médico y naturalista sueco Karl von Linneo (1707-1778), considerado como fundador de la Botánica y uno de los más grandes botánicos de todos los tiempos, que escribió más de 15 relevantes obras, tuvo firmes convicciones religiosas, como lo demuestran estas sabias palabras de su obra Systema Naturae: “Salía yo de un sueño cuando Dios pasó de lado, cerca de mí: le vi y me llené de asombro... He rastreado las huellas de Dios en las criaturas y, en todas, aun en las más ínfimas y más cercanas ¡qué poder, qué sabiduría, qué insondables perfecciones no he encontrado!”.<br />El físico italiano Alejandro Volta (1745-1827), inventor del electrófono y la pila que lleva su nombre, testimonió: “He estudiado y reflexionado mucho. Ahora ya veo a Dios en todo...”.<br />El astrónomo francés Hervé-Auguste-Etienne-Albans Faye (1814-1902), hablando de ateísmo dijo: “En cuanto a negar a Dios, es como si desde aquellas alturas se dejara uno caer pesadamente sobre el suelo. (...) Es falso que la ciencia haya llegado por sí misma a la negación de Dios. Esta se produce en ciertas épocas de lucha contra instituciones del pasado. Así se encuentran algunos filósofos ateos en la decadencia de la antigua sociedad grecorromana. A fines del siglo XVIII y aún hoy seguramente, porque es propio de la lucha, pronto volverán los espíritus a las verdades eternas, muy asombrados, en el fondo, de haberlas combatido durante tanto tiempo”.<br />El checo Gregor Johann Mendel (1822-1869) fue fraile agustino, padre de toda la genética y de gran parte de la biología actual, con su vida religiosa sin muchas palabras practicó su fe cristiana sin contradicciones con su ciencia.<br />El químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur, (1822-1895), fundador de la asepsia y antisepsia modernas, quien no tenía reparo en rezar su rosario mientras viajaba en tren a pesar de las burlas de algunos “universitarios” pedantes que sin saber quién era pensaban que era un simple campesino ignorante, decía: “Yo te aseguro que, porque sé algo, creo como un bretón; si supiera más creería como una bretona” (haciendo referencia a que su ciencia no contradecía la fe de un simple campesino).<br />El ingeniero alemán, luego nacionalizado americano, Wernher von Braum (nacido en 1912), autor del emplazamiento en órbita del primer satélite estadounidense Explorer I, llamado “rocket genius”, el genio de los cohetes, que trabajó como directivo en la NASA, en los proyectos del cohete Saturno y en el proyecto Apolo (cohete tripulado a la Luna), poseyó un profundo sentido religioso: “Los materialistas del siglo XIX y sus herederos los marxistas del siglo XX nos dicen que el creciente conocimiento científico de la creación permite rebajar la fe en un Creador. Pero toda nueva respuesta ha suscitado nuevas preguntas. Cuanto más comprendemos la complejidad de la estructura atómica, la naturaleza de la vida o el camino de las galaxias, tanto más encontramos nuevas razones para asombrarnos ante los esplendores de la creación divina... El hombre tiene necesidad de fe como tiene necesidad de paz, de agua y de aire... ¡Tenemos necesidad de creer en Dios!”.<br />El médico francés Aléxis Carrel (1873-1944), ateo convertido en Lourdes ante la vista de un milagro, decía: “Yo quiero creer, yo creo todo aquello que la Iglesia Católica quiere que crea más y, para hacer esto, no encuentro ninguna dificultad, porque no encuentro en la verdad de la Iglesia ninguna oposición real con los datos seguros de la ciencia”. “Yo no soy filósofo ni teólogo; hablo y escribo solamente como hombre de ciencia”.<br />Pascual Jordan (nacido en 1902) fue un físico alemán, fundador junto con Max Born y Werner Heisenberg de la mecánica cuántica, al escribir su libro que tituló El hombre de ciencia ante el problema religioso, decía: “No sin razón he titulado este libro El hombre de ciencia ante el problema religioso. Su intención era explicar cómo todos los impedimentos, todos los mitos que la ciencia antigua había levantado para obstruir el camino de acceso a la religión hoy han desaparecido (...)La afirmación de la concepción determinista de que Dios se había quedado sin trabajo en una naturaleza que seguía su curso regularmente, ha perdido ahora su fundamento. (...) En la innumerable cantidad de resultados siempre nuevos e indeterminados se puede ver la acción, la voluntad, el señorío de Dios (...) No afirmamos que la acción de Dios en la naturaleza se haya hecho científicamente visible o demostrable (...) sino que, en lo que concierne a la fe religiosa, la nueva física ha negado aquella negación: ha probado que son erróneas aquellas concepciones de la vieja ciencia que habían sido aducidas antes como pruebas en contra de la existencia de Dios”.<br />El neurobiólogo John Eccles, director del departamento de Bioquímica de la Universidad de Cambridge, decía hablando del materialismo de muchos científicos: “Creo que el materialismo hipotético es aún la creencia más extendida entre los científicos. Pero no contiene más que una promesa: que todo quedará explicado, incluso las formas más íntimas de la experiencia humana, en términos de células nerviosas... Esto no es más que un tipo de fe religiosa; o mejor, es una superstición que no está fundada en evidencias dignas de consideración. Cuanto más progresamos a la hora de comprender la conformación del cerebro humano, más clara resulta la singularidad del ser humano respecto a cualquier otra cosa del mundo material”.<br />Henry Margenau, colaborador de Einstein, Heisenberg y Scheoedinger, físico de la Universidad de Yale, fundador de tres importantes revistas científicas, ocho doctorados honoris causa, presidente de la American Association of the Philosophie et Science, decía: “Casi todo el mundo admite claramente que el Universo ha tenido un comienzo y aunque hay algunos, como Carl Sagan, que en astronomía son vivamente antirreligiosos, otros, como Robert Jastrow, que trabajan en el mismo campo, no lo son. Y Jastrow es más prestigioso que Sagan como científico y como físico. Sagan es un publicista, Jastrow es un físico que ha investigado la materia de la que habla. Y Jastrow es un hombre religioso”.<br />John von Neumann, matemático húngaro (1903-1957), hijo de un rico banquero judío, considerado por muchos como la mente más genial del siglo XX, comparable solo a la de Albert Einstein, participó activamente en el Proyecto Manhattan, el grupo de científicos que creó la primera bomba atómica, participó y dirigió la producción y puesta a punto de los primeros ordenadores y, como científico fue asesor del Consejo de Seguridad de los Estados Unidos en los años cincuenta; es el creador del campo de la Teoría de Juegos (un campo en el que trabajan actualmente miles de economistas y se publican a diario cientos de páginas) y además las formulaciones matemáticas descritas por él sirvieron de base para la teoría de la utilidad para resolver problemas del Equilibrio General. En 1937 publicó A Model of General Economic Equilibrium, del que E. Roy Weintraub dijo en 1983 que era “el más importante artículo sobre economía matemática que haya sido escrito jamás”. Este científico hacia el final de su vida se convirtió al catolicismo.<br /><br />Y termino con este texto del científico italiano Enrico Medi: “Cuando digo a un joven: mira, allí hay una estrella nueva, una galaxia, una estrella de neutrones, a cien millones de años luz de lejanía. Y, sin embargo, los protones, los electrones, los neutrones, los mesones que hay allí son idénticos a los que están en este micrófono (...). La identidad excluye la probabilidad. Lo que es idéntico no es probable (...). Por tanto, hay una causa, fuera del espacio, fuera del tiempo, dueña del ser, que ha dado al ser, ser así. Y esto es Dios (...). El ser, hablo científicamente, que ha dado a las cosas la causa de ser idénticas a mil millones de años-luz de distancia, existe. Y partículas idénticas en el universo tenemos 10 elevadas a la 85a potencia... ¿Queremos entonces acoger el canto de las galaxias? Si yo fuera Francisco de Asís proclamaría: ¡Oh galaxias de los cielos inmensos, alabad a mi Dios porque es omnipotente y bueno! ¡Oh átomos, protones, electrones! ¡Oh canto de los pájaros, rumor de las hojas, silbar del viento, cantad, a través de las manos del hombre y como plegaria, el himno que llega hasta Dios!”.<br /><br />Indudablemente, no se puede decir que la ciencia tenga problemas con Dios; la tienen algunos científicos... y no por su ciencia.<br /><br /><br />* * *<br /><br />Por todo esto podemos decir que la verdad sobre la existencia de Dios es un conocimiento tan claro que la Sagrada Escritura trata muy duramente a los sabios paganos que no supieron remontarse al Creador a través de la belleza y potencia de sus obras: <br /><br />Vanos por naturaleza todos los hombres en quienes se encontró ignorancia de Dios y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquél que es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, señores del mundo. Pues si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de éstos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si fue su poder y eficiencia lo que les dejó sobrecogidos, deduzcan de ahí cuánto más poderoso es Aquel que los hizo; pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor... Pues si llegaron a adquirir tanta ciencia que les capacitó para indagar el mundo, ¿cómo no llegaron primero a descubrir a su Señor? (Sb 13,1-5. 9)<br /><br /><br />Bibliografía para ampliar y profundizar<br /><br />–Reinhard Löw, Le nuove prove hce Dio esiste (Las nuevas pruebas de que Dios existe), Piemme, Casale Monferrato 1996 (el autor ha sido Director del Instituto de investigación en filosofía, de Hannover; especialista en la relación entre ciencias naturales y filosofía; esta es una puesta al día, desde la visión del científico, de las pruebas tradicionales, y de lo que el autor llama “las nuevas pruebas” científicas).<br />–Hillaire, La religión demostrada, Barcelona 1955.<br />–Cornelio Fabro, Le prove dell’esistenza di Dio, Ed. La Scuola, Brescia 1990 (excelente estudio con el análisis de las pruebas de la existencia de Dios en los principales filósofos de la historia).<br />–––––––––––––, Dios. Introducción al problema teológico, Rialp, Madrid 1961.<br />–––––––––––––, Drama del hombre y misterio de Dios, Rialp Madrid 1974.<br />–R. Garrigou-Lagrange, Dios. Su existencia. Su naturaleza (dos volúmenes), Palabra, Madrid 1980.<br />–Víktor Frankl, La presencia ignorada de Dios, Herder, Barcelona 1985.<br />–Fulton Sheen, Religión sin Dios, Latinamericana, México DF s/f.<br />–Antonio Royo Marín, Dios y su obra, BAC, Madrid 1963.<br />–Jesús Simón, SJ, A Dios por la ciencia, Barcelona 1947.<br />–Ricardo Viejo-Felíu, SJ, El Creador y su creación, Ponce, Puerto Rico, 1952.<br />–Jorge Loring, Para salvarte, Edapor, Madrid 1998 (51ª edición).<br />–Manuel Carreira, S.I., El creyente ante la Ciencia, Cuadernos BAC, n. 57. Madrid 1982.<br />–Max Picard, La huida de Dios, Guadarrama, Madrid 1962.<br />–Nello Venturini, I filosofi e Dio. Dizionario storico-critico, Marna, Barzago 2003.<br />––––––––––––––, La ricerca dell’Assoluto: Dio, c’è? Chi è?, Coletti 1998.<br /><br /><br /><br />Fabro, C., Le prove dell’esistenza di Dio, Ed. La Scuola, Brescia 1990, p. 7<br />Cf. Santo Tomás, Suma Contra Gentiles, I, 4.<br />En una reunión bastante numerosa, un incrédulo se expresó en contra de la existencia de Dios; y viendo que todo el mundo guardaba silencio, añadió: “Jamás hubiera creído ser el único que no cree en Dios, entre tantas personas inteligentes”. A lo cual replicó la dueña de la casa: “Se equivoca, señor; no es usted el único: mis caballos, mi perro y mi gato comparten con usted ese honor; sólo que ellos tienen el talento de no gloriarse”.<br />Para este punto utilizaré la exposición del P. Antonio Royo Marín, en su Dios y su obra, BAC, Madrid 1963, pp. 11-31. Sólo resumiré algunos párrafos, saltearé otros y añadiré algunos datos tomados de otros libros o más actualizados. No pongo entrecomillado el texto por su longitud, pero aclaro que casi todo cuanto sigue pertenece al docto dominico español.<br />Santo Tomás, Suma Teológica, I, 2, 3.<br />P. Jesús Simón, SJ, A Dios por la ciencia Barcelona 1947, p. 28.<br />Hillaire, La religión demostrada, Barcelona, 1955, pp. 6-7.<br />Santo Tomás, Suma Teológica, I, 2, 3.<br />Hillaire, op.cit., pp. 8-9.<br />William James, Variaciones de la experiencia filosófica; citado por Fulton Sheen, Religión sin Dios (ver bibliografía) p. 25.<br />Santo Tomás, Suma Teológica, I, 2, 3.<br />No importa que de hecho existan cosas mucho más calientes que el fuego ordinario; este es solo un ejemplo de Santo Tomás, tomado del lenguaje ordinario.<br />Santo Tomás, Suma Teológica, I, 2, 3.<br />Este argumento se puede ampliar para quien lo desee con la lectura de obras como las de Fabro citadas en la bibliografía.<br />Santo Tomás, Suma Teológica, I, 2, 3.<br />Obra realmente valiosa: P. Ricardo Viejo-Felíu, SJ, El Creador y su creación, Ponce, Puerto Rico, 1952; también se puede ver la obra de P. Jesús Simón, SJ, A Dios por la ciencia, Lumen Barcelona (hay edición más actual de Ed. Sol de Fátima, Madrid).<br />Cito casi textualmente, suprimiendo sólo algunos párrafos y modificando ligeramente otros. El texto del P. Loring, Para salvarte, Edapor, Madrid 1998 (51ª edición), nn. 1-9, tiene muchas notas a pie de página fundamentando cada afirmación; por razón de espacio sólo transcribiré algunas citas que considero fundamentales. El resto puede verse en su obra.<br />Manuel Carreira, S.I., Profesor de Física y Astronomía en la Universidad de Cleveland (EE.UU.); Antropocentrismo científico y religioso, Ed. A.D.U.E. Madrid, 1983<br />Manuel Carreira, S.I., El creyente ante la Ciencia, II, 3, Cuadernos BAC, n. 57. Madrid 1982.<br />Stephen W. Hawking, Historia del tiempo, II. Ed. Crítica, Barcelona, 1988<br />Stephen W. Hawking, Los tres primeros minutos del Universo, II. Alianza Editorial, Madrid.<br />Fred Hoyle, El Universo inteligente, pg. 169. Ed. Grijalbo, 1984.<br />James Jeans, Los misterios del universo, pg.175.<br />Desiderio Papp,Einstein, 3º, XIII, 7. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 1979.<br />Revista INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, V, 1.963, pg.53.<br />Isacc Newton, Scholium Generale de sus Philosophiae Naturalis Principia Mathemática.<br />Antonio Dúe, S.I., El cosmos en la actualidad científica, I, 5. Ed. FAX. Madrid.<br />Max Born, Ciencia y conciencia de la Era Atómica, 1º, IX. Alianza Editorial. Madrid, 1971.<br />Tomo este ejemplo de Royo Marín, op. cit., n. 22, p. 25. Se puede leer también en otros libros.<br />Cf. Tihamer Toth, Creo en Dios, Madrid 1939, p. 127.<br />Se pueden ver las dos excelentes recopilaciones Fe y científicos del siglo XX y Científicos del pasado creen en Dios, en: www.arvo.net; sección Ciencia y Fe.<br />Citado por Fulton Sheen, como se indicó en cita anterior.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-40920213816608700282010-07-12T01:44:00.000-05:002010-07-12T01:45:57.093-05:00Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net<br />¿Vivimos nuestra fe católica?<br /><br />La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón, a las acciones, los principios, las decisiones, al pensamiento y a la vida.<br />La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón y a las acciones, a los principios y a las decisiones, al pensamiento y a la vida.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el domingo es un día para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor. Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para dejar que Dios ilumine nuestras ideas y decisiones.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de gravedad del propio corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre, la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el primer lugar en nuestros proyectos. Cuando visitamos a los ancianos y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos y de sus familias. Cuando atendemos a las víctimas de las mil injusticias que afligen nuestro mundo.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos vanos. Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última hora. Cuando conocer cómo va el fútbol es mucho menos importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador, caído. Cuando tendemos la mano al que más lo necesita. Cuando defendemos la fama de quien es calumniado o difamado injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer mucho daño. Cuando promovemos esa alabanza sana y contagiosa que nace de los corazones buenos.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos más sencillos, los pensamientos más íntimos, los pensamientos más normales, están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el mundo de la gracia, porque queremos vivir a fondo cada enseñanza del Maestro.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado. Cuando pedimos perdón a Dios y a la Iglesia en el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos al hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la Virgen María y con los santos. Cuando nos preocupa lo que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos imitar mil ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio y brillan como luces en la marcha misteriosa de la historia humana.<br /><br />Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente, amar por un Dios que nos ha hablado por el Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico, sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-80710892888283691932010-06-16T14:16:00.001-05:002010-06-16T14:17:55.415-05:00"catolicas" que NO son CATOLICASNO se dejen engañar,,aqui no cabe la "excepcion" o "en mi opinion",,o se es o no se es,,o se respeta la vida o NO somos catolicos,,,<br /><br />El respeto de la vida humana<br /><br />El aborto<br /><br />2270 La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (cf CDF, instr. "Donum vitae" 1, 1).<br /><br /><br /> Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado (Jr 1, 5; Jb 10, 8-12; Sal 22, 10-11).<br /><br /> Y mis huesos no se te ocultban, cuando era yo hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra (Sal 139, 15).<br /><br /><br />2271 Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral.<br /><br /><br /> No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido. (Didajé, 2, 2; Bernabé, ep. 19, 5; Epístola a Diogneto 5, 5; Tertuliano, apol. 9).<br /><br /> Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables (GS 51, 3).<br /><br /><br />2272 La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. ‘Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae’ (CIC can. 1398), es decir, ‘de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito’ (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC can. 1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.<br /><br />2273 El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación:<br /><br /><br /><br /> ‘Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso recordar a este propósito el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte’ (CDF, instr. "Donum vitae" 3).<br /><br /> ‘Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho... El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos’. (CDF, instr. "Donum vitae" 3).<br /><br /><br /><br />2274 Puesto que debe ser tratado como una persona desde la concepción, el embrión deberá ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano.<br /><br />El diagnóstico prenatal es moralmente lícito, ‘si respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano, y si se orienta hacia su protección o hacia su curación... Pero se opondrá gravemente a la ley moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una sentencia de muerte’ (CDF, instr. "Donum vitae" 1, 2).<br /><br />2275 Se deben considerar ‘lícitas las intervenciones sobre el embrión humano, siempre que respeten la vida y la integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual’ (CDF, instr. "Donum vitae" 1, 3).<br /><br />‘Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como «material biológico» disponible’ (CDF, instr. "Donum vitae" 1, 5).<br /><br />‘Algunos intentos de intervenir en el patrimonio cromosómico y genético no son terapéuticos, sino que miran a la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo u otras cualidades prefijadas. Estas manipulaciones son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad’ (CDF, instr. "Donum vitae" 1, 6).Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-11736405509883898182010-06-01T20:44:00.001-05:002010-06-01T20:44:55.728-05:00SACRAMENTOS;;BAUTIZMOTodos queremos, como humanos, amar y ser amados. Y ser cristiano, no significa otra cosa que practicar el mandamiento del amor: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. El amor auténtico nunca ha sido un mal para nadie.<br />Que un niño goce del amor de sus padres ya desde la concepción, no es ningún condicionamiento negativo sobre la libertad y voluntad del niño. Más aún, es lo más hermoso que un niño puede poseer: el amor y afecto de sus padres.<br />Qué triste es ver a niños maltratados y rechazados por sus propios padres. ¿Por qué, pues, será el amor de Dios un mal para el nuevo bautizado? Gozar del amor de Dios es lo máximo que se puede pedir, y nosotros no tenemos el derecho de privar a nadie del don de ser amado.<br /><br />El bautismo es la puerta del encuentro con Cristo, el fundamento de toda la vida cristiana y la incorporación al pueblo de Dios, la Iglesia. Contiene en germen toda la acción santificadora de la gracia de Dios, que se irá desarrollando a lo largo de toda su vida. El hombre que hoy se bautiza como niño, llegará con la ayuda de la Iglesia, a responder conscientemente a la gracia que ha recibido. Necesitará de sus padres y de la misma Iglesia, pues son quienes han proclamado la fe en nombre el niño y se han hecho garantía de la educación y del desarrollo de su fe.<br /><br />"Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Juan 3,5)<br /><br />Las objeciones contra el Bautismo de los niños proceden de una triple ignorancia: Ignorancia de los bienes del Bautismo, de la Palabra de Dios y de la práctica de la Iglesia.<br />El Bautismo es una gracia Inestimable<br />El Bautismo nos hace hijos de Dios. Gálatas 4, 5-7<br />El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo. Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) 1253<br />El Bautismo nos lava el pecado. Hechos 2, 38<br />El Bautismo nos incorpora a Cristo, Romanos 8, 29. CIC 1272 y a la comunidad de salvación. CIC1273<br />El Bautismo nos imprime el "sello del Señor" con que el Espíritu Santo nos ha marcado para el día de la redención. Efesios 4, 30<br /><br />Los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo.<br /><br />¿Qué Dice La Biblia?<br /><br />Jesucristo lo dijo claramente a Nicodemo: "Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios" Juan 3, 5. Jesucristo no excluye a nadie, todos necesitan del Bautismo. "Lo nacido de la carne, es carne, lo nacido del Espíritu, es espíritu". Si un niño no está bautizado no es nacido del Espíritu.<br /><br />Lo que Enseña el Antiguo Testamento<br /><br />Los niños en la Antigua Alianza no esperaban a ser adultos para incorporarse al pueblo de Dios, sino que eran circuncidados al octavo día. Lee: Hechos 7, 8. El Bautismo sustituye a la circuncisión, por eso los primeros cristianos bautizaban a los niños.<br /><br />La Práctica de la Iglesia<br /><br />En un inicio, la mayoría de los bautizados eran adultos. No era posible de otra manera porque era una Iglesia de convertidos. Pero ya desde entonces era costumbre bautizar "casas" enteras: 1 Corintios 1, 16; Hechos 16, 15. 33. Los miembros de la casa incluían a las mujeres, a los niños y a los esclavos aunque no se mencione.<br /><br />El Bautismo era comparado con el Arca de Noé, donde se salvaba la familia entera: Padres e hijos. 1Pedro 3, 20-21. La salvación era para toda la familia.<br /><br />San Policarpo que murió en 155 d.C. en el momento de su martirio, cuando se le pide abjurar de su fe en Cristo, atestigua: "Hace ochenta seis años que le sirvo", difícilmente podría haber dicho eso si no hubiese sido bautizado desde niño.<br />Lo Que Enseña La Iglesia<br />La advertencia de Cristo en el Evangelio: "Quien no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos" (Juan 3,5), debe entenderse como la invitación de un amor universal e infinito; un llamado a sus hijos deseando para ellos el mayor bien. Este llamamiento irrevocable y urgente no puede dejar al hombre en una actitud indiferente o neutral, ya que su aceptación es para él la condición del cumplimiento de su destino. (Instrucción soble el Bautismo de los niños #10)<br /><br />La fe, no es sólo un acto personal, sino también una virtud sobrenatural. Los niños no son capaces de un acto personal de fe, pero sí pueden tener la fe como virtud sobrenatural. De la misma manera que "el amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espírtu Santo que nos ha sido dado", es decir, por gracia y no por nuestro propio esfuerzo asi también el Espíritu Santo da la fe a los que reciben el Bautismo. (La Doctrina de la Fe, Franco Amerio p.445)<br /><br />Objeciones<br />1ª. Objeción. La fe es necesaria para el Bautismo, los niños no pueden hacer un acto de fe, por tanto no pueden ser bautizados.<br /><br />La Iglesia está de acuerdo: "El Bautismo es el sacramento de la fe". (CIC 1253). "El que creyere y se bautizare se salvará" (Marcos 16, 16) Por eso "..el Bautismo jamás se ha administrado sin fe: para los niños se trata de la fe de la Iglesia". (Instrucción sobre el Bautismo de los Niños No. 18).<br /><br />Entrar al cine sin boleto es un fraude, pero si otro paga mi boleto, tengo tanto derecho a entrar como si yo lo hubiera pagado.<br /><br />Cristo siempre exigió la fe para sanar a los enfermos, pero en el caso de los niños bastaba la fe de su padre o su madre, como es el caso de la hija de Jairo, Marcos 5, 36 y de la hija de la sirofenicia, Mateo 15, 28.<br /><br />Nadie se puede dar la fe a sí mismo. El niño recibe la vida de sus padres, y la fe de la Iglesia. Es una fe inicial, en semilla, que después debe crecer y volverse adulta, sin embargo basta para recibir el Bautismo. De esta forma los niños reciben la fe y con ella la vida eterna como un don gratuito de Dios a través de la iglesia. Lee: CIC n. 169.<br /><br />El Bautismo de los niños pone de manifiesto la gratuidad de la salvación.<br /><br />"Dejad que los niños vengan a mí"<br /><br />La Sra. Edith era una convencida Bautista, pero sucedió que uno de sus hijos nació con Síndrome de Down. El pastor se negó a bautizarlo porque el niño "no podía hacer un acto de fe". Para la Sra. Edith las palabras de Cristo eran claras: "Quien no nace del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios". ¿Por qué su hijo iba a estar excluido del Reino de Dios? Decidió llevar a su hijo a una iglesia donde lo bautizaran y así se convirtió el niño en hijo de Dios y ella a la fe católica.<br /><br />2ª. Objeción. Los niños no necesitan Bautismo porque ellos son inocentes y no tienen pecado.<br /><br />El que no distingue, confunde. Los niños no tienen pecados personales, pero sí tienen el pecado original.<br /><br />San Pablo opone a la universalidad del pecado, la universalidad de la salvación en Cristo: "Por un sólo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, pues todos pecaron..." Romanos 5, 12 Si todos sufren la derrota del pecado, entonces, todos necesitan el baño que nos lava del pecado: el bautizo.<br /><br />TODOS SOMOS PECADORES<br /><br />El Rey David dice en el salmo 50: "Míra, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre..." Si el bebé, desde el seno de su madre, nace con culpa y es un pecador, quiere decir que también necesita el "Bautismo para el perdón de los pecados". Lee: Hechos 2, 37. Estudia detenidamente: CIC n.1250 y 405.<br /><br />TODOS SOMOS CIEGOS<br /><br />La historia del ciego de nacimiento (Juan 9) es muy aleccionadora. El ciego representa al cristiano, porque todos nacemos ciegos a la fe y, por tanto, todos necesitamos lavarnos en la Piscina del Enviado = el Bautismo de Cristo. Si los gatitos a los ocho días abren los ojos ¿porqué los niños deben esperar a ser adultos para abrirlos?<br /><br />3ª. Objeción. No es bueno imponer a los niños una fe que ellos no han escogido.<br /><br />La fe ni es "escogida", ni es "impuesta" sino que es don y gracia de Dios. Si el Bautismo confiere a los hijos el bien sublime de la gracia divina, sólo unos padres ignorantes o incrédulos podran negar a sus hijos este don. Pero además, ¿quién eres tú para negar a Jesucristo el derecho legítimo sobre aquel por quien Él murió y resucitó?<br /><br />4ª. Objeción. Jesucristo se bautizó de grande y se bautizó en el río.<br /><br />Esta objeción revela una gran ignorancia de la palabra de Dios. Porque Cristo recibió el Bautismo de Juan, que era un bautismo de penitencia, nosotros en cambio, recibimos el Bautismo de Cristo, en fuego y Espíritu. Por eso somos "cristianos" y no "bautistas". Y por eso los católicos bautizamos no como el Bautista lo hacía, sino como Cristo manda: "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Lee: Mateo 28, 19.<br /><br />5ª. Objeción. ¿Y qué hay de los niños que mueren sin Bautismo?<br /><br />"La Iglesia los confía a la misericordia de Dios que quiere que todos los hombres se salven" (1Timoteo 2, 4) y a la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis" (Marcos 10, 14). Esto nos permite confiar en que hay un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños vengan a Cristo por el don del Bautismo. (CIC n. 1261).Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-56078634462992701622010-05-03T01:42:00.000-05:002010-05-03T01:43:23.809-05:00Los "estados" de la concienciaLas enfermedades de la conciencia<br />Por Omar Árcega E.(tomado de EL OBSERVADOR)<br /><br />Lo que nos ayuda a distinguir lo correcto de lo incorrecto es la conciencia; sin embargo, ésta sufre duros ataques y embates en la sociedad actual. Esto ocasiona que la rectitud de conciencia que caracteriza al católico se muestre enferma, deforme, y, en casos extremos, pervertida. A continuación analizaremos algunas de las patologías de la conciencia deformada. <br /><br />La conciencia indelicada<br />Cuando admites a sabiendas pequeñas transgresiones a tus deberes profesionales, familiares y personales: «Total, no es nada. Total, a nadie hago el mal. Total, es poca cosa», ante esto conviene recordar la frase evangélica: «El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho» (Lc 16,10). Ser constantes en las cosas pequeñas nos entrena para tener fortaleza para los acontecimientos grandes. Si se empieza a flaquear en los acontecimientos «insignificantes» terminaremos trasgrediendo hechos trascendentes.<br /><br />La conciencia adormecida<br /><br />Bajo la anestesia de la juerga, la francachela, la superficialidad, el alcohol, el vicio, las mujeres...tu conciencia no reacciona, no escuchas su voz. Está dormida, narcotizada, anestesiada. Nada nos parece grave, todo es permitido, aquí se pierde el horizonte de lo divino, vivimos como si no existiera lo incorrecto. Una conciencia con este problema flaco favor le hace a su dueño, pues constantemente lo expone al daño a sí mimo y a los demás.<br /><br />La conciencia domesticada<br /><br />Una conciencia para andar por casa. Es conciencia mansa, que ya no produce remordimientos, angustias, desazones interiores ante el mal hecho. La has domesticado: ya no salta, ya no ruge, ya no se lanza...la tienes bien tranquila, con el látigo de la excusa y de las justificaciones. Se pierde la capacidad de distinguir la luz de las sombras. A fuerza de pensar como vivimos, nuestra mente pierde el sentido de la rectitud, todo es justificable: mis excesos, mis flojeras, mi poco compromiso. En esa justificación estamos cometiendo una atentado contra la verdad, pues engañamos a los que nos rodean y pretendemos engañarnos a nosotros mismos.<br /><br />La conciencia deformada<br /><br />Juzga bueno lo que es malo y viceversa. Este es un caso grave; desde la deformidad, los excesos en el alcohol, el egoísmo enfermizo, la falta de generosidad, todo esto se percibe como algo positivo, como la reafirmación de mi «yo», como el punto supremo de mi autonomía.<br /><br />Actitudes como la bondad, el correcto uso de la genitalidad, el don de sí mismo, la condescendencia, el preocuparme y ocuparme de mi prójimo se perciben como absurdos, como acciones que atentan contra el propio ser humano. Esto ocasiona que las relaciones sociales y personales se vean seriamente dañadas; se impone la idea de que mi prójimo es un medio y no un fin. Todo esto se ve reforzado por películas, actitudes de artistas o «líderes» de opinión. Si a esto sumamos una ausencia de las propuestas católicas en los medio de comunicación, entonces tenemos una masificación de las deformidades de la conciencia.<br /><br />La conciencia farisaica<br /><br />Es el afán de aparentar exteriormente rectitud moral, estando lleno por dentro de mentiras e hipocresía. Este problema suele ser más común de lo que parece. Surge por varios motivos: cuando no se tiene un claro conocimiento de sí mismo, de las debilidades y fortalezas propias; cuando se considera que el seguimiento de la letra basta y se olvida la auténtica conversión de corazón.<br /><br />En este estado el ser humano se aferra a lo externo, a lo visible. Se convierte en esclavo de las apariencias; pierde de vista que lo externo es mero reflejo de una vivencia interna y que, cuando esto no se da, todo lo demás sale sobrando.<br /><br />Por una conciencia recta<br /><br />Uno de los retos que tenemos como católicos es informar y formar nuestra conciencia. No podemos ir por la vida guiándonos por el «yo creo» sin antes habernos ocupado de entender las razones de los comportamientos morales que la Iglesia propone para nuestra plena realización como seres humanos. Sólo de esta forma podremos dar un testimonio mas digno y colaborar para la construcción del Reino de los Cielos.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-7843470933301609862010-04-13T20:14:00.001-05:002010-04-13T20:18:56.830-05:00NO HAY NADA PEOR QUE EL JUZGAR""" NO HAY NADA PEOR QUE EL JUZGAR<br /><br />Se dan cuenta de qué pecado tan grande cometemos cuando juzgamos al prójimo?.<br />Los Santos Padres han dicho, "No existe nada peor que el juzgar", y sin embargo , es por aquellas cosas que llamamos de poca importancia por lo que llegamos a un mal tan grave.<br /><br />EL ESPIRITU EMPIEZA A OLVIDARSE DE SUS PROPIOS PECADOS Y A OCUPARSE DEL PROJIMO,DE AHI VIENEN LOS JUICIOS, CALUMNIAS, DESPRECIOS Y NOS CONVERTIMOS EN JUECES Y VERDUGOS (quien nos dio ese "nombramiento" ???).<br /><br />Cuando descuidamos nuestras propias miserias, cuando "NO LLORAMOS A NUESTRO PROPIO MUERTO" (segun la expresión de los Santos Padres), no podemos corregirnos en nada sino que nos ocupamos constantemente del hermano, amigo, esposo(a), etc.<br /><br />NADA IRRITA MAS A DIOS, NADA DESPOJA MAS AL HOMBRE Y LO CONDUCE AL ABANDONO, QUE EL HECHO DE CRITICAR,JUZGAR Y CONDENAR AL PROJIMO.<br /><br />Criticar, juzgar y condenar son cosas diferentes:<br />El que critica se limita a decir, "fulanito(a) se ha encolerizado", pero te lleva al juicio,,<br />El que juzga dice, "fulanito es un colerico", "zutanito deberia hacer tal o cual cosa",, aquí nos pronunciamos sobre la vida del prójimo (quien nos dio esa "facultad"??).<br /><br />Cristro mismo dice " HIPOCRITA, sácate primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver claro para sacar la paja del ojo de tu hermano".<br /><br />NO EXISTE NADA MAS GRAVE. mas enojoso a los ojos de Dios, que criticar, juzgar y condenar al prójimo;PORQUE NO MAS BIEN NOS CRITICAMOS NOS JUZGAMOS Y CONDENAMOS A NOSOTROS MISMOS ya que conocemos nuestros defectos, de los cuales tendremos que dar cuentas a DIOS ??<br /><br />PORQUE QUITAR EL JUICIO A DIOS ??<br /><br />COMO NOS PERMITIMOS EXIGIR A SUS HIJOS??<br /><br />PORQUE NOS CARGAMOS CON EL PAQUETE DEL OTRO??<br /><br />Nosotros ya tenemos de que preocuparnos, cada quien carguemos nuestro propio paquete, que cada uno piense en si mismo y en NUESTRAS PROPIAS MISERIAS.<br /><br />SOLO A DIOS LE CORRESPONDE CRITICAR, JUZGAR Y CONDENAR<br />A EL que conoce hasta lo más profundo de nuestro ser, a EL no podemos ocultarle NADA,,EL nos puede juzgar de acuerdo a nuestra propia particularidad.<br />Nosotros NO podemos conocer NADA, absolutamente nada de los juicios de DIOS, Solo EL puede comprender todo y juzgar los asuntos de cada uno de nosotros.<br /><br />DIOS puede juzgar a nuestro prójimo por algun acto de simplicidad que lo complace a EL más que toda su vida,,,,Y TU TE TRANSFORMAS EN SU JUEZ Y VERDUGO (QUIEN TE DIO ESE NOMBRAMIENTO ¡?¡?),,,,de esta forma, dañamos nuestra alma...<br />Si el llega a caer:<br />¿COMO PODEMOS SABER CUANTOS COMBATES HA TENIDO?<br />¿COMO PODEMOS SABER CUANTOS COMBATES HA LIBRADO , CUANTAS VECES HA DERRAMADO SU SANGRE ANTES DE COMETER EL MAL?<br /><br />Quiza su falta cuente ante DIOS como una obra de justicia, porque DIOS ve su pena y el tormento que ha soportado anteriormente, siente piedad de el y lo perdona Y TU TE ATREVES A JUZGARLO ?¡?¡,,, criticamos, juzgamos y condenamos para NUESTRA propia perdición,,<br /><br />Como podemos conocer todas la lagrimas que ha derramado sobre su falta en Presencia de DIOS??? Nosotros hemos visto la falla,,,pero no conocemos el arrepentimiento ni por todo lo que ha pasado,,,<br /><br />Porque el criticar, el juzgar y condenar es para nuestra propia perdición??,,,,"porque con la vara que midas seras medido",,,<br />Si criticamos , juzgamos y condenamos con una medida de 200,,,Dios hará lo mismo con nosotros" """"<br /><br />Y esto hermanos,,,,puede ser nuestra condenación..<br /><br />Saludos a todas y todos,,Dios los y las bendiga,,,Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-42281343978746968112010-02-16T21:22:00.000-06:002010-02-16T21:23:54.295-06:00TIENE SENTIDO EL AYUNO??¡Queridos hermanos y hermanas!<br />Mensaje de Benedicto XVI a propósito de la Cuaresma<br /><br />Al comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de preparación espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor —la oración, el ayuno y la limosna— para disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo, hacer experiencia del poder de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos” (Pregón pascual). En mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, este año deseo detenerme a reflexionar especialmente sobre el valor y el sentido del ayuno. En efecto, la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. Leemos en el Evangelio: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mt 4,1-2). Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley (cfr. Ex 34, 8), o que Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb (cfr. 1R 19,8), Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador.<br /><br />Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2, 16-17). Comentando la orden divina, San Basilio observa que “el ayuno ya existía en el paraíso”, y “la primera orden en este sentido fue dada a Adán”. Por lo tanto, concluye: “El ‘no debes comer’ es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia” (cfr. Sermo de jejunio: PG 31, 163, 98). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor. Es lo que hizo Esdras antes de su viaje de vuelta desde el exilio a la Tierra Prometida, invitando al pueblo reunido a ayunar “para humillarnos —dijo— delante de nuestro Dios” (8,21). El Todopoderoso escuchó su oración y aseguró su favor y su protección. Lo mismo hicieron los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su sinceridad, un ayuno diciendo: “A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos” (3,9). También en esa ocasión Dios vio sus obras y les perdonó.<br /><br />En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de “no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia.<br /><br />La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana (cfr. Hch 13,3; 14,22; 27,21; 2Co 6,5). También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del “viejo Adán” y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro Crisólogo: “El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” (Sermo 43: PL 52, 320, 332).<br /><br />En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no “vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos” (cfr. Cap. I). La Cuaresma podría ser una buena ocasión para retomar las normas contenidas en la citada Constitución apostólica, valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio (cfr. Mt 22,34-40).<br /><br />La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín, que conocía bien sus propias inclinaciones negativas y las definía “retorcidísima y enredadísima complicación de nudos” (Confesiones, II, 10.18), en su tratado La utilidad del ayuno, escribía: “Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura” (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708). Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.<br /><br />Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: “Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cfr. Enc. Deus caritas est, 15). Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co 8-9; Rm 15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.<br /><br />Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: “Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia – Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención”.<br /><br />Queridos hermanos y hermanas, bien mirado el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios (cfr. Enc. Veritatis Splendor, 21). Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma. Que nos acompañe la Beata Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”. Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.<br /><br />Vaticano, 11 de diciembre de 2008Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-77176659239674957822010-02-01T21:56:00.001-06:002010-02-01T21:58:29.323-06:00El valor salvifico del sufrimientoCARTA APOSTÓLICA<br />SALVIFICI DOLORIS<br />DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II A LOS OBISPOS, SACERDOTES, FAMILIAS RELIGIOSAS Y FIELES DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE EL SENTIDO CRISTIANO DEL SUFRIMIENTO HUMANO<br /><br />Venerables Hermanos en el episcopado, queridos hermanos y hermanas en Cristo:<br /><br />I. INTRODUCCIÓN<br /><br />1. «Suplo en mi carne -dice el apóstol Pablo, indicando el valor salvífico del sufrimiento- lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia».(1)<br />Estas palabras parecen encontrarse al final del largo camino por el que discurre el sufrimiento presente en la historia del hombre e iluminado por la palabra de Dios. Ellas tienen el valor casi de un descubrimiento definitivo que va acompañado de alegría; por ello el Apóstol escribe: «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros».(2) La alegría deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento; tal descubrimiento, aunque participa en él de modo personalísimo Pablo de Tarso que escribe estas palabras, es a la vez válido para los demás. El Apóstol comunica el propio descubrimiento y goza por todos aquellos a quienes puede ayudar --como le ayudó a él mismo-- a penetrar en el sentido salvífico del sufrimiento.<br /><br />2. El tema del sufrimiento --precisamente bajo el aspecto de este sentido salvífico-- parece estar profundamente inserto en el contexto del Año de la Redención como Jubileo extraordinario de la Iglesia; también esta circunstancia depone directamente en favor de la atención que debe prestarse a ello precisamente durante este período. Con independencia de este hecho, es un tema universal que acompaña al hombre a lo largo y ancho de la geografía. En cierto sentido coexiste con él en el mundo y por ello hay que volver sobre él constantemente. Aunque San Pablo ha escrito en la carta a los Romanos que «la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto»;(3) aunque el hombre conoce bien y tiene presentes los sufrimientos del mundo animal, sin embargo lo que expresamos con la palabra «sufrimiento» parece ser particularmente esencial a la naturaleza del hombre. Ello es tan profundo como el hombre, precisamente porque manifiesta a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera. El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido «destinado» a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo.<br /><br />3. Si el tema del sufrimiento debe ser afrontado de manera particular en el contexto del Año de la Redención, esto sucede ante todo porque la redención se ha realizado mediante la cruz de Cristo, o sea mediante su sufrimiento. Y al mismo tiempo, en el Año de la Redención pensamos de nuevo en la verdad expresada en la Encíclica Redemptor hominis: en Cristo «cada hombre se convierte en camino de la Iglesia».(4) Se puede decir que el hombre se convierte de modo particular en camino de la Iglesia, cuando en su vida entra el sufrimiento. Esto sucede, como es sabido, en diversos momentos de la vida; se realiza de maneras diferentes; asume dimensiones diversas; sin embargo, de una forma o de otra, el sufrimiento parece ser, y lo es, casi inseparable de la existencia terrena del hombre.<br /><br />Dado pues que el hombre, a través de su vida terrena, camino en un modo o en otro por el camino del sufrimiento, la Iglesia debería --en todo tiempo, y quizá especialmente en el Año de la Redención-- encontrarse con el hombre precisamente en este camino. La Iglesia, que nace del misterio de la redención en la cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino de su sufrimiento.<br /><br />En tal encuentro el hombre «se convierte en el camino de la Iglesia», y es este uno de los caminos más importantes.<br /><br />4. De aquí deriva también esta reflexión, precisamente en el Año de la Redención: la reflexión sobre el sufrimiento. El sufrimiento humano suscita compasión, suscita también respeto, y a su manera atemoriza. En efecto, en él está contenida la grandeza de un misterio específico. Este particular respeto por todo sufrimiento humano debe ser puesto al principio de cuanto será expuesto a continuación desde la más profunda necesidad del corazón, y también desde el profundo imperativo de la fe. En el tema del sufrimiento, estos dos motivos parecen acercarse particularmente y unirse entre sí: la necesidad del corazón nos manda vencer la timidez, y el imperativo de la fe --formulado, por ejemplo, en las palabras de San Pablo recordadas al principio-- brinda el contenido, en nombre y en virtud del cual osamos tocar lo que parece en todo hombre algo tan intangible; porque el hombre, en su sufrimiento, es un misterio intangible.<br /><br />II. EL MUNDO DEL SUFRIMIENTO HUMANO<br /><br />5. Aunque en su dimensión subjetiva, como hecho personal, encerrado en el concreto e irrepetible interior del hombre, el sufrimiento parece casi inefable e intransferible, quizá al mismo tiempo ninguna otra cosa exige --en su «realidad objetiva»-- ser tratada, meditada, concebida en la forma de un explícito problema; y exige que en torno a él hagan preguntas de fondo y se busquen respuestas. Como se ve, no se trata aquí solamente de dar una descripción del sufrimiento. Hay otros criterios, que van más allá de la esfera de la descripción y que hemos de tener en cuenta, cuando queremos penetrar en el mundo del sufrimiento humano.<br /><br />Puede ser que la medicina, en cuanto ciencia y a la vez arte de curar, descubra en el vasto terreno del sufrimiento del hombre el sector más conocido, el identificado con mayor precisión y relativamente más compensado por los métodos del «reaccionar» (es decir, de la terapéutica). Sin embargo, éste es sólo un sector. El terreno del sufrimiento humano es mucho más vasto, mucho más variado y pluridimensional. El hombre sufre de modos diversos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y a la vez aún más profundamente enraizado en la humanidad misma. Una cierta idea de este problema nos viene de la distinción entre sufrimiento físico y sufrimiento moral. Esta distinción toma como fundamento la doble dimensión del ser humano, e indica el elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto del sufrimiento. Aunque se puedan usar como sinónimos, hasta un cierto punto, las palabras «sufrimiento» y «dolor», el sufrimiento físico se da cuando de cualquier manera «duele el cuerpo», mientras que el sufrimiento moral es «dolor del alma». Se trata, en efecto, del dolor de tipo espiritual, y no sólo de la dimensión «psíquica» del dolor que acompaña tanto el sufrimiento moral como el físico. La extensión y la multiformidad del sufrimiento moral no son ciertamente menores que las del físico; pero a la vez aquél aparece como menos identificado y menos alcanzable por la terapéutica.<br /><br />6. La Sagrada Escritura es un gran libro sobre el sufrimiento. De los libros del Antiguo Testamento mencionaremos sólo algunos ejemplos de situaciones que llevan el signo del sufrimiento, ante todo moral: el peligro de muerte,(5) la muerte de los propios hijos,(6) y especialmente la muerte del hijo primogénito y único.(7) También la falta de prole,(8) la nostalgia de la patria,(9) la persecución y hostilidad del ambiente,(10) el escarnio y la irrisión hacia quien sufre,(11) la soledad y el abandono.(12) Y otros más, como el remordimiento de conciencia,(13) la dificultad en comprender por qué los malos prosperan y los justos sufren,(14) la infidelidad e ingratitud por parte de amigos y vecinos,(15) las desventuras de la propia nación.(l6)<br /><br />El Antiguo Testamento, tratando al hombre como un «conjunto» psicofísico, une con frecuencia los sufrimientos «morales» con el dolor de determinadas partes del organismo: de los huesos,(17) de los riñones,(18) del hígado,(19) de las vísceras,(20) del corazón.(21) En efecto, no se puede negar que los sufrimientos morales tienen también una parte «física» o somática, y que con frecuencia se reflejan en el estado general del organismo.<br /><br />7. Como se ve a través de los ejemplos aducidos, en la Sagrada Escritura encontramos un vasto elenco de situaciones dolorosas para el hombre por diversos motivos. Este elenco diversificado no agota ciertamente todo lo que sobre el sufrimiento ha dicho ya y repite constantemente el libro de la historia del hombre (éste es más bien un «libro no escrito»), y más todavía el libro de la historia de la humanidad, leído a través de la historia de cada hombre.<br /><br />Se puede decir que el hombre sufre, cuando experimenta cualquier mal. En el vocabulario del Antiguo Testamento, la relación entre sufrimiento y mal se pone en evidencia como identidad. Aquel vocabulario, en efecto, no poseía una palabra específica para indicar el «sufrimiento»; por ello definía como «mal» todo aquello que era sufrimiento.(22) Solamente la lengua griega y con ella el Nuevo Testamento (y las versiones griegas del Antiguo) se sirven del verbo «pas* = estoy afectado por..., experimento una sensación, sufro», y gracias a él el sufrimiento no es directamente identificable con el mal (objetivo), sino que expresa una situación en la que el hombre prueba el mal, y probándolo, se hace sujeto de sufrimiento. Este, en verdad, tiene a la vez carácter activo y pasivo (de «patior»). Incluso cuando el hombre se procura por sí mismo un sufrimiento, cuando es el autor del mismo, ese sufrimiento queda como algo pasivo en su esencia metafísica.<br /><br />Sin embargo, esto no quiere decir que el sufrimiento en sentido psicológico no esté marcado por una «actividad» específica. Esta es, efectivamente, aquella múltiple y subjetivamente diferenciada «actividad» de dolor, de tristeza, de desilusión, de abatimiento o hasta de desesperación, según la intensidad del sufrimiento, de su profundidad o indirectamente según toda la estructura del sujeto que sufre y de su específica sensibilidad. Dentro de lo que constituye la forma psicológica del sufrimiento, se halla siempre una experiencia de mal, a causa del cual el hombre sufre.<br /><br />Así pues, la realidad del sufrimiento pone una pregunta sobre la esencia del mal: ¿qué es el mal?<br /><br />Esta pregunta parece inseparable, en cierto sentido, del tema del sufrimiento. La respuesta cristiana a esa pregunta es distinta de la que dan algunas tradiciones culturales y religiosas, que creen que la existencia es un mal del cual hay que liberarse. El cristianismo proclama el esencial bien de la existencia y el bien de lo que existe, profesa la bondad del Creador y proclama el bien de las criaturas. El hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta, limitación o distorsión del bien. Se podría decir que el hombre sufre a causa de un bien del que él no participa, del cual es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha privado. Sufre en particular cuando «debería» tener parte --en circunstancias normales-- en este bien y no lo tiene.<br /><br />Así pues, en el concepto cristiano la realidad del sufrimiento se explica por medio del mal que está siempre referido, de algún modo, a un bien.<br /><br />8. El sufrimiento humano constituye en sí mismo casi un específico «mundo» que existe junto con el hombre, que aparece en él y pasa, o a veces no pasa, pero se consolida y se profundiza en él. Este mundo del sufrimiento, dividido en muchos y muy numerosos sujetos, existe casi en la dispersión. Cada hombre, mediante su sufrimiento personal, constituye no sólo una pequeña parte de ese «mundo», sino que a la vez aquel «mundo» está en él como una entidad finita e irrepetible. Unida a ello está, sin embargo, la dimensión interpersonal y social. El mundo del sufrimiento posee como una cierta compactibilidad propia. Los hombres que sufren se hacen semejantes entre sí a través de la analogía de la situación, la prueba del destino o mediante la necesidad de comprensión y atenciones; quizá sobre todo mediante la persistente pregunta acerca del sentido de tal situación. Por ello, aunque el mundo del sufrimiento exista en la dispersión, al mismo tiempo contiene en sí un singular desafío a la comunión y la solidaridad. Trataremos de seguir también esa llamada en estas reflexiones.<br /><br />Pensando en el mundo del sufrimiento en su sentido personal y a la vez colectivo, no es posible, finalmente, dejar de notar que tal mundo, en algunos períodos de tiempo y en algunos espacios de la existencia humana, parece que se hace particularmente denso. Esto sucede, por ejemplo, en casos de calamidades naturales, de epidemias, de catástrofes y cataclismos o de diversos flagelos sociales. Pensemos, por ejemplo, en el caso de una mala cosecha y, como consecuencia del mismo --o de otras diversas causas--, en el drama del hambre.<br /><br />Pensemos, finalmente, en la guerra. Hablo de ella de modo especial. Habla de las dos últimas guerras mundiales, de las que la segunda ha traído consigo un cúmulo todavía mayor de muerte y un pesado acervo de sufrimientos humanos. A su vez, la segunda mitad de nuestro siglo --como en proporción con los errores y trasgresiones de nuestra civilización contemporánea-- lleva en sí una amenaza tan horrible de guerra nuclear, que no podemos pensar en este período sino en términos de un incomparable acumularse de sufrimientos, hasta llegar a la posible autodestrucción de la humanidad. De esta manera ese mundo de sufrimiento, que en definitiva tiene su sujeto en cada hombre, parece transformarse en nuestra época --quizá más que en cualquier otro momento-- en un particular «sufrimiento del mundo»; del mundo que ha sido transformado, como nunca antes, por el progreso realizado por el hombre y que, a la vez, está en peligro más que nunca, a causa de los errores y culpas del hombre.<br /><br />III. A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO<br /><br />9. Dentro de cada sufrimiento experimentado por el hombre, y también en lo profundo del mundo del sufrimiento, aparece inevitablemente la pregunta: ¿por qué? Es una pregunta acerca de la causa, la razón; una pregunta acerca de la finalidad (para qué); en definitiva, acerca del sentido. Esta no sólo acompaña el sufrimiento humano, sino que parece determinar incluso el contenido humano, eso por lo que el sufrimiento es propiamente sufrimiento humano.<br /><br />Obviamente el dolor, sobre todo el físico, está ampliamente difundido en el mundo de los animales. Pero solamente el hombre, cuando sufre, sabe que sufre y se pregunta por qué; y sufre de manera humanamente aún más profunda, si no encuentra una respuesta satisfactoria. Esta es una pregunta difícil, como lo es otra, muy afín, es decir, la que se refiere al mal: ¿Por qué el mal? ¿Por qué el mal en el mundo? Cuando ponemos la pregunta de esta manera, hacemos siempre, al menos en cierta medida, una pregunta también sobre el sufrimiento.<br /><br />Ambas preguntas son difíciles cuando las hace el hombre al hombre, los hombres a los hombres, como también cuando el hombre las hace a Dios. En efecto, el hombre no hace esta pregunta al mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que la hace a Dios como Creador y Señor del mundo.<br /><br />Y es bien sabido que en la línea de esta pregunta se llega no sólo a múltiples frustraciones y conflictos en la relación del hombre con Dios, sino que sucede incluso que se llega a la negación misma de Dios. En efecto, si la existencia del mundo abre casi la mirada del alma humana a la existencia de Dios, a su sabiduría, poder y magnificencia, el mal y el sufrimiento parecen ofuscar esta imagen, a veces de modo radical, tanto más en el drama diario de tantos sufrimientos sin culpa y de tantas culpas sin una adecuada pena. Por ello, esta circunstancia --tal vez más aún que cualquier otra-- indica cuán importante es la pregunta sobre el sentido del sufrimiento y con qué agudeza es preciso tratar tanto la pregunta misma como las posibles respuestas a dar.<br /><br />10. El hombre puede dirigir tal pregunta a Dios con toda la conmoción de su corazón y con la mente llena de asombro y de inquietud; Dios espera la pregunta y la escucha, como podemos ver en la Revelación del Antiguo Testamento. En el libro de Job la pregunta ha encontrado su expresión más viva.<br /><br />Es conocida la historia de este hombre justo, que sin ninguna culpa propia es probado por innumerables sufrimientos. Pierde sus bienes, los hijos e hijas, y finalmente él mismo padece una grave enfermedad. En esta horrible situación se presentan en su casa tres viejos amigos, los cuales --cada uno con palabras distintas-- tratan de convencerlo de que, habiendo sido afectado por tantos y tan terribles sufrimientos, debe haber cometido alguna culpa grave. En efecto, el sufrimiento --dicen-- se abate siempre sobre el hombre como pena por el reato; es mandado por Dios que es absolutamente justo y encuentra la propia motivación en la justicia. Se diría que los viejos amigos de Job quieren no sólo convencerlo de la justificación moral del mal, sino que, en cierto sentido, tratan de defender el sentido moral del sufrimiento ante sí mismos. El sufrimiento, para ellos, puede tener sentido exclusivamente como pena por el pecado y, por tanto, sólo en el campo de la justicia de Dios, que paga bien con bien y mal con mal.<br /><br />Su punto de referencia en este caso es la doctrina expresada en otros libros del Antiguo Testamento, que nos muestran el sufrimiento como pena infligida por Dios a causa del pecado de los hombres. El Dios de la Revelación es Legislador y Juez en una medida tal que ninguna autoridad temporal puede hacerlo. El Dios de la Revelación, en efecto, es ante todo el Creador, de quien, junto con la existencia, proviene el bien esencial de la creación. Por tanto, también la violación consciente y libre de este bien por parte del hombre es no sólo una transgresión de la ley, sino, a la vez, una ofensa al Creador, que es el Primer Legislador. Tal transgresión tiene carácter de pecado, según el sentido exacto, es decir, bíblico y teológico de esta palabra. Al mal moral del pecado corresponde el castigo, que garantiza el orden moral en el mismo sentido trascendente, en el que este orden es establecido por la voluntad del Creador y Supremo Legislador. De ahí deriva también una de las verdades fundamentales de la fe religiosa, basada asimismo en la Revelación: o sea que Dios es un juez justo, que premia el bien y castiga el mal: «(Señor) eres justo en cuanto has hecho con nosotros, y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios. Y has juzgado con justicia en todos tus juicios, en todo lo que has traído sobre nosotros ... con juicio justo has traído todos estos males a causa de nuestros pecados».(23)<br /><br />En la opinión manifestada por los amigos de Job, se expresa una convicción que se encuentra también en la conciencia moral de la humanidad: el orden moral objetivo requiere una pena por la transgresión, por el pecado y por el reato. El sufrimiento aparece, bajo este punto de vista, como un «mal justificado». La convicción de quienes explican el sufrimiento como castigo del pecado, halla su apoyo en el orden de la justicia, y corresponde con la opinión expresada por uno de los amigos de Job: «Por lo que siempre vi, los que aran la iniquidad y siembran la desventura, la cosechan».(24)<br /><br />11. Job, sin embargo, contesta la verdad del principio que identifica el sufrimiento con el castigo del pecado y lo hace en base a su propia experiencia. En efecto, él es consciente de no haber merecido tal castigo, más aún, expone el bien que ha hecho a lo largo de su vida. Al final Dios mismo reprocha a los amigos de Job por sus acusaciones y reconoce que Job no es culpable. El suyo es el sufrimiento de un inocente; debe ser aceptado como un misterio que el hombre no puede comprender a fondo con su inteligencia.<br /><br />El libro de Job no desvirtúa las bases del orden moral trascendente, fundado en la justicia, como las propone toda la Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento. La Revelación, palabra de Dios mismo, pone con toda claridad el problema del sufrimiento del hombre inocente: el sufrimiento sin culpa. Job no ha sido castigado, no había razón para infligirle una pena, aunque haya sido sometido a una prueba durísima. En la introducción del libro aparece que Dios permitió esta prueba por provocación de Satanás. Este, en efecto, puso en duda ante el Señor la justicia de Job: «¿Acaso teme Job a Dios en balde?... Has bendecido el trabajo de sus manos, y sus ganados se esparcen por el país. Pero extiende tu mano y tócalo en lo suyo, (veremos) si no te maldice en tu rostro».(25) Si el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia. El sufrimiento tiene carácter de prueba.<br /><br />El libro de Job no es la última palabra de la Revelación sobre este tema. En cierto modo es un anuncio de la pasión de Cristo. Pero ya en sí mismo es un argumento suficiente para que la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento no esté unida sin reservas al orden moral, basado sólo en la justicia. Si tal respuesta tiene una fundamental y trascendente razón y validez, a la vez se presenta no sólo como insatisfactoria en casos semejantes al del sufrimiento del justo Job, sino que más bien parece rebajar y empobrecer el concepto de justicia, que encontramos en la Revelación.<br /><br />12. El libro de Job pone de modo perspicaz el «por qué» del sufrimiento; muestra también que éste alcanza al inocente, pero no da todavía la solución al problema.<br /><br />Ya en el Antiguo Testamento notamos una orientación que tiende a superar el concepto según el cual el sufrimiento tiene sentido únicamente como castigo por el pecado, en cuanto se subraya a la vez el valor educativo de la pena sufrimiento. Así pues, en los sufrimientos infligidos por Dios al Pueblo elegido está presente una invitación de su misericordia, la cual corrige para llevar a la conversión: «Los castigos no vienen para la destrucción sino para la corrección de nuestro pueblo».(26)<br /><br />Así se afirma la dimensión personal de la pena. Según esta dimensión, la pena tiene sentido no sólo porque sirve para pagar el mismo mal objetivo de la transgresión con otro mal, sino ante todo porque crea la posibilidad de reconstruir el bien en el mismo sujeto que sufre.<br /><br />Este es un aspecto importantísimo del sufrimiento. Está arraigado profundamente en toda la Revelación de la Antigua y, sobre todo, de la Nueva Alianza. El sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios.<br /><br />13. Pero para poder percibir la verdadera respuesta al «por qué» del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio; somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el «por qué» del sufrimiento, en cuanto somos capaces de comprender la sublimidad del amor divino.<br /><br />Para hallar el sentido profundo del sufrimiento, siguiendo la Palabra revelada de Dios, hay que abrirse ampliamente al sujeto humano en sus múltiples potencialidades, sobre todo, hay que acoger la luz de la Revelación, no sólo en cuanto expresa el orden transcendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden con el Amor como fuente definitiva de todo lo que existe. El Amor es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo.<br /><br />IV. JESUCRISTO: EL SUFRIMIENTO VENCIDO POR EL AMOR<br /><br />14. «Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna».(27) Estas palabras, pronunciadas por Cristo en el coloquio con Nicodemo, nos introducen al centro mismo de la acción salvífica de Dios. Ellas manifiestan también la esencia misma de la soteriología cristiana, es decir, de la teología de la salvación. Salvación significa liberación del mal, y por ello está en estrecha relación con el problema del sufrimiento. Según las palabras dirigidas a Nicodemo, Dios da su Hijo al «mundo» para librar al hombre del mal, que lleva en sí la definitiva y absoluta perspectiva del sufrimiento. Contemporáneamente, la misma palabra «da» («dio») indica que esta liberación debe ser realizada por el Hijo unigénito mediante su propio sufrimiento. Y en ello se manifiesta el amor, el amor infinito, tanto de ese Hijo unigénito como del Padre, que por eso «da» a su Hijo. Este es el amor hacia el hombre, el amor por el «mundo»: el amor salvífico.<br /><br />Nos encontramos aquí --hay que darse cuenta claramente en nuestra reflexión común sobre este problema-- ante una dimensión completamente nueva de nuestro tema. Es una dimensión diversa de la que determinaba y en cierto sentido encerraba la búsqueda del significado del sufrimiento dentro de los límites de la justicia. Esta es la dimensión de la redención, a la que en el Antiguo Testamento ya parecían ser un preludio las palabras del justo Job, al menos según la Vulgata: «Porque yo sé que mi Redentor vive, y al fin... yo veré a Dios».(28) Mientras hasta ahora nuestra consideración se ha concentrado ante todo, y en cierto modo exclusivamente, en el sufrimiento en su múltiple dimensión temporal, (como sucedía igualmente con los sufrimientos del justo Job), las palabras antes citadas del coloquio de Jesús con Nicodemo se refieren al sufrimiento en su sentido fundamental y definitivo. Dios da su Hijo unigénito, para que el hombre «no muera»; y el significado del «no muera» está precisado claramente en las palabras que siguen: «sino que tenga la vida eterna».<br /><br />El hombre «muere», cuando pierde «la vida eterna». Lo contrario de la salvación no es, pues, solamente el sufrimiento temporal, cualquier sufrimiento, sino el sufrimiento definitivo: la pérdida de la vida eterna, el ser rechazados por Dios, la condenación. El Hijo unigénito ha sido dado a la humanidad para proteger al hombre, ante todo, de este mal definitivo y del sufrimiento definitivo. En su misión salvífica Él debe, por tanto, tocar el mal en sus mismas raíces transcendentales, en las que éste se desarrolla en la historia del hombre. Estas raíces transcendentales del mal están fijadas en el pecado y en la muerte: en efecto, éstas se encuentran en la base de la pérdida de la vida eterna. La misión del Hijo unigénito consiste en vencer el pecado y la muerte. Él vence el pecado con su obediencia hasta la muerte, y vence la muerte con su resurrección.<br /><br />15. Cuando se dice que Cristo con su misión toca el mal en sus mismas raíces, nosotros pensamos no sólo en el mal y el sufrimiento definitivo, escatológico (para que el hombre «no muera, sino que tenga la vida eterna»), sino también --al menos indirectamente-- en el mal y el sufrimiento en su dimensión temporal e histórica. El mal, en efecto, está vinculado al pecado y a la muerte. Y aunque se debe juzgar con gran cautela el sufrimiento del hombre como consecuencia de pecados concretos (esto indica precisamente el ejemplo del justo Job), sin embargo, éste no puede separarse del pecado de origen, de lo que en San Juan se llama «el pecado del mundo»,(29) del trasfondo pecaminoso de las acciones personales y de los procesos sociales en la historia del hombre. Si no es lícito aplicar aquí el criterio restringido de la dependencia directa (como hacían los tres amigos de Job), sin embargo no se puede ni siquiera renunciar al criterio de que, en la base de los sufrimientos humanos, hay una implicación múltiple con el pecado.<br /><br />De modo parecido sucede cuando se trata de la muerte. Esta muchas veces es esperada incluso como una liberación de los sufrimientos de esta vida. Al mismo tiempo, no es posible dejar de reconocer que ella constituye casi una síntesis definitiva de la acción destructora tanto en el organismo corpóreo como en la psique. Pero ante todo la muerte comporta la disociación de toda la personalidad psicofísica del hombre. El alma sobrevive y subsiste separada del cuerpo, mientras el cuerpo es sometido a una gradual descomposición según las palabras del Señor Dios, pronunciadas después del pecado cometido por el hombre al comienzo de su historia terrena: «Polvo eres, y al polvo volverás».(30) Aunque la muerte no es pues un sufrimiento en el sentido temporal de la palabra, aunque en un cierto modo se encuentra más allá de todos los sufrimientos, el mal que el ser humano experimenta contemporáneamente con ella, tiene un carácter definitivo y totalizante. Con su obra salvífica el Hijo unigénito libera al hombre del pecado y de la muerte. Ante todo Él borra de la historia del hombre el dominio del pecado, que se ha radicado bajo la influencia del espíritu maligno, partiendo del pecado original, y da luego al hombre la posibilidad de vivir en la gracia santificante. En línea con la victoria sobre el pecado, Él quita también el dominio de la muerte, abriendo con su resurrección el camino a la futura resurrección de los cuerpos. Una y otra son condiciones esenciales de la «vida eterna», es decir, de la felicidad definitiva del hombre en unión con Dios; esto quiere decir, para los salvados, que en la perspectiva escatológica el sufrimiento es totalmente cancelado.<br /><br />Como resultado de la obra salvífica de Cristo, el hombre existe sobre la tierra con la esperanza de la vida y de la santidad eternas. Y aunque la victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo con su cruz y resurrección no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana, ni libera del sufrimiento toda la dimensión histórica de la existencia humana, sin embargo, sobre toda esa dimensión y sobre cada sufrimiento esta victoria proyecta una luz nueva, que es la luz de la salvación. Es la luz del Evangelio, es decir, de la Buena Nueva. En el centro de esta luz se encuentra la verdad propuesta en el coloquio con Nicodemo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo».(31) Esta verdad cambia radicalmente el cuadro de la historia del hombre y su situación terrena. A pesar del pecado que se ha enraizado en esta historia como herencia original, como «pecado del mundo» y como suma de los pecados personales, Dios Padre ha amado a su Hijo unigénito, es decir, lo ama de manera duradera; y luego, precisamente por este amor que supera todo, Él «entrega» este Hijo, a fin de que toque las raíces mismas del mal humano y así se aproxime de manera salvífica al mundo entero del sufrimiento, del que el hombre es partícipe.<br /><br />16. En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. «Pasó haciendo bien»,(32) y este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Curaba los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera, de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones físicas; tres veces devolvió la vida a los muertos. Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto al del cuerpo como al del alma. Al mismo tiempo instruía, poniendo en el centro de su enseñanza las ocho bienaventuranzas, que son dirigidas a los hombres probados por diversos sufrimientos en su vida temporal. Estos son los «pobres de espíritu», «los que lloran», «los que tienen hambre y sed de justicia», «los que padecen persecución por la justicia», cuando los insultan, los persiguen y, con mentira, dicen contra ellos todo género de mal por Cristo...(33) Así según Mateo. Lucas menciona explícitamente a los que ahora padecen hambre.(34)<br /><br />De todos modos Cristo se acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo. Durante su actividad pública probó no sólo la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión incluso por parte de los más cercanos; pero sobre todo fue rodeado cada vez más herméticamente por un círculo de hostilidad y se hicieron cada vez más palpables los preparativos para quitarlo de entre los vivos. Cristo era consciente de esto y muchas veces hablaba a sus discípulos de los sufrimientos y de la muerte que le esperaban: «Subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte, pero a los tres días resucitará».(35) Cristo va hacia su pasión y muerte con toda la conciencia de la misión que ha de realizar de este modo. Precisamente por medio de este sufrimiento suyo hace posible «que el hombre no muera, sino que tenga la vida eterna». Precisamente por medio de su cruz debe tocar las raíces del mal, plantadas en la historia del hombre y en las almas humanas. Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación. Esta obra, en el designio del amor eterno, tiene un carácter redentor.<br /><br />Por eso Cristo reprende severamente a Pedro, cuando quiere hacerle abandonar los pensamientos sobre el sufrimiento y sobre la muerte de cruz.(36) y cuando el mismo Pedro, durante la captura en Getsemaní, intenta defenderlo con la espada, Cristo le dice: «Vuelve tu espada a su lugar ... ¿Cómo van a cumplirse las Escrituras, de que así conviene que sea?».(37) Y además añade: «El cáliz que me dio mi Padre, ¿no he de beberlo?».(38) Esta respuesta --como otras que encontramos en diversos puntos del Evangelio-- muestra cuán profundamente Cristo estaba convencido de lo que había expresado en la conversación con Nicodemo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna».(39) Cristo se encamina hacia su propio sufrimiento, consciente de su fuerza salvífica; va obediente hacia el Padre, pero ante todo está unido al Padre en el amor con el cual Él ha amado el mundo y al hombre en el mundo. Por esto San Pablo escribirá de Cristo: «Me amó y se entregó por mí».(40)<br /><br />17. Las Escrituras tenían que cumplirse. Eran muchos los testigos mesiánicos del Antiguo Testamento que anunciaban los sufrimientos del futuro Ungido de Dios. Particularmente conmovedor entre todos es el que solemos llamar el cuarto Poema del Siervo de Yavé, contenido en el Libro de Isaías. El profeta, al que justamente se le llama «el quinto evangelista», presenta en este Poema la imagen de los sufrimientos del Siervo con un realismo tan agudo como si lo viera con sus propios ojos: con los del cuerpo y del espíritu. La pasión de Cristo resulta, a la luz de los versículos de Isaías, casi aún más expresiva y conmovedora que en las descripciones de los mismos evangelistas. He aquí cómo se presenta ante nosotros el verdadero Varón de dolores:<br /><br />«No hay en él parecer, no hay hermosura para que le miremos ...<br />Despreciado y abandonado de los hombres,<br />varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento,<br />y como uno ante el cual se oculta el rostro,<br />menospreciado sin que le tengamos en cuenta.<br />Pero fue él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos<br />y cargó con nuestros dolores,<br />mientras que nosotros le tuvimos por castigado,<br />herido por Dios y abatido.<br />Fue traspasado por nuestras iniquidades<br />y molido por nuestros pecados.<br />El castigo de nuestra paz fue sobre él,<br />y en sus llagas hemos sido curados.<br />Todos nosotros andábamos errantes como ovejas,<br />siguiendo cada uno su camino,<br />y Yavé cargó sobre él<br />la iniquidad de todos nosotros».(41)<br /><br />El Poema del Siervo doliente contiene una descripción en la que se pueden identificar, en un cierto sentido, los momentos de la pasión de Cristo en sus diversos particulares: la detención, la humillación, las bofetadas, los salivazos, el vilipendio de la dignidad misma del prisionero, el juicio injusto, la flagelación, la coronación de espinas y el escarnio, el camino con la cruz, la crucifixión y la agonía.<br /><br />Más aún que esta descripción de la pasión nos impresiona en las palabras del profeta la profundidad del sacrificio de Cristo. Él, aunque inocente, se carga con los sufrimientos de todos los hombres, porque se carga con los pecados de todos. «Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos»: todo el pecado del hombre en su extensión y profundidad es la verdadera causa del sufrimiento del Redentor. Si el sufrimiento «es medido» con el mal sufrido, entonces las palabras del profeta permiten comprender la medida de este mal y de este sufrimiento, con el que Cristo se cargó. Puede decirse que éste es sufrimiento «sustitutivo»; pero sobre todo es «redentor». El Varón de dolores de aquella profecía es verdaderamente aquel «cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».(42) En su sufrimiento los pecados son borrados precisamente porque Él únicamente, como Hijo unigénito, pudo cargarlos sobre sí, asumirlos con aquel amor hacia el Padre que supera el mal de todo pecado; en un cierto sentido aniquila este mal en el ámbito espiritual de las relaciones entre Dios y la humanidad, y llena este espacio con el bien.<br /><br />Encontramos aquí la dualidad de naturaleza de un único sujeto personal del sufrimiento redentor. Aquél que con su pasión y muerte en la cruz realiza la Redención, es el Hijo unigénito que Dios «dio». Y al mismo tiempo este Hijo de la misma naturaleza que el Padre, sufre como hombre. Su sufrimiento tiene dimensiones humanas, tiene también una profundidad e intensidad --únicas en la historia de la humanidad-- que, aun siendo humanas, pueden tener también una incomparable profundidad e intensidad de sufrimiento, en cuanto que el Hombre que sufre es en persona el mismo Hijo unigénito: «Dios de Dios». Por lo tanto, solamente Él --el Hijo unigénito-- es capaz de abarcar la medida del mal contenida en el pecado del hombre: en cada pecado y en el pecado «total», según las dimensiones de la existencia histórica de la humanidad sobre la tierra.<br /><br />18. Puede afirmarse que las consideraciones anteriores nos llevan ya directamente a Getsemaní y al Gólgota, donde se cumplió el Poema del Siervo doliente, contenido en el Libro de Isaías. Antes de llegar allí, leamos los versículos sucesivos del Poema, que dan una anticipación profética de la pasión del Getsemaní y del Gólgota. El Siervo doliente --y esto a su vez es esencial para un análisis de la pasión de Cristo-- se carga con aquellos sufrimientos, de los que se ha hablado, de un modo completamente voluntario:<br /><br />«Maltratado, mas él se sometió,<br />no abrió la boca,<br />como cordero llevado al matadero,<br />como oveja muda ante los trasquiladores.<br />Fue arrebatado por un juicio inicuo,<br />sin que nadie defendiera su causa,<br />pues fue arrancado de la tierra de los vivientes<br />y herido de muerte por el crimen de su pueblo.<br />Dispuesta estaba entra los impíos su sepultura,<br />y fue en la muerte igualado a los malhechores,<br />a pesar de no haber cometido maldad<br />ni haber mentira en su boca».(43)<br /><br />Cristo sufre voluntariamente y sufre inocentemente. Acoge con su sufrimiento aquel interrogante que, puesto muchas veces por los hombres, ha sido expresado, en un cierto sentido, de manera radical en el Libro de Job. Sin embargo, Cristo no sólo lleva consigo la misma pregunta (y esto de una manera todavía más radical, ya que Él no es sólo un hombre como Job, sino el unigénito Hijo de Dios), pero lleva también el máximo de la posible respuesta a este interrogante. La respuesta emerge, se podría decir, de la misma materia de la que está formada la pregunta. Cristo da la respuesta al interrogante sobre el sufrimiento y sobre el sentido del mismo, no sólo con sus enseñanzas, es decir, con la Buena Nueva, sino ante todo con su propio sufrimiento, el cual está integrado de una manera orgánica e indisoluble con las enseñanzas de la Buena Nueva. Esta es la palabra última y sintética de esta enseñanza: «la doctrina de la Cruz», como dirá un día San Pablo.(44)<br /><br />Esta «doctrina de la Cruz» llena con una realidad definitiva la imagen de la antigua profecía. Muchos lugares, muchos discursos durante la predicación pública de Cristo atestiguan cómo Él acepta ya desde el inicio este sufrimiento, que es la voluntad del Padre para la salvación del mundo. Sin embargo, la oración en Getsemaní tiene aquí una importancia decisiva. Las palabras: «Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú»; (45) y a continuación: «Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad»,(46) tienen una pluriforme elocuencia. Prueban la verdad de aquel amor, que el Hijo unigénito da al Padre en su obediencia. Al mismo tiempo, demuestran la verdad de su sufrimiento. Las palabras de la oración de Cristo en Getsemaní prueban la verdad del amor mediante la verdad del sufrimiento. Las palabras de Cristo confirman con toda sencillez esta verdad humana del sufrimiento hasta lo más profundo: el sufrimiento es padecer el mal, ante el que el hombre se estremece. Él dice: «pase de mí», precisamente como dice Cristo en Getsemaní.<br /><br />Sus palabras demuestran a la vez esta única e incomparable profundidad e intensidad del sufrimiento, que pudo experimentar solamente el Hombre que es el Hijo unigénito; demuestran aquella profundidad e intensidad que las palabras proféticas antes citadas ayudan, a su manera, a comprender. No ciertamente hasta lo más profundo (para esto se debería entender el misterio divino-humano del Sujeto), sino al menos para percibir la diferencia (y a la vez semejanza) que se verifica entre todo posible sufrimiento del hombre y el del Dios-Hombre. Getsemaní es el lugar en el que precisamente este sufrimiento, expresado en toda su verdad por el profeta sobre el mal padecido en el mismo, se ha revelado casi definitivamente ante los ojos de Cristo.<br /><br />Después de las palabras en Getsemaní vienen las pronunciadas en el Gólgota, que atestiguan esta profundidad --única en la historia del mundo-- del mal del sufrimiento que se padece. Cuando Cristo dice: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», sus palabras no son sólo expresión de aquel abandono que varias veces se hacía sentir en el Antiguo Testamento, especialmente en los Salmos y concretamente en el Salmo 22 [21], del que proceden las palabras citadas.(47) Puede decirse que estas palabras sobre el abandono nacen en el terreno de la inseparable unión del Hijo con el Padre, y nacen porque el Padre «cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros» (48) y sobre la idea de lo que dirá San Pablo: «A quien no conoció el pecado, le hizo pecado por nosotros».(49) Junto con este horrible peso, midiendo «todo» el mal de dar las espaldas a Dios, contenido en el pecado, Cristo, mediante la profundidad divina de la unión filial con el Padre, percibe de manera humanamente inexplicable este sufrimiento que es la separación, el rechazo del Padre, la ruptura con Dios. Pero precisamente mediante tal sufrimiento Él realiza la Redención, y expirando puede decir: «Todo está acabado».(50)<br /><br />Puede decirse también que se ha cumplido la Escritura, que han sido definitivamente hechas realidad las palabras del citado Poema del Siervo doliente: «Quiso Yavé quebrantarlo con padecimientos».(51) El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor del que Cristo hablaba a Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva.(52) En ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante.<br /><br />V. PARTÍCIPES EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO<br /><br />19. El mismo Poema del Siervo doliente del libro de Isaías nos conduce precisamente, a través de los versículos sucesivos, en la dirección de este interrogante y de esta respuesta:<br /><br />«Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado,<br />verá descendencia que prolongará sus días<br />y el deseo de Yavé prosperará en sus manos.<br />Por la fatiga de su alma verá<br />y se saciará de su conocimiento.<br />El justo, mi siervo, justificará a muchos,<br />y cargará con las iniquidades de ellos.<br />Por eso yo le daré por parte suya muchedumbres,<br />y dividirá la presa con los poderosos<br />por haberse entregado a la muerte<br />y haber sido contado entra los pecadores,<br />llevando sobre sí los pecados de muchos<br />e intercediendo por los pecadores».(53)<br /><br />Puede afirmarse que junto con la pasión de Cristo todo sufrimiento humano se ha encontrado en una nueva situación.<br /><br />Parece como si Job la hubiera presentido cuando dice: «Yo sé en efecto que mi Redentor vive ...»; (54) y como si hubiese encaminado hacia ella su propio sufrimiento, el cual, sin la redención, no hubiera podido revelarle la plenitud de su significado. En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo --sin culpa alguna propia-- cargó sobre sí «el mal total del pecado». La experiencia de este mal determinó la medida incomparable de sufrimiento de Cristo que se convirtió en el precio de la redención. De esto habla el Poema del Siervo doliente en Isaías. De esto hablarán a su tiempo los testigos de la Nueva Alianza, estipulada en la Sangre de Cristo. He aquí las palabras del apóstol Pedro, en su primera carta: «Habéis sido rescatados no con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha».(55) Y el apóstol Pablo dirá en la carta a los Gálatas: «Se entregó por nuestros pecados para liberarnos de este siglo malo»; (56) y en la carta a los Corintios: «Habéis sido comprados a precio. Glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo».(57)<br /><br />Con éstas y con palabras semejantes los testigos de la Nueva Alianza hablan de la grandeza de la redención, que se lleva a cabo mediante el sufrimiento de Cristo. El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo.<br /><br />20. Los textos del Nuevo Testamento expresan en muchos puntos este concepto. En la segunda carta a los Corintios escribe el Apóstol: «En todo apremiados, pero no acosados; perplejos, pero no desconcertados; perseguidos, pero no abandonados; abatidos, pero no aniquilados, llevando siempre en el cuerpo la muerte de Cristo, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro tiempo. Mientras vivimos estamos siempre entregados a la muerte por amor de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal... sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará...».(58)<br /><br />San Pablo habla de diversos sufrimientos y en particular de los que se hacían partícipes los primeros cristianos «a causa de Jesús». Tales sufrimientos permiten a los destinatarios de la Carta participar en la obra de la redención, llevada a cabo mediante los sufrimientos y la muerte del Redentor. La elocuencia de la cruz y de la muerte es completada, no obstante, por la elocuencia de la resurrección. El hombre halla en la resurrección una luz completamente nueva, que lo ayuda a abrirse camino a través de la densa oscuridad de las humillaciones, de las dudas, de la desesperación y de la persecución. De ahí que el Apóstol escriba también en la misma carta a los Corintios: «Porque así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así por Cristo abunda nuestra consolación».(59) En otros lugares se dirige a sus destinatarios con palabras de ánimo: «El Señor enderece vuestros corazones en la caridad de Dios y en la paciencia de Cristo».(60) Y en la carta a los Romanos: «Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa y grata a Dios: este es vuestro culto racional».(61)<br /><br />La participación misma en los padecimientos de Cristo halla en estas expresiones apostólicas casi una doble dimensión. Si un hombre se hace partícipe de los sufrimientos de Cristo, esto acontece porque Cristo ha abierto su sufrimiento al hombre porque Él mismo en su sufrimiento redentor se ha hecho en cierto sentido partícipe de todos los sufrimientos humanos. El hombre, al descubrir por la fe el sufrimiento redentor de Cristo, descubre al mismo tiempo en él sus propios sufrimientos, los revive mediante la fe, enriquecidos con un nuevo contenido y con un nuevo significado.<br /><br />Este descubrimiento dictó a san Pablo palabras particularmente fuertes en la carta a los Gálatas: «Estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí».(62) La fe permite al autor de estas palabras conocer el amor que condujo a Cristo a la cruz. Y si amó de este modo, sufriendo y muriendo, entonces por su padecimiento y su muerte vive en aquél al que amó así, vive en el hombre: en Pablo. Y viviendo en él --a medida que Pablo, consciente de ello mediante la fe, responde con el amor a su amor --Cristo se une asimismo de modo especial al hombre, a Pablo, mediante la cruz. Esta unión ha sugerido a Pablo, en la misma carta a los Gálatas, palabras no menos fuertes: «Cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo». (63)<br /><br />21. La cruz de Cristo arroja de modo muy penetrante luz salvífica sobre la vida del hombre y, concretamente, sobre su sufrimiento, porque mediante la fe lo alcanza junto con la resurrección: el misterio de la pasión está incluido en el misterio pascual. Los testigos de la pasión de Cristo son a la vez testigos de su resurrección. Escribe San Pablo: «Para conocerle a Él y el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, conformándome a Él en su muerte por si logro alcanzar la resurrección de los muertos».(64)<br /><br />Verdaderamente el Apóstol experimentó antes «la fuerza de la resurrección» de Cristo en el camino de Damasco, y sólo después, en esta luz pascual, llegó a la «participación en sus padecimientos», de la que habla, por ejemplo, en la carta a los Gálatas. La vía de Pablo es claramente pascual: la participación en la cruz de Cristo se realiza a través de la experiencia del Resucitado, y por tanto mediante una especial participación en la resurrección. Por esto, incluso en la expresión del Apóstol sobre el tema del sufrimiento aparece a menudo el motivo de la gloria, a la que da inicio la cruz de Cristo.<br /><br />Los testigos de la cruz y de la resurrección estaban convencidos de que «por muchas tribulaciones nos es preciso entrar en el reino de Dios».(65) Y Pablo, escribiendo a los Tesalonicenses, dice: «Nos gloriamos nosotros mismos de vosotros... por vuestra paciencia y vuestra fe en todas vuestras persecuciones y en las tribulaciones que soportáis. Todo esto es prueba del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual padecéis».(66) Así pues, la participación en los sufrimientos de Cristo es, al mismo tiempo, sufrimiento por el reino de Dios. A los ojos del Dios justo, ante su juicio, cuantos participan en los sufrimientos de Cristo se hacen dignos de este reino. Mediante sus sufrimientos, éstos devuelven en un cierto sentido el infinito precio de la pasión y de la muerte de Cristo, que fue el precio de nuestra redención: con este precio el reino de Dios ha sido nuevamente consolidado en la historia del hombre, llegando a ser la perspectiva definitiva de su existencia terrena. Cristo nos ha introducido en este reino mediante su sufrimiento. Y también mediante el sufrimiento maduran para el mismo reino los hombres, envueltos en el misterio de la redención de Cristo.<br /><br />22. A la perspectiva del reino de Dios está unida la esperanza de aquella gloria, cuyo comienzo está en la cruz de Cristo. La resurrección ha revelado esta gloria --la gloria escatológica-- que en la cruz de Cristo estaba completamente ofuscada por la inmensidad del sufrimiento. Quienes participan en los sufrimientos de Cristo están también llamados, mediante sus propios sufrimientos, a tomar parte en la gloria. Pablo expresa esto en diversos puntos. Escribe a los Romanos: «Somos ... coherederos de Cristo, supuesto que padezcamos con Él para ser con Él glorificados. Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros».(67) En la segunda carta a los Corintios leemos: «Pues por la momentánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de gloria incalculable, y no ponemos los ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles».(68) El apóstol Pedro expresará esta verdad en las siguientes palabras de su primera carta: «Antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo». (69)<br /><br />El motivo del sufrimiento y de la gloria tiene una característica estrictamente evangélica, que se aclara mediante la referencia a la cruz y a la resurrección. La resurrección es ante todo la manifestación de la gloria, que corresponde a la elevación de Cristo por medio de la cruz. En efecto, si la cruz ha sido a los ojos de los hombres la expoliación de Cristo, al mismo tiempo ésta ha sido a los ojos de Dios su elevación. En la cruz Cristo ha alcanzado y realizado con teda plenitud su misión: cumpliendo la voluntad del Padre, se realizó a la vez a sí mismo. En la debilidad manifestó su poder, y en la humillación toda su grandeza mesiánica. ¿No son quizás una prueba de esta grandeza todas las palabras pronunciadas durante la agonía en el Gólgota y, especialmente, las referidas a los autores de la crucifixión: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»?(70) A quienes participan de los sufrimientos de Cristo estas palabras se imponen con la fuerza de un ejempló supremo El sufrimiento es también una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez espiritual. De esto han dado prueba, en las diversas generaciones, los mártires y confesores de Cristo, fieles a las palabras: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla».(71)<br /><br />La resurrección de Cristo ha revelado «la gloria del siglo futuro» y, contemporáneamente, ha confirmado «el honor de la Cruz»: aquella gloria que está contenida en el sufrimiento mismo de Cristo, y que muchas veces se ha reflejado y se refleja en el sufrimiento del hombre, como expresión de su grandeza espiritual. Hay que reconocer el testimonio glorioso no sólo de los mártires de la fe, sino también de otros numerosos hombres que a veces, aun sin la fe en Cristo, sufren y dan la vida por la verdad y por una justa causa. En los sufrimientos de todos éstos es confirmada de modo particular la gran dignidad del hombre.<br /><br />23. El sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba --a veces una prueba bastante dura--, a la que es sometida la humanidad. Desde las páginas de las cartas de San Pablo nos habla con frecuencia aquella paradoja evangélica de la debilidad y de la fuerza, experimentada de manera particular por el Apóstol mismo y que, junto con él, prueban todos aquellos que participan en los sufrimientos de Cristo. Él escribe en la segunda carta a los Corintios: «Muy gustosamente, pues, continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo».(72) En la segunda carta a Timoteo leemos: «Por esta causa sufro, pero no me avergüenza, porque sé a quien me he confiado».(73) Y en la carta a los Filipenses dirá incluso: «Todo lo puedo en aquél que me conforta».(74)<br /><br />Quienes participan en los sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad y de la impotencia humana; en efecto, Él muere clavado en la cruz. Pero si al mismo tiempo en esta debilidad se cumple su elevación, confirmada con la fuerza de la resurrección, esto significa que las debilidades de todos los sufrimientos humanos pueden ser penetrados por la misma fuerza de Dios, que se ha manifestado en la cruz de Cristo. En esta concepción sufrir significa hacerse particularmente receptivos, particularmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a la humanidad en Cristo. En Él Dios ha demostrado querer actuar especialmente por medio del sufrimiento, que es la debilidad y la expoliación del hombre, y querer precisamente manifestar su fuerza en esta debilidad y en esta expoliación. Con esto se puede explicar también la recomendación de la primera carta de Pedro: «Mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre».(75)<br /><br />En la carta a los Romanos el apóstol Pablo se pronuncia todavía más ampliamente sobre el tema de este «nacer de la fuerza en la debilidad», del vigorizarse espiritualmente del hombre en medio de las pruebas y tribulaciones, que es la vocación especial de quienes participan en los sufrimientos de Cristo. «Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce la paciencia; la paciencia, una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará confundida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado».(76) En el sufrimiento está como contenida una particular llamada a la virtud, que el hombre debe ejercitar por su parte. Esta es la virtud de la perseverancia al soportar lo que molesta y hace daño. Haciendo esto, el hombre hace brotar la esperanza, que mantiene en él la convicción de que el sufrimiento no prevalecerá sobre él, no lo privará de su propia dignidad unida a la conciencia del sentido de la vida. Y así, este sentido se manifiesta junto con la acción del amor de Dios, que es el don supremo del Espíritu Santo. A medida que participa de este amor, el hombre se encuentra hasta el fondo en el sufrimiento: reencuentra «el alma», que le parecía haber «perdido» (77) a causa del sufrimiento.<br /><br />24. Sin embargo, la experiencia del Apóstol, partícipe de los sufrimientos de Cristo, va más allá. En la carta a los Colosenses leemos las palabras que constituyen casi la última etapa del itinerario espiritual respecto al sufrimiento. San Pablo escribe: «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia».(78) Y él mismo, en otra Carta, pregunta a los destinatarios: «¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?».(79)<br /><br />En el misterio pascual Cristo ha dado comienzo a la unión con el hombre en la comunidad de la Iglesia. El misterio de la Iglesia se expresa en esto: que ya en el momento del Bautismo, que configura con Cristo, y después a través de su Sacrificio --sacramentalmente mediante la Eucaristía-- la Iglesia se edifica espiritualmente de modo continuo como cuerpo de Cristo. En este cuerpo Cristo quiere estar unido con todos los hombres, y de modo particular está unido a los que sufren. Las palabras citadas de la carta a los Colosenses testimonian el carácter excepcional de esta unión. En efecto, el que sufre en unión con Cristo --como en unión con Cristo soporta sus «tribulaciones» el apóstol Pablo-- no sólo saca de Cristo aquella fuerza, de la que se ha hablado precedentemente, sino que «completa» con su sufrimiento lo que falta a los padecimientos de Cristo. En este marco evangélico se pone de relieve, de modo particular, la verdad sobre el carácter creador del sufrimiento. El sufrimiento de Cristo ha creado el bien de la redención del mundo. Este bien es en sí mismo inagotable e infinito. Ningún hombre puede añadirle nada. Pero, a la vez, en el misterio de la Iglesia como cuerpo suyo, Cristo en cierto sentido ha abierto el propio sufrimiento redentor a todo sufrimiento del hombre. En cuanto el hombre se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo --en cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo de la historia--, en tanto a su manera completa aquel sufrimiento, mediante el cual Cristo ha obrado la redención del mundo.<br /><br />¿Esto quiere decir que la redención realizada por Cristo no es completa? No. Esto significa únicamente que la redención, obrada en virtud del amor satisfactorio, permanece constantemente abierta a todo amor que se expresa en el sufrimiento humano. En esta dimensión --en la dimensión del amor-- la redención ya realizada plenamente, se realiza, en cierto sentido, constantemente. Cristo ha obrado la redención completamente y hasta el final; pero, al mismo tiempo, no la ha cerrado. En este sufrimiento redentor, a través del cual se ha obrado la redención del mundo, Cristo se ha abierto desde el comienzo, y constantemente se abre, a cada sufrimiento humano. Sí, parece que forma parte de la esencia misma del sufrimiento redentor de Cristo el hecho de que haya de ser completado sin cesar.<br /><br />De este modo, con tal apertura a cada sufrimiento humano, Cristo ha obrado con su sufrimiento la redención del mundo. Al mismo tiempo, esta redención, aunque realizada plenamente con el sufrimiento de Cristo, vive y se desarrolla a su manera en la historia del hombre. Vive y se desarrolla como cuerpo de Cristo, o sea la Iglesia, y en esta dimensión cada sufrimiento humano, en virtud de la unión en el amor con Cristo, completa el sufrimiento de Cristo. Lo completa como la Iglesia completa la obra redentora de Cristo. El misterio de la Iglesia --de aquel cuerpo que completa en sí también el cuerpo crucificado y resucitado de Cristo-- indica contemporáneamente aquel espacio, en el que los sufrimientos humanos completan los de Cristo. Sólo en este marco y en esta dimensión de la Iglesia cuerpo de Cristo, que se desarrolla continuamente en el espacio y en el tiempo, se puede pensar y hablar de «lo que falta a los padecimientos de Cristo». El Apóstol, por lo demás, lo pone claramente de relieve, cuando habla de completar lo que falta a los sufrimientos de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia.<br /><br />Precisamente la Iglesia, que aprovecha sin cesar los infinitos recursos de la redención, introduciéndola en la vida de la humanidad, es la dimensión en la que el sufrimiento redentor de Cristo puede ser completado constantemente por el sufrimiento del hombre. Con esto se pone de relieve la naturaleza divino-humana de la Iglesia. El sufrimiento parece participar en cierto modo de las características de esta naturaleza. Por eso, tiene igualmente un valor especial ante la Iglesia. Es un bien ante el cual la Iglesia se inclina con veneración, con toda la profundidad de su fe en la redención. Se inclina, juntamente con toda la profundidad de aquella fe, con la que abraza en sí misma el inefable misterio del Cuerpo de Cristo.<br /><br />VI. EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO<br /><br />25. Los testigos de la cruz y de la resurrección de Cristo han transmitido a la Iglesia y a la humanidad un específico Evangelio del sufrimiento. El mismo Redentor ha escrito este Evangelio ante todo con el propio sufrimiento asumido por amor, para que el hombre «no perezca, sino que tenga la vida eterna».(80) Este sufrimiento, junto con la palabra viva de su enseñanza, se ha convertido en un rico manantial para cuantos han participado en los sufrimientos de Jesús en la primera generación de sus discípulos y confesores y luego en las que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos.<br /><br />Es ante todo consolador --como es evangélica e históricamente exacto-- notar que al lado de Cristo, en primerísimo y muy destacado lugar junto a Él está siempre su Madre Santísima por el testimonio ejemplar que con su vida entera da a este particular Evangelio del sufrimiento. En Ella los numerosos e intensos sufrimientos se acumularon en una tal conexión y relación, que si bien fueron prueba de su fe inquebrantable, fueron también una contribución a la redención de todos. En realidad, desde el antiguo coloquio tenido con el ángel, Ella entrevé en su misión de madre el «destino» a compartir de manera única e irrepetible la misión misma del Hijo. Y la confirmación de ello le vino bastante pronto, tanto de los acontecimientos que acompañaron el nacimiento de Jesús en Belén, cuanto del anuncio formal del anciano Simeón, que habló de una espada muy aguda que le traspasaría el alma, así como de las ansias y estrecheces de la fuga precipitada a Egipto, provocada por la cruel decisión de Herodes.<br /><br />Más aún, después de los acontecimientos de la vida oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos por Ella con aguda sensibilidad, fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al Calvario, su «estar» a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo, como por otra parte las palabras que pudo escuchar de sus labios, fueron como una entrega solemne de este típico Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de los creyentes.<br /><br />Testigo de la pasión de su Hijo con su presencia y partícipe de la misma con su compasión, María Santísima ofreció una aportación singular al Evangelio del sufrimiento, realizando por adelantado la expresión paulina citada al comienzo. Ciertamente Ella tiene títulos especialísimos para poder afirmar lo de completar en su carne --como también en su corazón-- lo que falta a la pasión de Cristo.<br /><br />A la luz del incomparable ejemplo de Cristo, reflejado con singular evidencia en la vida de su Madre, el Evangelio del sufrimiento, a través de la experiencia y la palabra de los Apóstoles, se convierte en fuente inagotable para las generaciones siempre nuevas que se suceden en la historia de la Iglesia. El Evangelio del sufrimiento significa no sólo la presencia del sufrimiento en el Evangelio, como uno de los temas de la Buena Nueva, sino además la revelación de la fuerza salvadora y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia.<br /><br />Cristo no escondía a sus oyentes la necesidad del sufrimiento. Decía muy claramente: «Si alguno quiere venir en pos de mí... tome cada día su cruz»,(81) y a sus discípulos ponía unas exigencias de naturaleza moral, cuya realización es posible sólo a condición de que «se nieguen a sí mismos».(82) La senda que lleva al Reino de los cielos es «estrecha y angosta», y Cristo la contrapone a la senda «ancha y espaciosa» que, sin embargo, «lleva a la perdición».(83) Varias veces dijo también Cristo que sus discípulos y confesores encontrarían múltiples persecuciones; esto --como se sabe-- se verificó no sólo en los primeros siglos de la vida de la Iglesia bajo el imperio romano, sino que se ha realizado y se realiza en diversos períodos de la historia y en diferentes lugares de la tierra, aun en nuestros días.<br /><br />He aquí algunas frases de Cristo sobre este tema: «Pondrán sobre vosotros las manos y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y metiéndoos en prisión, conduciéndoos ante los reyes y gobernadores por amor de mi nombre. Será para vosotros ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preocuparos de vuestra defensa, porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados aun por los padres, por los hermanos, por los parientes y por los amigos, y harán morir a muchos de vosotros, y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre. Pero no se perderá ni un solo cabello de vuestra cabeza. Con vuestra paciencia compraréis (la salvación) de vuestras almas».(84)<br /><br />El Evangelio del sufrimiento habla ante todo, en diversos puntos, del sufrimiento «por Cristo», «a causa de Cristo», y esto lo hace con las palabras mismas de Cristo, o bien con las palabras de sus Apóstoles. El Maestro no esconde a sus discípulos y seguidores la perspectiva de tal sufrimiento; al contrario lo revela con toda franqueza, indicando contemporáneamente las fuerzas sobrenaturales que les acompañarán en medio de las persecuciones y tribulaciones «por su nombre». Estas serán en conjunto como una verificación especial de la semejanza a Cristo y de la unión con Él. «Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros... pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece... No es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán... Pero todas estas cosas haránlas con vosotros por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado».(85) «Esto os lo he dicho para que tengáis paz en mí; en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo».(86)<br /><br />Este primer capítulo del Evangelio del sufrimiento, que habla de las persecuciones, o sea de las tribulaciones por causa de Cristo, contiene en sí una llamada especial al valor y a la fortaleza, sostenida por la elocuencia de la resurrección. Cristo ha vencido definitivamente al mundo con su resurrección; sin embargo, gracias a su relación con la pasión y la muerte, ha vencido al mismo tiempo este mundo con su sufrimiento. Sí, el sufrimiento ha sido incluido de modo singular en aquella victoria sobre el mundo, que se ha manifestado en la resurrección. Cristo conserva en su cuerpo resucitado las señales de las heridas de la cruz en sus manos, en sus pies y en el costado. A través de la resurrección manifiesta la fuerza victoriosa del sufrimiento, y quiere infundir la convicción de esta fuerza en el corazón de los que escogió como sus Apóstoles y de todos aquellos que continuamente elige y envía. El apóstol Pablo dirá: «Y todos los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecuciones».(87)<br /><br />26. Si el primer gran capítulo del Evangelio del sufrimiento está escrito, a lo largo de las generaciones, por aquellos que sufren persecuciones por Cristo, igualmente se desarrolla a través de la historia otro gran capítulo de este Evangelio. Lo escriben todos los que sufren con Cristo, uniendo los propios sufrimientos humanos a su sufrimiento salvador. En ellos se realiza lo que los primeros testigos de la pasión y resurrección han dicho y escrito sobre la participación en los sufrimientos de Cristo. Por consiguiente, en ellos se cumple el Evangelio del sufrimiento y, a la vez, cada uno de ellos continúa en cierto modo a escribirlo; lo escribe y lo proclama al mundo, lo anuncia en su ambiente y a los hombres contemporáneos.<br /><br />A través de los siglos y generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo, una gracia especial. A ella deben su profunda conversión muchos santos, como por ejemplo San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, etc. Fruto de esta conversión es no sólo el hecho de que el hombre descubre el sentido salvífico del sufrimiento, sino sobre todo que en el sufrimiento llega a ser un hombre completamente nuevo. Halla como una nueva dimensión de toda su vida y de su vocación. Este descubrimiento es una confirmación particular de la grandeza espiritual que en el hombre supera el cuerpo de modo un tanto incomprensible. Cuando este cuerpo está gravemente enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo una lección conmovedora para los hombres sanos y normales.<br /><br />Esta madurez interior y grandeza espiritual en el sufrimiento, ciertamente son fruto de una particular conversión y cooperación con la gracia del Redentor crucificado. Él mismo es quien actúa en medio de los sufrimientos humanos por medio de su Espíritu de Verdad, por medio del Espíritu Consolador. Él es quien transforma, en cierto sentido, la esencia misma de la vida espiritual, indicando al hombre que sufre un lugar cercano a sí. Él es --como Maestro y Guía interior-- quien enseña al hermano y a la hermana que sufren este intercambio admirable, colocado en lo profundo del misterio de la redención. El sufrimiento es, en sí mismo, probar el mal. Pero Cristo ha hecho de él la más sólida base del bien definitivo, o sea del bien de la salvación eterna. Cristo con su sufrimiento en la cruz ha tocado las raíces mismas del mal: las del pecado y las de la muerte. Ha vencido al artífice del mal, que es Satanás, y su rebelión permanente contra el Creador. Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta pero eficaz, Cristo introduce en este mundo, en este Reino del Padre al hombre que sufre, en cierto modo a través de lo intimo de su sufrimiento. En efecto, el sufrimiento no puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior. Cristo, mediante su propio sufrimiento salvífico, se encuentra muy dentro de todo sufrimiento humano, y puede actuar desde el interior del mismo con el poder de su Espíritu de Verdad, de su Espíritu Consolador.<br /><br />No basta. El divino Redentor quiere penetrar en el ánimo de todo paciente a través del corazón de su Madre Santísima, primicia y vértice de todos los redimidos. Como continuación de la maternidad que por obra del Espíritu Santo le había dado la vida, Cristo moribundo confirió a la siempre Virgen María una nueva maternidad --espiritual y universal-- hacia todos los hombres, a fin de que cada uno, en la peregrinación de la fe, quedara, junto con María, estrechamente unido a Él hasta la cruz, y cada sufrimiento, regenerado con la fuerza de esta cruz, se convirtiera, desde la debilidad del hombre, en fuerza de Dios.<br /><br />Pero este proceso interior no se desarrolla siempre de igual manera. A menudo comienza y se instaura con dificultad. El punto mismo de partida es ya diverso; diversa es la disposición, que el hombre lleva en su sufrimiento. Se puede sin embargo decir que casi siempre cada uno entra en el sufrimiento con una protesta típicamente humana y con la pregunta del «por qué». Se pregunta sobre el sentido del sufrimiento y busca una respuesta a esta pregunta a nivel humano. Ciertamente pone muchas veces esta pregunta también a Dios, al igual que a Cristo. Además, no puede dejar de notar que Aquel, a quien pone su pregunta, sufre Él mismo, y por consiguiente quiere responderle desde la cruz, desde el centro de su propio sufrimiento. Sin embargo a veces se requiere tiempo, hasta mucho tiempo, para que esta respuesta comience a ser interiormente perceptible. En efecto, Cristo no responde directamente ni en abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. El hombre percibe su respuesta salvífica a medida que él mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo.<br /><br />La respuesta que llega mediante esta participación, a lo largo del camino del encuentro interior con el Maestro, es a su vez algo más que una mera respuesta abstracta a la pregunta acerca del significado del sufrimiento. Esta es, en efecto, ante todo una llamada. Es una vocación. Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento, sino que ante todo dice: «Sígueme», «Ven», toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento. Por medio de mi cruz. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a nivel humano, sino a nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel de Cristo aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace, en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual.<br /><br />27. De esta alegría habla el Apóstol en la carta a los Colosenses: «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros».(88) Se convierte en fuente de alegría la superación del sentido de inutilidad del sufrimiento, sensación que a veces está arraigada muy profundamente en el sufrimiento humano. Este no sólo consuma al hombre dentro de sí mismo, sino que parece convertirlo en una carga para los demás. El hombre se siente condenado a recibir ayuda y asistencia por parte de los demás y, a la vez, se considera a sí mismo inútil. El descubrimiento del sentido salvífico del sufrimiento en unión con Cristo transforma esta sensación deprimente. La fe en la participación en los sufrimientos de Cristo lleva consigo la certeza interior de que el hombre que sufre «completa lo que falta a los padecimientos de Cristo»; que en la dimensión espiritual de la obra de la redención sirve, como Cristo, para la salvación de sus hermanos y hermanas. Por lo tanto, no sólo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible. En el cuerpo de Cristo, que crece incesantemente desde la cruz del Redentor, precisamente el sufrimiento, penetrado por el espíritu del sacrificio de Cristo, es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvación del mundo. El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención. En la lucha «cósmica» entra las fuerzas espirituales del bien y las del mal, de las que habla la carta a los Efesios,(89) los sufrimientos humanos, unidos al sufrimiento redentor de Cristo, constituyen un particular apoyo a las fuerzas del bien, abriendo el camino a la victoria de estas fuerzas salvíficas.<br /><br />Por esto, la Iglesia ve en todos los hermanos y hermanas de Cristo que sufren como un sujeto múltiple de su fuerza sobrenatural. ¡Cuán a menudo los pastores de la Iglesia recurren precisamente a ellos, y concretamente en ellos buscan ayuda y apoyo! El Evangelio del sufrimiento se escribe continuamente, y continuamente habla con las palabras de esta extraña paradoja. Los manantiales de la fuerza divina brotan precisamente en medio de la debilidad humana. Los que participan en los sufrimientos de Cristo conservan en sus sufrimientos una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo, y pueden compartir este tesoro con los demás. El hombre, cuanto más se siente amenazado por el pecado, cuanto más pesadas son las estructuras del pecado que lleva en sí el mundo de hoy, tanto más grande es la elocuencia que posee en sí el sufrimiento humano. Y tanto más la Iglesia siente la necesidad de recurrir al valor de los sufrimientos humanos para la salvación del mundo.<br /><br />VII. EL BUEN SAMARITANO<br /><br />28. Pertenece también al Evangelio del sufrimiento --y de modo orgánico-- la parábola del buen Samaritano. Mediante esta parábola Cristo quiso responder a la pregunta «¿Y quién es mi prójimo?».(90) En efecto, entra los tres que viajaban a lo largo de la carretera de Jerusalén a Jericó, donde estaba tendido en tierra medio muerto un hombre robado y herido por los ladrones, precisamente el Samaritano demostró ser verdaderamente el «prójimo» para aquel infeliz. «Prójimo» quiere decir también aquél que cumplió el mandamiento del amor al prójimo. Otros dos hombres recorrían el mismo camino; uno era sacerdote y el otro levita, pero cada uno «lo vio y pasó de largo». En cambio, el Samaritano «lo vio y tuvo compasión... Acercose, le vendó las heridas», a continuación «le condujo al mesón y cuidó de él».(91) y al momento de partir confió el cuidado del hombre herido al mesonero, comprometiéndose a abonar los gastos correspondientes.<br /><br />La parábola del buen Samaritano pertenece al Evangelio del sufrimiento. Indica, en efecto, cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros con el prójimo que sufre. No nos está permitido «pasar de largo», con indiferencia, sino que debemos «pararnos» junto a él. Buen Samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como el abrirse de una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que «se conmueve» ante la desgracia del prójimo. Si Cristo, conocedor del interior del hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para toda nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar en sí mismo esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión hacia el que sufre. A veces esta compasión es la única o principal manifestación de nuestro amor y de nuestra solidaridad hacia el hombre que sufre.<br /><br />Sin embargo, el buen Samaritano de la parábola de Cristo no se queda en la mera conmoción y compasión. Estas se convierten para él en estímulo a la acción que tiende a ayudar al hombre herido. Por consiguiente, es en definitiva buen Samaritano el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea. Ayuda, dentro de lo posible, eficaz. En ella pone todo su corazón y no ahorra ni siquiera medios materiales. Se puede afirmar que se da a sí mismo, su propio «yo», abriendo este «yo» al otro. Tocamos aquí uno de los puntos clave de toda la antropología cristiana. El hombre no puede «encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»,(92) Buen Samaritano es el hombre capaz precisamente de ese don de sí mismo.<br /><br />29. Siguiendo la parábola evangélica, se podría decir que el sufrimiento, que bajo tantas formas diversas está presente en el mundo humano, está también presente para irradiar el amor al hombre, precisamente ese desinteresado don del propio «yo» en favor de los demás hombres, de los hombres que sufren. Podría decirse que el mundo del sufrimiento humano invoca sin pausa otro mundo: el del amor humano; y aquel amor desinteresado, que brota en su corazón y en sus obras, el hombre lo debe de algún modo al sufrimiento. No puede el hombre «prójimo» pasar con desinterés ante el sufrimiento ajeno, en nombre de la fundamental solidaridad humana; y mucho menos en nombre del amor al prójimo. Debe «pararse», «conmoverse», actuando como el Samaritano de la parábola evangélica. La parábola en sí expresa una verdad profundamente cristiana, pero a la vez tan universalmente humana. No sin razón, aun en el lenguaje habitual se llama obra «de buen samaritano» toda actividad en favor de los hombres que sufren y de todos los necesitados de ayuda.<br /><br />Esta actividad asume, en el transcurso de los siglos, formas institucionales organizadas y constituye un terreno de trabajo en las respectivas profesiones. ¡Cuánto tiene «de buen samaritano» la profesión del médico, de la enfermera, u otras similares! Por razón del contenido «evangélico», encerrado en ella, nos inclinamos a pensar más bien en una vocación que en una profesión. Y las instituciones que, a lo largo de las generaciones, han realizado un servicio «de samaritano» se han desarrollado y especializado todavía más en nuestros días. Esto prueba indudablemente que el hombre de hoy se para con cada vez mayor atención y perspicacia junto a los sufrimientos del prójimo, intenta comprenderlos y prevenirlos cada vez con mayor precisión. Posee una capacidad y especialización cada vez mayores en este sector. Viendo todo esto, podemos decir que la parábola del Samaritano del Evangelio se ha convertido en uno de los elementos esenciales de la cultura moral y de la civilización universalmente humana. Y pensando en todos los hombres, que con su ciencia y capacidad prestan tantos servicios al prójimo que sufre, no podemos menos de dirigirles unas palabras de aprecio y gratitud.<br /><br />Estas se extienden a todos los que ejercen de manera desinteresada el propio servicio al prójimo que sufre, empeñándose voluntariamente en la ayuda «como buenos samaritanos», y destinando a esta causa todo el tiempo y las fuerzas que tienen a su disposición fuera del trabajo profesional. Esta espontánea actividad «de buen samaritano» o caritativa, puede llamarse actividad social, puede también definirse como apostolado, siempre que se emprende por motivos auténticamente evangélicos, sobre todo si esto ocurre en unión con la Iglesia o con otra Comunidad cristiana. La actividad voluntaria «de buen samaritano» se realiza a través de instituciones adecuadas o también por medio de organizaciones creadas para esta finalidad. Actuar de esta manera tiene una gran importancia, especialmente si se trata de asumir tareas más amplias, que exigen la cooperación y el uso de medios técnicos. No es menos preciosa también la actividad individual, especialmente por parte de las personas que están mejor preparadas para ella, teniendo en cuenta las diversas clases de sufrimiento humano a las que la ayuda no puede ser llevada sino individual o personalmente. Ayuda familiar, por su parte, significa tanto los actos de amor al prójimo hechos a las personas pertenecientes a la misma familia, como la ayuda recíproca entra las familias.<br /><br />Es difícil enumerar aquí todos los tipos y ámbitos de la actividad «como samaritano» que existen en la Iglesia y en la sociedad. Hay que reconocer que son muy numerosos, y expresar también alegría porque, gracias a ellos, los valores morales fundamentales, como el valor de la solidaridad humana, el valor del amor cristiano al prójimo, forman el marco de la vida social y de las relaciones interpersonales, combatiendo en este frente las diversas formas de odio, violencia, crueldad, desprecio por el hombre, o las de la mera «insensibilidad», o sea la indiferencia hacia el prójimo y sus sufrimientos.<br /><br />Es enorme el significado de las actitudes oportunas que deben emplearse en la educación. La familia, la escuela, las demás instituciones educativas, aunque sólo sea por motivos humanitarios, deben trabajar con perseverancia para despertar y afinar esa sensibilidad hacia el prójimo y su sufrimiento, del que es un símbolo la figura del Samaritano evangélico. La Iglesia obviamente debe hacer lo mismo, profundizando aún más intensamente --dentro de lo posible-- en los motivos que Cristo ha recogido en su parábola y en todo el Evangelio. La elocuencia de la parábola del buen Samaritano, como también la de todo el Evangelio, es concretamente ésta: el hombre debe sentirse llamado personalmente a testimoniar el amor en el sufrimiento. Las instituciones son muy importantes e indispensables; sin embargo, ninguna institución puede de suyo sustituir el corazón humano, la compasión humana, el amor humano, la iniciativa humana, cuando se trata de salir al encuentro del sufrimiento ajeno. Esto se refiere a los sufrimientos físicos, pero vale todavía más si se trata de los múltiples sufrimientos morales, y cuando la que sufre es ante todo el alma.<br /><br />30. La parábola del buen Samaritano, que --como hemos dicho-- pertenece al Evangelio del sufrimiento, camina con él a lo largo de la historia de la Iglesia y del cristianismo, a lo largo de la historia del hombre y de la humanidad. Testimonia que la revelación por parte de Cristo del sentido salvífico del sufrimiento no se identifica de ningún modo con una actitud de pasividad. Es todo lo contrario. El Evangelio es la negación de la pasividad ante el sufrimiento. El mismo Cristo, en este aspecto, es sobre todo activo. De este modo realiza el programa mesiánico de su misión, según las palabras del profeta: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor».(93) Cristo realiza con sobreabundancia este programa mesiánico de su misión: Él pasa «haciendo el bien»,(94) y el bien de sus obras destaca sobre todo ante el sufrimiento humano. La parábola del buen Samaritano está en profunda armonía con el comportamiento de Cristo mismo.<br /><br />Esta parábola entrará, finalmente, por su contenido esencial, en aquellas desconcertantes palabras sobre el juicio final, que Mateo ha recogido en su Evangelio: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; preso, y vinisteis a verme».(95) A los justos que pregunten cuándo han hecho precisamente esto, el Hijo del Hombre responderá: «En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis».(96) La sentencia contraria tocará a los que se comportaron diversamente: «En verdad os diga que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo».(97)<br /><br />Se podría ciertamente alargar la lista de los sufrimientos que han encontrado la sensibilidad humana, la compasión, la ayuda, o que no las han encontrado. La primera y la segunda parte de la declaración de Cristo sobre el juicio final indican sin ambigüedad cuán esencial es, en la perspectiva de la vida eterna de cada hombre, el «pararse», como hizo el buen Samaritano, junto al sufrimiento de su prójimo, el tener «compasión», y finalmente el dar ayuda. En el programa mesiánico de Cristo, que es a la vez el programa del reino de Dios, el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en la «civilización del amor». En este amor el significado salvífico del sufrimiento se realiza totalmente y alcanza su dimensión definitiva. Las palabras de Cristo sobre el juicio final permiten comprender esto con toda la sencillez y claridad evangélica.<br /><br />Estas palabras sobre el amor, sobre los actos de amor relacionados con el sufrimiento humano, nos permiten una vez más descubrir, en la raíz de todos los sufrimientos humanos, el mismo sufrimiento redentor de Cristo. Cristo dice: «A mí me lo hicisteis». Él mismo es el que en cada uno experimenta el amor; Él mismo es el que recibe ayuda, cuando esto se hace a cada uno que sufre sin excepción. Él mismo está presente en quien sufre, porque su sufrimiento salvífico se ha abierto de una vez para siempre a todo sufrimiento humano. Y todos los que sufren han sido llamados de una vez para siempre a ser partícipes «de los sufrimientos de Cristo».(98) Así como todos son llamados a «completar» con el propio sufrimiento «lo que falta a los padecimientos de Cristo».(99) Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer bien con el sufrimiento y a hacer bien a quien sufre. Bajo este doble aspecto ha manifestado cabalmente el sentido del sufrimiento.<br /><br />VIII. CONCLUSIÓN<br /><br />31. Este es el sentido del sufrimiento, verdaderamente sobrenatural y a la vez humano. Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión.<br /><br />El sufrimiento ciertamente pertenece al misterio del hombre. Quizás no está rodeado, como está el mismo hombre, por ese misterio que es particularmente impenetrable. El Concilio Vaticano II ha expresado esta verdad: «En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque ... Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al hombre y le descubre la sublimidad de su vocación».(100) Si estas palabras se refieren a todo lo que contempla el misterio del hombre, entonces ciertamente se refieren de modo muy particular al sufrimiento humano. Precisamente en este punto el «manifestar el hombre al hombre y descubrirle la sublimidad de su vocación» es particularmente indispensable. Sucede también --como lo prueba la experiencia-- que esto es particularmente dramático. Pero cuando se realiza en plenitud y se convierte en luz para la vida humana, esto es también particularmente alegre. «Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte».(101)<br /><br />Concluimos las presentes consideraciones sobre el sufrimiento en el año en el que la Iglesia vive el Jubileo extraordinario relacionado con el aniversario de la Redención.<br /><br />El misterio de la redención del mundo está arraigado en el sufrimiento de modo maravilloso, y éste a su vez encuentra en ese misterio su supremo y más seguro punto de referencia.<br /><br />Deseamos vivir este Año de la Redención unidos especialmente a todos los que sufren. Es menester pues que a la cruz del Calvario acudan idealmente todos los creyentes que sufren en Cristo --especialmente cuantos sufren a causa de su fe en El Crucificado y Resucitado-- para que el ofrecimiento de sus sufrimientos acelere el cumplimiento de la plegaria del mismo Salvador por la unidad de todos.(102) Acudan también allí los hombres de buena voluntad, porque en la cruz está el «Redentor del hombre», el Varón de dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, para que en el amor puedan encontrar el sentido salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todas sus preguntas.<br /><br />Con María, Madre de Cristo, que estaba junto a la Cruz, (103) nos detenemos ante todas las cruces del hombre de hoy.<br /><br />Invoquemos a todos los Santos que a lo largo de los siglos fueron especialmente partícipes de los sufrimientos de Cristo. Pidámosles que nos sostengan.<br /><br />Y os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis. Precisamente a vosotros, que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad. En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que nos presenta el mundo contemporáneo, venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo.<br /><br />A todos, queridos hermanos y hermanas, os envío mi Bendición Apostólica.<br /><br />Dado en Roma, junto a San Pedro, en la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, el día 11 de febrero del año 1984, sexto de mi Pontificado.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-20103286931381013232009-03-01T13:34:00.004-06:002010-01-25T23:01:40.576-06:00CARTA DE UNA CONDENADAHace mucho tiempo que no publico, mas adelante les participare algunas cosas,pero esta carta en verdad me conmovio, me estremecio, como dice la explicacion,no estamos obligados a creer que alguna condenada se pudo comunicar con su amiga para hacerle estas revelaciones,,,pero los caminos de Dios son misteriosos,EL pudo permitir que esto sucediera,para que quienes tengan verdadera consciencia,y aun los que no la tengan, reflexionemos sobre esta verdad absoluta,sobre este dogma que muchos ignoran,que muchos creen que no existe,,el diablo existe,,el fuego eterno existe..<br /><br />"Este texto, fuerte y conmovedor, nos lo envía un Sacerdote Jesuita amigo, quien lo acompaña con la siguiente introducción:<br /> Este material no es del gusto actual, de la sociedad moderna, por supuesto del gusto mundano, ni lamentablemente de muchos entre los llamados fieles cristianos. Debemos prestar atención hoy día a esta realidad y verdad de fe definida en la Iglesia Católica, acerca de la existencia del infierno y de su duración eterna. <br /> Tristemente, el abandono consciente o inconsciente de su consideración, esta llevando a muchos a negar su existencia, con consecuencias mas que lamentables en la conducta y en su ineludible juicio Divino. Lo que sigue, guste o no, no es argumento para adoptar la conocida actitud llamada del avestruz, de esconder la cabeza bajo las alas. <br /> Este texto no configura ninguna definición eclesiástica, sino que es solo un escrito privado que goza de licencia eclesiástica, para que pueda imprimirse y por tanto leerse.<br />Carta del mas alla<br />Testimonio impresionante de un alma condenada, acerca de lo que la llevo al Infierno<br />Imprimatur del original aleman: Brief aus dem Jenseits - Treves, 9-11-1953.N.4/53<br /><br />Introducción al texto original<br />Dios se comunica con los hombres de muchas maneras. Las Sagradas Escrituras se refieren a muchas comunicaciones divinas hechas a través de visiones y aun de sueños. Los sueños, no siempre son solo sueños.<br />La “carta del mas allá” que se transcribe seguidamente se refiere a la condenación eterna de una joven. A primera vista parece una historia novelada. Pero considerando las circunstancias se llega a la conclusión de que no deja de tener su fondo histórico, a partir de su sentido moral y su alcance trascendental.<br />El original de esta carta fue encontrado entre los papeles de una religiosa fallecida, amiga de la joven condenada. Allí cuenta la monja los acontecimientos de la vida de su compañera como si fueran hechos conocidos y verificados, así como su condenación eterna comunicada en un sueño. La Curia diocesana de Treves (Alemania) autorizo su publicación como lectura sumamente instructiva.<br />La “carta del mas allá” apareció por primera vez en un libro de revelaciones y profecías, junto con otras narraciones. Fue el Rvdo. Padre Bernhardin Krempel C.P., doctor en teología, quien la publico por separado y le confirió mayor autoridad al encargarse de probar, en las notas, la absoluta concordancia de la misma con la doctrina católica.<br />Entre los manuscritos dejados en su convento por una religiosa, que en el mundo se llamo Clara, se encontró el siguiente testimonio:<br />El relato de Clara<br />Tuve una amiga, Anita. Es decir, eramos muy proximas por ser vecinas y compañeras de trabajo en la misma oficina M. Mas tarde, Ani se caso y no volvi a verla. Desde que nos conocimos, habia entre nosotras, en el fondo, mas amabilidad que propiamente amistad. Por eso, senti muy poco su ausencia cuando, despues de su casamiento, ella fue a vivir al barrio elegante de las villas, lejos del mio.<br />Durante mis vacaciones en el Lago de Garda (Italia), en septiembre de 1937, recibi una carta de mi madre en la que me decia: “Anita N murio en un accidente automovilistico. La sepultaron ayer en Wald Friendhof”. Me impresione mucho con la noticia. Sabia que mi amiga no habia sido propiamente religiosa. ¿Estaria preparada para presentarse ante Dios? ¿En que estado la habria encontrado su muerte subita? Al dia siguiente escuche misa, comulgue por la intencion de Anita, en la casa del pensionado de las hermanas, donde estaba viviendo. Rezaba fervorosamente por su eterno descanso, y por esta misma intencion ofreci la Santa Comunion.<br />Durante todo el dia percibi un cierto malestar, que fue aumentando por la tarde. Dormi inquieta. Me desperte de improviso, escuchando algo asi como una sacudida en la puerta del cuarto. Encendi la luz. El reloj indicaba las doce y diez minutos. Nada. Tampoco ruidos. Tan solo las olas del Lago de Garda golpeando monotonas contra el muro del jardin del pensionado. No habia viento. Yo conservaba la impresion de que al despertar encontraria, ademas de los golpes de la puerta, un ruido de brisa o viento, parecido al que producia mi jefe de la oficina, cuando de mal humor tiraba sobre mi escritorio una carta que lo molestaba. Reflexione un instante si debia levantarme. ¡No! Todo no es mas que sugestion, me dije. Mi fantasia esta sobresaltada por la noticia de la muerte. Me di vuelta en la cama, rece algunos Padrenuestros por las animas y me dormi de nuevo.<br />Soñe entonces que me levantaba de mañana, a las 6, yendo a la capilla. Al abrir la puerta del cuarto, me encontre con una cantidad de hojas de carta. Levantarlas, reconocer la letra de Anita y dar un grito, fue cosa de un segundo. Temblando, las sostuve en mis manos. Confieso que quede tan aterrorizada que no pude rezar. Apenas respiraba. Nada mejor que huir de alli, salir al aire libre. Me arregle rapidamente, puse la carta dentro de mi cartera y sali en seguida. Subi por el tortuoso camino, entre olivos, laureles y quintas de la villa, mas alla del conocido camino gardesano.<br />La mañana aparecia radiante. En los dias anteriores, yo me detenia cada cien pasos, maravillada por la vista que ofrecian el lago y la Isla de Garda. El suavisimo azul del agua me refrescaba; como una niña que mira admirada a su abuelo, asi contemplaba, extasiada, al ceniciento monte Baldo, que se levanta en la orilla opuesta del lago, hasta los 2.200 metros de altura. Ese dia no tenia ojos para todo eso. Despues de caminar un cuarto de hora, me deje caer maquinalmente sobre un banco ubicado entre dos cipreses, donde la vispera habia leido con placer “La doncella Teresa”. Por primera vez veia en los cipreses el simbolo de la muerte, algo en lo que antes no habia pensado.<br />Tome la carta. No tenia firma. Sin la menor duda, estaba escrita por Ani. No faltaba la gran “s”, ni la “t” francesa, a la que se habia acostumbrado en la oficina, para irritar al Sr. G. No era su estilo. Por lo menos, no era asi como hablaba de costumbre. Lo habitual en ella era la conversacion amable, la risa, subrayada por los ojos azules y su graciosa nariz…Solo cuando discutiamos asuntos religiosos se volvia mordaz y caia en el tono rudo de la carta. Yo misma me siento envuelta por su excitada cadencia. Hela aqui, la Carta del Mas Alla de Anita N., palabra por palabra, tal como la lei en el sueño.<br />La Carta<br />CLARA, NO RECES POR MÍ, ESTOY CONDENADA. Si te doy este aviso - es mas, voy a hablarte largamente sobre esto - no creas que lo hago por amistad. Quienes estamos aqui ya no amamos a nadie. Lo hago como obligada. Es parte de la obra “de esa potencia que siempre quiere el mal y realiza el bien”. En realidad, me gustaria verte aqui, adonde llegue para siempre. No te extrañes de mis intenciones. Aqui, todos pensamos asi. Nuestra voluntad esta petrificada en el mal, es decir, en aquello que ustedes consideran “mal”. Aun cuando pueda hacer algo “bien” (como yo lo hago ahora, abriendote los ojos ante el infierno), no lo hago con recta intencion. <br />¿Recuerdas? Hace cuatro años que nos conocimos, en M. Tenias 23 años y ya trabajabas en el escritorio desde seis meses antes, cuando yo ingrese. Varias veces me sacaste de apuros. Con frecuencia me dabas buenos avisos que a mi, principiante, me venian muy bien. Pero, ¿que es “bueno”? Yo ponderaba, en aquel entonces, tu “caridad”. Ridiculo… Tus ayudas eran pura ostentacion, algo que desde entonces sospechaba.<br />Aqui, no reconocemos bien alguno en absolutamente nadie. Pero ya que conociste mi juventud, es el momento de llenar algunas lagunas. De acuerdo con los planes de mis padres, yo nunca tendria que haber existido. Por un descuido se produjo la desgracia de mi concepcion. Mis hermanas tenian 14 y 16 años cuando vine al mundo. ¡Ojala no hubiera nacido! Ojala pudiera ahora aniquilarme, huir de estos tormentos! No hay placer comparable al de acabar mi existencia, asi como se reduce a cenizas un vestido, sin dejar vestigios. Pero es necesario que exista. Es preciso que yo sea tal como me he hecho: con el fracaso total de la finalidad de mi existencia.<br />Cuando mis padres, entonces solteros, se mudaron del campo a la ciudad, perdieron el contacto con la Iglesia. Era mejor asi. Mantenian relaciones con personas desvinculadas de la religion. Se conocieron en un baile, y se vieron “obligados” a casarse seis meses despues. En la ceremonia nupcial, recibieron solo unas gotas de agua bendita, las suficientes para atraer a mama a la misa dominical unas pocas veces al año. Ella nunca me enseño verdaderamente a rezar. Todo su esfuerzo se agotaba en los trabajos cotidianos de la casa, aunque nuestra situacion no era mala. Palabras como rezar, misa, agua bendita, iglesia, solo puedo escribirlas con intima repugnancia, con incomparable repulsion. Detesto profundamente a quienes van a la Iglesia y, en general, a todos los hombres y a todas las cosas. Todo es tormento. Cada conocimiento recibido, cada recuerdo de la vida y de lo que sabemos, se convierte en una llama incandescente.<br />Y todos estos recuerdos nos muestran las oportunidades en que despreciamos una gracia. Como me atormenta esto! No comemos, no dormimos, no andamos sobre nuestros pies. Espiritualmente encadenados, los reprobos contemplamos desesperados nuestra vida fracasada, aullando y rechinando los dientes, atormentados y llenos de odio. ¿Entiendes? Aqui bebemos el odio como si fuera agua. Nos odiamos unos a otros. Mas que a nada, odiamos a Dios. Quiero que lo comprendas. Los bienaventurados en el cielo deben amar a Dios, porque lo ven sin velos, en su deslumbrante belleza. Esto los hace indescriptiblemente felices. Nosotros lo sabemos, y este conocimiento nos enfurece. Los hombres, en la tierra, que conocen a Dios por la Creacion y por la Revelacion, pueden amarlo. Pero no estan obligados a hacerlo.<br />El creyente - te lo digo furiosa - que contempla, meditando, a Cristo con los brazos abiertos sobre la cruz, terminara por amarlo. Pero el alma a la que Dios se acerca fulminante, como vengador y justiciero porque un dia fue repudiado, como ocurrio con nosotros, esta no podra sino odiarlo, como nosotros lo odiamos. Lo odia con todo el impetu de su mala voluntad. Lo odia eternamente, a causa de la deliberada resolucion de apartarse de Dios con la que termino su vida terrenal. Nosotros no podemos revocar esta perversa voluntad, ni jamas querriamos hacerlo.<br />¿Comprendes ahora por que el infierno dura eternamente? Porque nuestra obstinacion nunca se derrite, nunca termina. Y contra mi voluntad agrego que Dios es misericordioso, aun con nosotros. Digo “contra mi voluntad” porque, aunque diga estas cosas voluntariamente, no se me permite mentir, que es lo que querria. Dejo muchas informaciones en el papel contra mis deseos. Debo tambien estrangular la avalancha de palabrotas que querria vomitar. Dios fue misericordioso con nosotros porque no permitio que derramaramos sobre la tierra el mal que hubieramos querido hacer. Si nos lo hubiera permitido, habriamos aumentado mucho nuestra culpa y castigo. Nos hizo morir antes de tiempo, como hizo conmigo, o hizo que intervinieran causas atenuantes.<br />Dios es misericordioso, porque no nos obliga a aproximarnos a El mas de lo que estamos, en este remoto lugar infernal. Eso disminuye el tormento. Cada paso mas cerca de Dios me causaria una afliccion mayor que la que te produciria un paso mas rumbo a una hoguera.<br />Te desagrade un dia al contarte, durante un paseo, lo que dijo mi padre pocos dias antes de mi comunion: “Alegrate, Anita, por el vestido nuevo; el resto no es mas que una burla”. Casi me avergüenzo de tu desagrado. Ahora me rio. Lo unico razonable de toda aquella comedia era que se permitiera comulgar a los niños a los doce años. Yo ya estaba, en aquel entonces, bastante poseida por el placer del mundo. Sin escrupulos, dejaba a un lado las cosas religiosas. No tome en serio la comunion. La nueva costumbre de permitir a los niños que reciban su primera comunion a los 7 años nos produce furor. Empleamos todos los medios para burlarnos de esto, haciendo creer que para comulgar debe haber comprension. Es necesario que los niños hayan cometido algunos pecados mortales. La blanca Hostia sera menos perjudicial entonces, que si la recibe cuando la fe, la esperanza y el amor, frutos del bautismo - escupo sobre todo esto - todavia estan vivos en el corazon del niño.<br />¿Te acuerdas que yo pensaba asi cuando estaba en la tierra? Vuelvo a mi padre. Peleaba mucho con mama. Pocas veces te lo dije, porque me avergonzaba. Que cosa ridicula la vergüenza! Aqui, todo es lo mismo. Mis padres ya no dormian en el mismo cuarto. Yo dormia con mama, papa lo hacia en el cuarto contiguo, donde podia volver a cualquier hora de la noche. Bebia mucho y se gasto nuestra fortuna. Mis hermanas estaban empleadas, decian que necesitaban su propio dinero. Mama comenzo a trabajar. Durante el ultimo año de su vida, papa la golpeo muchas veces, cuando ella no queria darle dinero. Conmigo, el siempre fue amable. Un dia te conte un capricho del que quedaste escandalizada. ¿Y de que no te escandalizaste de mi? Cuando devolvi dos veces un par de zapatos nuevos, porque la forma de los tacos no era bastante moderna.<br />En la noche en que papa murio, victima de una apoplejia, ocurrio algo que nunca te conte, por temor a una interpretacion desagradable. Hoy, sin embargo, debes saberlo. Es un hecho memorable: por primera vez, el espiritu que me atormenta se acerco a mi. Yo dormia en el cuarto de mama. Su respiracion regular revelaba un sueño profundo. Entonces, escuche pronunciar mi nombre. Una voz desconocida murmuro: “¿Que ocurrira si muere tu padre?”<br />Ya no lo queria a papa, desde que habia empezado a maltratar a mi madre. En realidad, no amaba absolutamente a nadie: solo tenia gratitud hacia algunas personas que eran bondadosas conmigo. El amor sin esperanza de retribucion en esta tierra solamente se encuentra en las almas que viven en estado de gracia. No era ese mi caso. “Ciertamente, el no morira”, le respondi al misterioso interlocutor. Tras una breve pausa, escuche la misma pregunta. “El no va a morir!”, replique con brusquedad.<br />Por tercera vez, me preguntaron: “Que ocurrira si muere tu padre?”. Me represente en ese momento en la imaginacion el modo como mi padre volvia muchas veces: medio ebrio, gritando, maltratando a mama, avergonzandonos frente a los vecinos. Entonces, respondi con rabia: “Bien, es lo que se merece. ¡Que muera!”. Despues, todo quedo en silencio.<br />A la mañana siguiente, cuando mama fue a ordenar el cuarto de papa, encontro la puerta cerrada. Al mediodia, la abrieron por la fuerza. Papa, semidesnudo, estaba muerto sobre la cama. Al ir a buscar cerveza al sotano, debio sufrir una crisis mortal. Desde hacia tiempo que estaba enfermo. (¿Habra hecho depender Dios de la voluntad de su hija, con la que el hombre fue bondadoso, la obtencion de mas tiempo y ocasion de convertirse?).<br />Marta K. y tu me hicieron ingresar en la asociacion de jovenes. Nunca te oculte que consideraba demasiado “parroquiales” las instrucciones de las dos directoras, las señoritas X. Los juegos eran bastante divertidos. Como sabes, llegue en poco tiempo a tener alli un papel preponderante. Eso era lo que me gustaba. Tambien me gustaban las excursiones. Llegue a dejarme llegar algunas veces a confesar y comulgar. Para decir la verdad, no tenia nada para confesar. Los pensamientos y las palabras no significaban nada para mi. Y para acciones mas groseras todavia no estaba madura.<br />Un dia me llamaste la atencion: “Ana, si no rezas mas, te perderas”. Realmente, yo rezaba muy poco, y ese poco siempre a disgusto, de mala voluntad. Sin duda tenias razon. Los que arden en el infierno o no rezaron, o rezaron poco. La oracion es el primer paso para llegar a Dios. Es el paso decisivo. Especialmente la oracion a Aquella que es la madre de Cristo, cuyo nombre no nos es licito pronunciar. La devocion a Ella arranca innumerables almas al demonio, almas a las que sus pecados las habrian lanzado infaliblemente en sus manos.<br />Furiosa continuo, porque estoy obligada a hacerlo, aunque no aguanto mas de tanta rabia. Rezar es lo mas facil que se puede hacer en la tierra. Y justamente de esto, que es facilisimo, Dios hace depender nuestra salvacion. Al que reza con perseverancia, paulatinamente Dios le da tanta luz, y lo fortalece de tal modo, que hasta el mas empedernido pecador puede recuperarse, aunque se encuentre hundido en un pantano hasta el cuello. Durante los ultimos años de mi vida ya no rezaba mas, privandome asi de las gracias, sin las que nadie se puede salvar.<br />Aqui, no recibimos ningun tipo de gracia. Aunque la recibieramos, la rechazariamos con escarnio. Todas las vacilaciones de la existencia terrenal terminaron en esta otra vida. En la tierra, el hombre puede pasar del estado de pecado al estado de gracia. De la gracia, se puede caer al pecado. Muchas veces cai por debilidad; pocas, por maldad. Con la muerte, cada uno entra en un estado final, fijo e inalterable. A medida que se avanza en edad, los cambios se hacen mas dificiles. Es cierto que uno tiene tiempo hasta la muerte para unirse a Dios o para darle las espaldas. Sin embargo, como si estuviera arrastrado por una correntada, antes del transito final, con los ultimos restos de su voluntad debilitada, el hombre se comporta segun las costumbres de toda su vida.<br />El habito, bueno o malo, se convierte en una segunda naturaleza. Es esta la que lo arrastra en el momento supremo. Asi ocurrio conmigo. Vivi años enteros apartada de Dios. En consecuencia, en el ultimo llamado de la gracia, me decidi contra Dios. La fatalidad no fue haber pecado con frecuencia, sino que no quise levantarme mas. Muchas veces me invitaste para que asistiera a las predicaciones o que leyera libros de piedad. Mis excusas habituales eran la falta de tiempo. ¿Acaso podria querer aumentar mis dudas interiores? Finalmente, tengo que dejar constancia de lo siguiente: al llegar a este punto critico, poco antes de salir de la “Asociacion de Jovenes”, me habria sido muy dificil cambiar de rumbo. Me sentia insegura y desdichada. Pero frente a la conversion se levantaba una muralla.<br />No sospechaste que fuera tan grave. Creias que la solucion era tan simple, que un dia me dijiste: “Tienes que hacer una buena confesion, Ani, todo volvera a ser normal”. Me daba cuenta que seria asi. Pero el mundo, el demonio y la carne, me retenian demasiado firme entre sus garras. Nunca crei en la influencia del demonio. Ahora, doy testimonio de que el demonio actua poderosamente sobre las personas que estan en las condiciones en que yo me encontraba entonces. Solo muchas oraciones, propias y ajenas, junto con sacrificios y sufrimientos, podrian haberme rescatado. Y aun esto, poco a poco.<br />Si bien hay pocos posesos corporales, son innumerables los que estan poseidos internamente por el demonio. El demonio no puede arrebatar el libre albedrio de los que se abandonan a su influencia. Pero, como castigo por su casi total apostasia, Dios permite que el “maligno” se anide en ellos. Yo tambien odio al demonio. Sin embargo, me gusta, porque trata de arruinarlos a todos ustedes: el y sus secuaces, los angeles que cayeron con el desde el principio de los tiempos. Son millones, vagando por la tierra. Innumerables como enjambres de moscas; ustedes no los perciben. A los reprobos no nos incumbe tentar: eso les corresponde a los espiritus caidos.<br />Cada vez que arrastran una nueva alma al fondo del infierno, aumentan aun mas sus tormentos. Pero, ¡de que no es capaz el odio! Aunque andaba por caminos tortuosos, Dios me buscaba. Yo preparaba el camino para la gracia, con actos de caridad natural, que hacia muchas veces por una inclinacion de mi temperamento. A veces, Dios me atraia a una Iglesia. Alli, sentia una cierta nostalgia. Cuando cuidaba a mi madre enferma, a pesar de mi trabajo en la oficina durante el dia, haciendo un sacrificio de verdad, los atractivos de Dios actuaban poderosamente. Una vez fue en la capilla del hospital, adonde me llevaste durante el descanso del mediodia. Quede tan impresionada, que estuve solo a un paso de mi conversion. Lloraba. Pero, en seguida, llegaba el placer del mundo, derramandose como un torrente sobre la gracia. Las espinas ahogaron el trigo. Con la explicacion de que la religion es sentimentalismo, como siempre se decia en la oficina, rechace tambien esta gracia, como todas las otras.<br />En otra ocasion, me llamaste la atencion porque, en lugar de una genuflexion hasta el piso, hice solamente una ligera inclinacion con la cabeza. Pensaste que eso lo hacia por pereza, sin sospechar que, ya entonces, habia dejado de creer en la presencia de Cristo en el Sacramento. Ahora creo, aunque solo materialmente, tal como se cree en la tempestad, cuyas señales y efectos se perciben. En este interin, me habia fabricado mi propia religion. Me gusto la opinion generalizada en la oficina, de que despues de la muerte el alma volveria a este mundo en otro ser, reencarnandose sucesivamente, sin llegar nunca al fin.<br />Con esto, estaba resuelto el angustiante problema del mas alla. Imagine haberlo hecho inofensivo. ¿Por que no me recordaste la parabola del rico Epulon y del pobre Lazaro, en la que el narrador, Cristo, envio despues de la muerte a uno al infierno y al otro al Cielo? Pero, ¿que habrias conseguido? No mucho mas de lo que conseguiste con todos tus otros discursos beatos. Poco a poco me fui fabricando un dios: con atributos suficientes para ser llamado asi. Bastante lejos de mi, como para que no me obligara a tener relaciones con el. Suficientemente confuso, como para poder transformarlo a mi antojo. De este modo, sin cambiar de religion, yo podia imaginarlo como el dios panteista del mundo o pensarlo, poeticamente, como un dios solitario.<br />Este “dios” no tenia Cielo para premiarme, ni infierno para asustarme. Yo lo dejaba en paz. En esto consistia mi culto de adoracion. Es facil creer en lo que agrada. Con el transcurso de los años, estaba bastante persuadida de mi religion. Se vivia bien asi, sin molestias. Solo una cosa podria haber roto mi suficiencia: un dolor profundo y prolongado. Pero este sufrimiento no llego. ¿Comprendes ahora el significado de “Dios castiga a aquellos que ama”? Durante un domingo de julio, la Asociacion de Jovenes organizaba un paseo de A. Me gustaban las excursiones, pero no los discursos insipidos y demas beaterias. Otra imagen, muy diferente de la de Nuestra Señora de las Gracias de A., estaba desde hacia poco en el altar de mi corazon. Era el distinguido Max, del almacen de al lado. Ya habiamos conversado entretenidos, varias veces. Justamente ese domingo me invito a pasear. La otra, con la que acostumbraba a salir, estaba enferma en el hospital.<br />El habia comprendido que lo miraba mucho. Pero yo no pensaba en casarme todavia. Su posicion economica era muy buena, pero tambien demasiado amable con todas las otras jovencitas. En aquel entonces yo queria un hombre que me perteneciera exclusivamente, como unica mujer. Siempre conserve una cierta educacion natural. (Eso es verdad. A pesar de su indiferencia religiosa, Ani tenia algo noble en su persona. Me desconcierta que tambien las personas “honestas” puedan caer en el infierno, si son deshonestas al huir del encuentro con Dios).<br />En ese paseo, Max me colmo de amabilidades. Nuestras conversaciones, es claro, no eran sobre la vida de los santos, como las de ustedes. Al dia siguiente, en la oficina, me reprendiste por no haber ido al paseo de la Asociacion. Cuando te conte mi diversion del domingo, tu primera pregunta fue: “¿Escuchaste Misa?”. Tonta! ¿Como podriamos ir a Misa si salimos a las 6 de la mañana? Me acuerdo que, muy exaltada, te dije: “El buen Dios no es tan mezquino como lo son los curas”. Ahora debo confesar que Dios, a pesar de su infinita bondad, considera todo con mas seriedad que todos los sacerdotes juntos. Despues de este primer paseo con Max, fui solamente una vez mas a la Asociacion, en las fiestas de Navidad. Algunas cosas me atraian. Pero en mi interior, ya me habia separado de todas ustedes.<br />Los bailes, el cine, los paseos, continuaban. A veces peleabamos con Max, pero yo sabia como retenerlo. Odie mucho a mi rival que, al salir del hospital, se puso furiosa. En realidad, eso me favorecio. La calma distinguida que yo mostraba produjo una gran impresion en Max, que se inclino definitivamente por mi. Consegui encontrar la forma de denigrarla. Me expresaba con calma: por fuera, realidades objetivas, por dentro, vomitando hiel. Estos sentimientos y actitudes conducen rapidamente al infierno. Son diabolicos, en el sentido estricto del termino. ¿Por que te cuento todo esto? Para explicarte que asi me aparte definitivamente de Dios. En realidad, Max y yo no llegamos muchas veces al extremo de la familiaridad. Me daba cuenta que me rebajaria a sus ojos si le concedia toda la libertad antes de tiempo. Por eso, supe controlarme. Realmente, yo estaba siempre dispuesta para todo lo que consideraba util. Tenia que conquistar a Max. Para eso, ningun precio era demasiado alto.<br />Nos fuimos amando poco a poco, porque ambos teniamos valiosas cualidades que podiamos apreciar mutuamente. Yo era habilidosa, eficiente, de trato agradable. Retuve a Max con firmeza y consegui, al menos durante los ultimos meses antes del casamiento, ser la unica que lo poseia. En eso consistio mi apostasia, en hacer mi dios con una criatura. En ninguna otra cosa puede realizarse mas plenamente la apostasia como en el amor a una persona del otro sexo, cuando ese amor se ahoga en la materia. Esto es su encanto, su aguijon y su veneno. La “adoracion” que tenia por Max se convirtio en mi religion. En ese tiempo, en la oficina, yo arremetia virulentamente contra los curas, los fieles, las indulgencias, los rosarios y demas estupideces.<br />Trataste de defender con una cierta inteligencia todo lo que yo atacada, aunque quizas sin sospechar que en realidad el problema no estaba en esas cosas. Lo que yo buscaba era un punto de apoyo. Todavia lo necesitaba para justificar racionalmente mi apostasia. Estaba sublevada contra Dios. No te dabas cuenta. Creias que todavia era catolica. Por otra parte, yo queria ser llamada asi; inclusive pagaba la contribucion para el culto. Porque un cierto “reaseguro” nunca viene mal. Es posible que tus respuestas a veces dieran en el blanco. Pero no me alcanzaban, porque no te concedia razon. A raiz de estas relaciones sobre bases falsas, fue pequeño el dolor de nuestra separacion, con motivo de mi casamiento.<br />Antes de casarme, me confese y comulgue una vez mas. Era una formalidad. Mi marido pensaba igual. Si era una formalidad, ¿por que no cumplirla? Ustedes dicen que una comunion asi es “indigna”. Bien, despues de esa comunion “indigna”, logre un cierto sosiego en mi conciencia. Esa comunion fue la ultima. Nuestra vida conyugal transcurria, en general, en armonia. En casi todos los puntos teniamos la misma opinion. Tambien en esto: no queriamos cargar con hijos. En realidad, mi marido queria tener uno, uno solo, naturalmente. Finalmente consegui que el renunciara a ese deseo. Lo que mas me gustaba eran los vestidos, los muebles lujosos, las reuniones mundanas, los paseos en automovil y otras distracciones. Fue un año de placer el que medio entre mi casamiento y mi muerte repentina.<br />Todos los domingos ibamos a pasear en auto o visitabamos a los parientes de mi marido. Me avergonzaba de mi madre. Esos parientes se destacaban en la vida social, igual que nosotros. Pero en mi interior, sin embargo, nunca fui feliz. Habia algo indeterminado que me corroia. Mi deseo era que, al llegar la muerte - la que sin duda demoraria mucho todavia - todo acabara. Ocurria tal como yo lo habia escuchado de niña, durante una platica: Dios recompensa en este mundo toda obra buena que se haga. Si no puede premiarla en la otra vida, lo hace en la tierra. Inesperadamente, recibi una herencia de la tia Lote. Mi marido tuvo la suerte de ver sus ingresos notablemente aumentados. Asi pude instalar, confortablemente, una casa nueva.<br />Mi religion estaba muriendo, como un resplandor crepuscular en un firmamento lejano. Los bares de la ciudad, los hoteles y los restaurantes por los que pasabamos en nuestros viajes, no nos acercaban a Dios. Todos los que los frecuentaban vivian como nosotros: de fuera hacia adentro, no de dentro hacia afuera. Si durante los viajes de vacaciones visitabamos una celebre catedral, tratabamos de divertirnos con el valor artistico de sus obras primas. Los sentimientos religiosos que irradiaban - especialmente las iglesias medievales - yo los neutralizaba criticando circunstancias accesorias de un hermano lego que nos guiaba, criticaba su negligencia en el aseo, criticaba el comercio de los piadosos monjes que fabricaban y vendian licor, criticaba el eterno repique de campanas llamando a los sagrados oficios, diciendo que el unico fin era ganar dinero…<br />Asi era como conseguia apartar a la gracia, cada vez que me llamaba. Especialmente descargaba mi mal humor frente a algunas pinturas de la Edad Media representando al Infierno en libros, cementerios y otros lugares. Alli el demonio asaba a las almas sobre fuego rojo o amarillo, mientras sus compañeros, con largas colas, le traen mas victimas. Clara, el infierno puede ser dibujado, pero nunca exagerado! Siempre me burlaba del fuego del infierno. Acuerdate de una conversacion durante la cual te puse un fosforo encendido bajo la nariz, preguntandote: “¿Asi huele?”<br />Apagaste en seguida la llama. Aqui nadie consigue hacerlo. Te digo mas: el fuego del que habla la Biblia no es el tormento de la consciencia. Fuego es fuego! Debe ser interpretado al pie de la letra cuando Aquel dijo: “Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno”. Al pie de la letra! ¿Y como puede ser tocado un espiritu por el fuego material? Preguntaras. ¿Y como puede sufrir tu alma, en la tierra, si pones el dedo sobre una llama? Tampoco tu alma se quema, mientras tanto el dolor lo sufre todo el individuo. Del mismo modo, nosotros estamos aqui espiritualmente presos al fuego de nuestro ser y de nuestras facultades. Nuestra alma carece de la agilidad que le seria natural; no podemos pensar ni querer lo que querriamos.<br />No te sorprendas de mis palabras. Es un misterio contrario a las leyes de la naturaleza material: el fuego del infierno quema sin consumir. Nuestro mayor tormento consiste en saber que nunca veremos a Dios. ¿Como puede atormentarnos tanto esto, si en la tierra nos era indiferente? Mientras el cuchillo esta sobre la mesa, no te impresiona. Le ves el filo, pero no lo sientes. Pero si el cuchillo entra en tus carnes, gritaras de dolor. Ahora, sentimos la perdida de Dios. Antes, solo pensabamos en ella.<br />No todas las almas sufren igual. Cuanto mayor fue la maldad, cuanto mas frivolo y decidido, tanto mas le pesa al condenado la perdida de Dios, tanto mas lo sofoca la criatura de que abuso. Los catolicos que se condenan sufren mas que los de otras religiones, porque recibieron y desaprovecharon, por lo general, mas luces y mayores gracias. Los que tuvieron mayores conocimientos sufren mas duramente que los que tuvieron menos. El que peco por maldad sufre mas que el que cayo por debilidad. Pero ninguno sufre mas de lo que merecio. Oh, si esto no fuera verdad, tendria un motivo para odiar!<br />Un dia me dijiste: nadie va al infierno sin saberlo. Eso le habria sido revelado a una santa. Yo me reia, mientras me atrincheraba en esta reflexion: “siendo asi, siempre tendre tiempos suficiente para volver atras”. Esta revelacion es exacta. Antes de mi muerte repentina, es verdad, no conocia al infierno tal como es. Ningun ser humano lo conoce. Pero estaba perfectamente enterada de algo: “Si mueres, me decia, entraras en la eternidad como una flecha, directamente contra Dios; habra que aguantar las consecuencias”. Como te dije, no volvi atras. Persevere en la misma direccion, arrastrada por la costumbre, con la que los hombres actuan cuanto mas envejecen.<br />Mi muerte ocurrio asi: Hace una semana - digo segun las cuentas que llevan ustedes, porque si calculara por mis dolores, podria estar ardiendo en el infierno desde hace diez años - mi marido y yo salimos en otra excursion dominguera, que fue la ultima para mi. El dia estaba radiante de sol. Me sentia muy bien, como pocas veces. Sin embargo, me traspasaba un presentimiento siniestro. Inesperadamente, en el viaje de regreso, mi marido y yo fuimos enceguecidos por los faros de un automovil que venia en sentido contrario, a gran velocidad. Max perdio el control del vehiculo. Jesus! Se escapo de mis labios, no como oracion sino como grito. Senti un dolor aplastante: comparado con el tormento actual, una bagatela. Despues perdi el sentido.<br />¡Que extraño! Aquella misma mañana, sin explicacion, habia surgido en mi mente este pensamiento. “Por una vez, podrias ir a Misa”. Era como una suplica. Un “¡no!” claro y decidido corto el curso de la idea. “Con esas cosas tengo que terminar definitivamente”. Es decir, asumi todas las consecuencias. Ahora las soporto. <br />Lo que ocurrio despues de mi muerte lo sabes. La suerte de mi marido, de mi madre, lo que ocurrio con mi cadaver, mi entierro, lo se por una intuicion natural que tenemos todos los que estamos aqui. Del resto de lo que ocurre en el mundo poseemos un conocimiento confuso. Sabemos lo que se refiere a nosotros. De este modo veo el lugar donde vives. Desperte de improviso en el momento de mi muerte. Me encontre inundada por una luz ofuscante. Era el mismo sitio donde habia caido mi cadaver. Sucedio como en el teatro, cuando se apagan las luces de la sala, sube el telon y aparece una escena tragicamente iluminada. La escena de mi vida. Como en un espejo, mi alma se mostro a si misma. Vi las gracias despreciadas y pisoteadas, desde mi juventud hasta el ultimo “no” frente a Dios.<br />Me senti como un asesino, al que llevan ante el tribunal para ver a la victima exanime. ¿Arrepentirme? ¡Nunca! ¿Avergonzarme? ¡Jamas!<br />Mientras tanto, no conseguia permanecer bajo la mirada de Dios, a quien rechazaba. Solo tenia una salida: la fuga. Asi como Cain huyo del cadaver de Abel, asi mi alma se proyecto lejos de esta vision de horror.<br />Este era el Juicio particular.<br />Hablo el invisible juez: “APÁRTATE DE MI”. De inmediato mi alma, como una sombra amarilla de azufre, se despeño al lugar del eterno tormento.<br /><br />Epilogo de Clara:<br />Asi termino la carta de Anita sobre el Infierno. Las ultimas palabras eran casi ilegibles, tan torcidas estaban las letras. Cuando termine de leer la ultima linea, la carta se convirtio en cenizas. ¿Que es lo que escucho? En medio de los duros terminos de las palabras que imaginaba haber leido, resono el dulce tañido de una campana. Me desperte de inmediato. Estaba acostada en mi cuarto. La luz matinal entraba por la ventana. Las campanadas de las Avemarias llegaban de la iglesia parroquial. ¿Todo habia sido un sueño?<br />Nunca habia sentido antes en el Angelus tanto consuelo como despues de ese sueño. Lentamente, fui rezando las oraciones. Entonces comprendi: la bendita Madre del Señor quiere defenderte. Venera a Maria filialmente, si no quieres tener el destino que te conto - aunque fuera en sueños - un alma que jamas vera a Dios. Temblando todavia por la vision nocturna, me levante, me vesti con prisa y hui a la capilla de la casa. Mi corazon palpitaba con violencia. Los huespedes que estaban mas cerca me miraban con preocupacion. Quizas pensaban que estaba agitada por correr escaleras abajo.<br />Una bondadosa señora de Budapest, un alma sacrificada, pequeña como una niña, miope, aun fervorosa en el servicio de Dios, de gran penetracion espiritual, me dijo por la tarde en el jardin: “Señorita, Nuestro Señor no quiere ser servido con excitacion”. Pero ella advertia que otra cosa me habia excitado y aun me preocupaba. Agrego, bondadosamente: “Nada te turbe - conoces el aviso de Santa Teresa - nada te espante. Todo pasa. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta”. Mientras susurraba esto, sin adoptar un aire magisterial, parecia estar leyendo mi alma.<br />“Solo Dios basta”. Si, El ha de bastarme, en este o en el otro mundo. Quiero poseerlo alli un dia, por mas sacrificios que tenga que hacer aqui para vencer. No quiero caer en el infierno.<br />Algunas consideraciones finales<br />Quizas no como objecion, pero no puede eludirse una pregunta: ¿Como puede haber recordado Clara con tal precision todas las palabras de la carta de la condenada? Respondemos: quien hace lo mas, puede hacer lo menos. Quien comienza una obra, puede tambien concluirla. Si la manifestacion de ultratumba es un hecho preternatural, Clara debe haber tenido tambien una asistencia preternatural para escribir con exactitud todas las palabras leidas durante la vision.<br />La eternidad de las penas del infierno es un dogma. Seguramente, el mas terrible de todos. Tiene su fundamento en las Sagradas Escrituras. Ver San Mateo XXV, 41 y 46; II a los Tesalonicenses, 1, 9; Judith XIII; Apocalipsis XIV, 11 y XX, 10; todos estos textos son irrefutables, en los que la expresion “eterno” no puede interpretarse como “largo o prolongado”. De la conveniencia de ilustrar este dogma con un caso particular, nos da ejemplo Nuestro Señor Jesucristo en la parabola del rico Epulon y el pobre Lazaro. Alli se encuentra una descripcion del infierno y del peligro de caer en el. No es otra la intencion de este trabajo. Expresa tambien nuestra finalidad el siguiente consejo: “Vayamos al infierno mientras estemos vivos, para no caer alli despues de la muerte”."Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-1941137153069751262009-02-25T23:16:00.001-06:002009-02-25T23:17:35.173-06:00LO MAS DIFICIL,,SER HUMILDE5. La raíz de toda conversión: LA HUMILDAD<br /><br />La humildad es necesaria para el crecimiento en la vida espiritual<br /> <br />Nos hemos dado cuenta que para ser santos, para convertirnos en otro Cristo, debemos aceptar nuestra condición de criaturas: salimos de Dios, somos de Dios y regresaremos a Dios. Esta verdad, tan sencilla y que se expresa de un modo tan concreto, nos cuesta mucho trabajo vivirla. No nos gusta que nadie nos diga lo que tenemos que hacer. Las pasiones, que se reflejan principalmente en nuestro defecto dominante, llegan a apoderarse de tal manera de nuestra vida, que hay ocasiones en las que no sabemos quien vive en nosotros: no distinguimos ya entre nuestros propios deseos y las órdenes que nos lanza nuestras pasiones y nuestro defecto dominante. Hacemos de nuestra vida un modo para satisfacer y dar gusto a nuestro defecto dominante.<br /><br />Es cierto que con nuestro programa de reforma de vida, estamos creciendo interiormente, pero mientras no tengamos una clara conciencia de que somos criaturas de Dios, de que dependemos de Él, nuestro avance será lento en el camino para adquirir la santidad. Estaremos construyendo nuestra santidad en la arena y no en roca firme, como nos sugiere el Evangelio. Podemos entusiasmarnos por unos días, por unas semanas, o por unos meses en este camino que hemos emprendido. Pero tarde o temprano, si en la base de este combate contra el defecto dominante no está la humildad, nos desanimaremos y dejaremos de realizar cualquier esfuerzo para seguir adelante.<br /><br /><br />¿Qué debemos hacer para ser humildes?<br /><br />Toma tu evangelio y ábrelo en el capítulo 15 de San Lucas, de los versículos 11 al 31. Ahí Cristo nos relata la historia del hijo pródigo. ¿Cuántas veces hemos meditado estas parábolas? Ahora quiero que las leas con calma, saboreándolas y aplicándolas a tu vida, principalmente a tu programa de crecimiento interior. Detente un poco en esta frase: “Y entrando en sí mismo dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre.” (Lc. 15, 17-20)<br /><br />Para ser humilde debemos seguir los pasos de este hijo pródigo en ese momento, que es el momento de su conversión. Este hijo pródigo, después de desperdiciar la herencia, se da cuenta que lo ha perdido todo:¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Él, como nosotros, ha malgastado la hacienda que le ha dado su padre, que no es otra cosa que la capacidad de ser Hijo de Dios. Nosotros como criaturas nos hemos revelado frente a Dios, como los ángeles caídos (2Pe, 4) y le hemos dicho que preferimos seguir con nuestro defecto dominante que seguirlo a Él.<br /><br />La humildad es reconocerse criatura de Dios. Y muchas veces criatura alejada de Dios por el pecado.<br /><br />La humildad no es una lamentación de nuestra condición de pecadores que se han alejado de Dios, sino constatación de una verdad: soy hijo de Dios, soy criatura. Y como criatura que soy debo seguir las indicaciones de mi Creador. Lo que sucede es que muchas veces no sigo esas indicaciones, sino que sigo las indicaciones de mi pereza o de mi soberbia, es decir, de mi defecto dominante.<br /><br />Muchos autores espirituales de nuestros días han expresado esta idea con diversos simbolismos. Escuchemos a uno de ellos:<br /><br />“Yo anhelo, Señor, esta santa indiferencia<br />que me anulará a mí mismo para fundirme en Ti.<br />Y poder yacer en tus manos como fiel de balanza<br />Para que Tú lo inclines hacia donde se te antoje.<br /><br />Y como papel en blanco,<br />Para que en él escribas lo que quieras.<br />Y como agua cristalina entre tus manos,<br />Para que Tú la viertas en el vaso que te plazca.<br />Y como barro de alfarero,<br />Para que Tú lo moldees como te convenga.<br />Y como borrico de carga,<br />Para llevarme donde más me necesites.<br /><br />Y como niño de pecho en brazos de su madre,<br />Para no poder ir donde Tú no vayas<br />Y para ir contigo siempre a dondequiera que Tú fueres.<br /><br />Y como baratija en manos de un niño<br />Para que a tu antojo, te diviertas o me destroces...<br />Mas, ¡qué alta está, Dios mío,<br />la cumbre de esta perfección!<br />¡Y cómo se enredan en mis pies<br />los ásperos matorrales de sus senderos!”<br /><br /><br />Esta es la cumbre de la perfección a la que estamos llamados: como criaturas de Dios depender en todo de Él, sabiendo que sólo en Él se encuentra la felicidad. Lo que sucede es que tratamos de llenar esa felicidad con mil y un sucedáneos: cosas materiales, afectos, sentimientos, ansias de poder y todo lo que nos proponen nuestras pasiones a través de nuestro defecto dominante.<br /><br />Pero ser humilde no es buscar en el exterior las cosas que nos hagan ser más humildes. Humilde no es el que vive arrumbado en un rincón, lejos de la vista de todos, con la mirada siempre agachada, temeroso de que lo vean. Esa puede ser una caricatura de la humildad y esconder ahí una gran soberbia. Humilde es el que se reconoce como hijo de Dios y basándose en ese reconocimiento acepta las condiciones de esa filiación, acepta las condiciones de la amistad con Cristo. Que esas condiciones le piden aceptar una enfermedad, o un malestar físico pasajero... pues las acepta gozoso porque es humilde y se sabe que es lo que Dios quiere de Él en ese momento. Que a su esposo le ha ido bien en el negocio y pueden disfrutar de un fin de semana extra o comprarse un vestido nuevo, pues lo acepta por que en esos momentos es la voluntad de Dios y no lo anda presumiendo entre sus amigas. Que uno de sus hijos está pasando por un mal momento y necesita quizás un poco más de comprensión y cercanía... como es humilde sabe renunciar quizás a una tarde de dominó con los amigos y decide invitar a ese hijo o hija a cenar, a tomar un café y platicar con él o con ella, a estar cerca de él. Que en la Universidad me han ofrecido el plan de irme de vacaciones de Semana Santa a una playa de ensueño, pero sé que también podría dedicar ese tiempo para catequizar a comunidades que pocas o raras veces tienen la oportunidad de escuchar la palabra de Dios... como es humilde sabe posponer los planes personales por los planes de Dios.<br /><br />No podemos dar un recetario mágico ni una casuística pormenorizada de los casos en que se vive la humildad. Debemos partir de la base que cada uno debe reconocerse como hijo de Dios para aceptar las condiciones de esta filiación y de esta amistad. Esto requiere mucha reflexión. Mucho dominio de sí mismo y mucha valentía. La humildad es una virtud para almas fuertes, para almas que quieren ser santos y no para almas apoquinadas que se conforman con “ir tirando más o menos” en su vida de cristianos.<br /><br />Tienes la meta que es tu conversión, tu santidad. Tienes los medios que son tu programa de reforma de vida, tu programa de crecimiento interior. Tienes el motor motivación-orden, que es tu fuerza de voluntad. Pero si no tienes la base que es la humildad para reconocer lo que eres, en donde te encuentras y hacia donde quieres llegar, no podrás avanzar mucho en tu camino hacia la santidad.<br /><br />Para ser humilde debes reconocerte en todo momento como hijo o hija de Dios. Y cuando fallas, aceptar esas fallas como un alejamiento de lo que Dios quiere de ti. Eso lo veremos en el siguiente artículo, cuando hablemos de las fallas en tu condición de criatura. Te dejo con unas claves de la humildad que te ayudarán a vivir cada día tu condición de criatura. No son fáciles de leer, porque no son fáciles de vivir, pero bien vale la pena hacer el esfuerzo.<br /><br />Estas claves te recordarán a cada momento lo que debes ser. A veces parecerán duras, pero en realidad llevan una gran sabiduría espiritual. Intenta vivir una cada día. Verás como al final de un tiempo tú mismo acabarás por no reconocerte. Empezarás a ser verdaderamente una criatura de Dios: hijo de Dios y hermano de Jesucristo.<br /><br /><br /><br />Las claves de la humildad.<br /><br />Librame Jesús del deseo de ser:<br />Estimado<br />Amado<br />Proclamado<br />Ensalzado<br />Alabado<br />Preferido<br />Consultado<br />Aprobado<br />Justipreciado<br /><br />Librame Jesús del temor de ser:<br />Humillado<br />Despreciado<br />Despedido<br />Rechazado<br />Calumniado<br />Olvidado<br />Ridiculizado<br />Injuriado<br />Sospechoso<br /><br />Librame Jesús del disgusto de que no se siga mi opinión<br /><br />Jesús, que los demás:<br />Sean más amados que yo<br />Sean preferidos a mí<br />Crezcan en la opinión del mundo y yo disminuya.<br />Sean llamados a ocupar cargos y yo relegado al olvido<br />Sean alabados y nadie se preocupe de mí<br />Sean preferidos a mí en todo.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-30483357315080471592009-02-17T10:37:00.000-06:002009-02-17T10:38:36.587-06:00EL CAMINO DE LA CONVERSIONAutor: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net<br />4. El camino de la conversión<br />Dios me quiere de un modo muy preciso en cada uno de los lugares en donde me muevo.<br /> <br />No sé si has sido capaz de llegar a este punto de tu programa de crecimiento interior. No se trata sencillamente de haber llegado leyendo hasta aquí, sino de haber llegado viviendo todo lo que hemos comentado hasta este punto. Te invito a hacer un pequeño balance de lo vivido hasta ahora, a través del siguiente cuestionario. Es cierto que muchas veces nos da miedo revisarnos. No hay que tener miedo. Estos auto-exámenes no se califican por un maestro. Aunque, escribiendo esto he pensado que he mentido. Realmente si reciben una calificación y esta calificación la da uno de los jueces más rigurosos de toda la historia: nuestra propia conciencia.<br /><br />Anímate, deja que tu conciencia sea la que califique el cuestionario.<br /><br /><br />Cuestionario.<br /><br />1. ¿He cumplido con mi programa de crecimiento interior?<br />Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />2. ¿Qué resultados prácticos, tangibles he obtenido con mi programa de crecimiento interior?<br /><br />3. ¿Ya tengo hecho mi horario personal?<br />Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />4. ¿Cumplí alguno de los tips de la formación de la voluntad?<br />Sí____ No____¿Por qué?<br />¿Cómo han influido esos “tips” en mi conversión interior?<br /><br />5. ¿Qué medios concretos voy a seguir poniendo para aprovechar mejor este curso de “Luces?”<br /><br /><br />¿Qué calificación obtuviste? Lo importante no es la calificación, sino las actitudes que has venido desarrollando a partir del momento en que has comenzado tu programa de crecimiento interior, que no es otra cosa que tu programa de conversión. Y es que quizás, lo más difícil de aceptar en nuestro camino de conversión es constatar que no somos lo que deberíamos de ser. Y esto, que suena un poco a trabalenguas, no es un trabalenguas sino una de las verdades dela vida espiritual más profundas y verdaderas: no somos lo que estamos llamados a ser. Lo que deberíamos ser.<br /><br />Te invito a hacer un viaje por la Biblia y a descubrir esta realidad. Toma tu Biblia en el libro del Génesis capítulo 3, versículo 8. Ahí lees lo siguiente: “Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín.” Nos damos cuenta que Dios acostumbraba venir a la hora de la brisa, a platicar con el hombre, con el dueño de la creación, con aquél que es su imagen y semejanza. Lo había creado de tal forma que Dios podía verse en el hombre y el hombre a su vez podía verse en Dios. Pero después de la caída, que te invito a leer en el mismo libro del Génesis, versículos del 1 al 7, el hombre, se ha movido del lugar en que Dios lo ha dejado. Ya no está en el puesto en que Dios lo dejó, se ha movido de lugar.<br /><br />Movernos del lugar donde Dios nos quiere puede encerrar la verdad de una vida alejada de Dios, hecha de acuerdo a lo que nosotros creemos que es lo verdadero y no hecha de acuerdo a lo que Dios quiere para nosotros. Nuestro defecto dominante no es ni más ni menos que esa fuerza que nos mueve del lugar en el que Dios nos quiere. Dios me quiere, por ejemplo como un esposo fiel, un padre providente y atento a las necesidades de mis hijos y un hombre honrado en mi trabajo. Ahí es dónde Dios me quiere, ésa es la forma cómo Dios me ha pensado desde toda la eternidad. Pero si “muerdo el anzuelo de la tentación” como Adán y Eva y soy un marido infiel, un padre despreocupado de la formación de sus hijos y un hombre que en negocio hace triquiñuelas disfrazadas de legitimidad, entonces dejo de ser lo que Dios ha querido para mí. Y este mismo ejemplo lo puedo aplicar a mi caso personal, como esposa, como madre, como hija, como estudiante de universidad o preparatoria.<br /><br />Dios me quiere de un modo muy preciso en cada uno de los lugares en donde me muevo, con las amistades que frecuento, con las palabras que digo. Nada escapa a esa imagen que Él quiere para mí. Y que por otro lado, cumpliendo con esa imagen, seré plenamente feliz, con una felicidad semejante a la que tenían Adán y Eva en el Paraíso. Porque viviendo la vida de gracia que no es otra cosa que vivir en amistad con Dios a través de la huída del pecado mortal y venial, viviré con una felicidad plena y total.<br /><br />Mi defecto dominante es esa fuerza que me lleva a dejar de ser lo que tengo que ser. Llamado a ser hijo de Dios, prefiero vivir de acuerdo a lo que yo pienso que me puede hacer más feliz. Pero al reconocer que me he equivocado, que no voy por el buen camino, estoy ya haciendo mucho en mi labor de conversión: estoy siendo humilde y la humildad es la clave de la conversión, la clave de mi crecimiento interior.<br /><br />De nada me sirve cumplir con mi programa de vida si no acepto que me he desviado de lo que Dios quiere para mí. Ya lo dice Juan Pablo II en su encíclica “Redemptoris missio”, número 43: “La Iglesia y los misioneros deben dar también testimonio de humildad, ante todo en sí mismos, lo cual se traduce en la capacidad de un examen de conciencia, en el ámbito personal y comunitario, para conseguir en los propios comportamientos lo que es antievangélico y desfigura el rostro de Cristo”.<br /><br />Acercarnos a este rostro de Cristo, como el mismo Juan Pablo II nos lo dice en la carta apostólica Novo Millenio Ineunte:“Al final del Jubileo, a la vez que reemprendemos el camino ordinario, llevando en el ánimo las ricas experiencias vividas durante este período singular, la mirada se queda más que nunca fija en el rostro del Señor.” (Cfr. no. 16)<br /><br />Y al contemplar el rostro de Cristo, podemos contemplar la imagen a la cual debemos tender. Ser hijos de Dios es ser hermanos de Cristo y es tenerlo a Él como modelo de vida. Nos sucede muchas veces que nos perdemos en este esfuerzo por alcanzar la santidad, por luchar contra nuestro defecto dominante, por ir adquiriendo cada día más las virtudes que debemos. Pero sucede que vamos como caminante sin guía, sin un punto fijo al que debemos arribar. Quiero ser más santo, quiero estar más cerca de Cristo. Y eso está muy bien. ¿Pero quieres parecerte a Cristo, quieres ser como Cristo? Y ante estas dos preguntas nuestras rodillas nos tiemblan, los ojos se nos saltan de asombro y la voluntad no se mueve para nada. ¿Puedo yo ser como Cristo? Es que precisamente esta es la pregunta base de nuestra conversión, de nuestro crecimiento interior, en un a palabra, de nuestra santidad.<br /><br />La posibilidad de serlo nos la da el mismo Cristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Podemos serlo, en la medida de nuestra humanidad. Pero lo seremos en realidad en la medida de nuestra humildad. Mientras no reconozcamos que estamos alejados de Cristo, mientras no reconozcamos que estamos llamados a copiar en nuestras personas la persona y el rostro de Cristo, mientras no aceptemos que estamos alejados de Cristo, entonces no lograremos avanzar en nuestro camino de santidad y de conversión interior.<br /><br />¿Qué necesito para ser santo? Reconocer lo que soy: un hijo de Dios, llamado a imitar a Cristo, pero alejado de esa imagen por el pecado y principalmente por mi defecto dominante.<br /><br />¿Cómo puedo ser humilde? ¿Cómo puedo vivir sustancialmente en mi vida práctica la humildad? Esto lo veremos en nuestro siguiente artículo.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-43660419424864754022009-02-10T17:06:00.003-06:002009-02-10T17:06:58.815-06:00Proyecto de vida 4Autor: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net<br /><br />3. Para fortalecer mi voluntad.........<br /><br />Existen muchos peligros que no nos dejan practicar nuestra fuerza de voluntad.<br /> <br />Vamos a recordar un poco la definición de la fuerza de voluntad “Es la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado, contando con dos ingredientes básicos: la motivación y la ilusión”.<br /><br />En nuestro artículo anterior dimos a conocer algunas herramientas para fortalecer nuestra voluntad. Algo así como una “gimnasia para fortalecer la voluntad”. Como toda facultad, si no se usa, puede atrofiarse. Y la voluntad también puede atrofiarse cuando no se practica. Existen muchos peligros hoy en día que no nos dejan practicar nuestra fuerza de voluntad. Vamos a explicar algunos de ellos y así estar conscientes del efecto que pueden causarnos en nuestro camino para alcanzar la santidad.<br /><br />El primer enemigo de nuestra voluntad somos nosotros mismos, es decir, la falta de confianza en nosotros mismos. Al proponernos un ideal tan alto como es el de la santidad nos puede parecer un ideal tan alto que lo convertimos en una quimera, es decir en un sueño, en una idea buena, pero inalcanzable. No nos sentimos capaces de llegar nunca a nuestra meta. Nos descorazonamos antes de comenzar. Esta actitud paraliza de raíz nuestra voluntad, puesto que muy en lo interior de nosotros mismos sabemos que no vamos nunca a ser santos. No se trata de ser ingenuos y pretender alcanzar la santidad sólo con buenos deseos o en un abrir y cerrar de ojos, como tantas veces lo hemos repetido a lo largo de esta serie de artículos. Pero si desde el principio desconfiamos de nosotros mismos, nos desalentamos, entonces paralizamos automáticamente la voluntad.<br /><br />¿Cómo va a ser posible que la voluntad me lleve a cumplir los propósitos de mi programa de reforma de vida, si en el fondo yo creo que no voy a conseguir nada objetivo en orden a la santidad? Y esta actitud muy bien puede tener su origen en la soberbia o en la sensualidad.<br /><br />Soberbia porque no quiero dejar de ser como soy para transformarme en lo que Dios quiere que sea. Es una soberbia muy sutil, muy “encaramelada” muy cubierta de buenas formas: “así soy yo”, “yo no he nacido para esto”, “me conformo con no hacer mal a nadie”. Y puede darse también una actitud de sensualidad porque sabemos que el cambio implica sacrificio, dejar posturas cómodas, hábitos arraigados y ante la lucha nos viene temor, dudamos, no estamos seguros de nosotros mismos.<br /><br />Otro obstáculo para lograr una voluntad grande y fuerte es el formado por nuestros sentimientos. Nos dejamos llevar por los sentimientos de cada día. Hoy puedo haberme levantado con una gran ilusión por ser santo, pero... mi marido no se despidió de mí con un beso como siempre sueles hacerlo..., mi jefe en el trabajo me impuso unas órdenes que a mí no me corresponden cumplir..., el profesor en la clase fue injusto conmigo y me dejó más tarea que a los demás... Y cada uno de estas circunstancias nos golpean nos hieren. Eso es normal. No somos de palo y si Dios nos ha dado una sensibilidad es para enriquecer nuestro espíritu, para vibrar con las necesidades de los demás, para comprender el dolor ajeno. Los sentimientos son pasajeros: van y vienen. Pero nuestra razón debe imponerse a ellos, es más debe aprender a gobernarlos y así, puede aprovechar aquellos sentimientos positivos y rechazar los negativos. Si yo en la mañana me levanto con ganas de comerme el mundo, pero el día que está nublado y lluvioso hace que me deprima y que me quede en la cama o que salga con una cara de enfado y malestar, señal es que soy una persona que se deja llevar por los sentimientos. Si por el contrario, tengo metas claras y una voluntad forme, entonces aprovecharé ese sentimiento positivo con el que amanecí y encauzaré las ganas de comerme el mundo en forma positiva para cumplir con perfección mi deber. Y si el día está nublado pues aplicaré lo de “al mal tiempo, buena cara”. Es decir, que teniendo una voluntad firme, no me dejaré llevar por los sentimientos. Dejarme llevar por los sentimientos es soltar el timón de mi vida y dejarla al garete de las circunstancias, de los hechos, de las emociones. De esa forma el barco no puede llegar a ningún puerto.<br /><br />Otro peligro que puede atacar mi voluntad, hasta el punto de paralizarla es el hedonismo. Tener el placer y la comodidad como el máximo valor en mi vida y por lo tanto, encauzar todo mi ser a la adquisición de aquellos bienes o circunstancias que me proporcionen mayor placer, mayor bienestar, mayor comodidad. Frente a un sacrificio que me pueda exigir mi programa de reforma de vida, si toda mi persona tiende a la ley del mínimo esfuerzo, no seré capaz de mover un solo dedo para sacrificarme y lograr la meta que me he propuesto. El hedonismo se va pegando en toda mi persona hasta tal punto que compromete mi libertad esclavizándola. ¿Te has preguntado cuántas veces has elegido lo más cómodo, lo más fácil, lo más inmediato, porque te hacía sentir bien? ¿Eres capaz de sacrificar un poco de charla insustancial con las amigas o con los amigos para dedicar ese tiempo a algún apostolado o alguna acción social en beneficio de los más necesitados? Preguntas sencillas, como las de una encuesta, pero que nos permiten conocer hasta qué punto estamos esclavizados por lo más inmediato, por lo que nos proporciona un placer pasajero.<br /><br />Estos son los peligros que pueden enredar y entorpecer mi voluntad hasta llegar a atrofiarla. Con la voluntad atrofiada no podré conseguir nunca mi meta de alcanzar la santidad.<br /><br />Para fortalecer mi voluntad, además de hacer esos actos voluntarios en los que yo me niego a mí mismo con el fin de ejercitar el “músculo” de la voluntad y así siempre tener flexible en cualquier momento, debo contar con un mot-or. Mot-or viene de la unión de dos palabras claves en la formación de mi voluntad. Mot: de motivación. Or: de orden.<br /><br />Motivación. No es fácil ponernos metas en nuestras vidas. Más difícil es luchar por conseguirlas. Y muchísimo más difícil es tener constancia para adquirirlas. Si yo no estoy motivado por alcanzar esas metas, como los boxeadores “voy a tirar la toalla” a la mitad de la pelea, o.. cuando comience lo difícil de la pelea. Estar motivado no es sólo “desear” hacer las cosas. Estar motivado es quererlo alcanzar y tener siempre en mente el ideal al que queremos llegar. ¿Te acuerdas de la imagen del espejo que utilizamos al comienzo de esta serie de artículos? Bueno, pues estar motivado es tener siempre presente esa imagen, ese modelo que queremos alcanzar. Y nuestro modelo por excelencia es Cristo. Debemos, como nos invita el Papa en la Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte no. 1 aprender a “contemplar el rostro de su Esposo y Señor”. Ver a Cristo, no como alguien lejano, perdido en el pasado histórico, sino como nuestra meta. Alguien al que debemos imitar, al que debemos seguir de cerca. Viendo su rostro podremos tener la motivación necesaria para alcanzar la santidad, para no desfallecer en el camino. Si no tenemos constantemente presente ese rostro, nos desalentaremos frente a los fracasos y dejaremos de luchar por alcanzar la santidad de vida a la que estamos llamados. Ver el rostro de Cristo es revisar cada noche nuestro programa de reforma de vida, aceptar humildemente nuestras derrotas, dar gracias por los éxitos y proponernos ser mejores el día siguiente para parecernos, para convertirnos más a Cristo. Ver el rostro de Cristo y motivarnos en nuestra vida, debe ser una misma cosa.<br /><br />Orden Trabajar con orden, con método. Trabajar con nuestro programa de reforma de vida. En los negocios, en los proyectos, existe una ruta crítica que debemos seguir; un programa una guía un calendario. Los pilotos de vuelos, los capitanes de barco siguen una bitácora de viaje para llegar a tiempo y sanos y salvos a su destino. Los mejores platillos en la cocina se preparan siguiendo minuciosamente las recetas. Las tareas en la escuela se realizan siguiendo un orden. Si queremos conseguir algo estable y duradero debemos seguir un orden. Lo mismo en nuestra vida espiritual. Hay que fijarnos metas, hay que dar los pasos necesarios para adquirir esas metas. Es necesario un orden. Tu puedes fijarte en tu programa de reforma de vida las metas para cada mes. Recuerda lo que decía Tomás de Kempis en su libro “La imitación de Cristo”: “Si cada año quitáramos de nuestra vida un defecto, al final de nuestras vidas seríamos santos”. Pero para quitar un defecto cada año es necesario trabajar con orden, con constancia. “Festina lente”, despacio, que voy deprisa, decían los latinos. Tenemos prisa por ser santos, pero debemos trabajar cada día luchando por adquirir la virtud necesaria para combatir nuestro defecto dominante.<br /><br />Recuerda el motor, motivación y orden en el momento de ponerte a trabajar en tu programa de reforma de vida.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-73537680408782606452009-02-03T16:19:00.002-06:002009-02-03T16:26:48.361-06:00Proyecto de vida 3Saludos,aqui la tercera entrega de los consejos para llevar una plena, un proyecto de vida acorde a lo que Jesucristo quiere de nosotros,, podremos cumplirlo???<br />En esta ocacion nos dan consejos practicos,cuestionamientos que debemos hacernos a nosotros mismos para llevar un control de nuestras mejoras.<br /><br /><br />Autor: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net <br /><br />2. Programa de crecimiento interior Luces que pueden ayudar al desarrollo del programa de crecimiento interior <br />Progreso de vida<br /><br />Defecto dominante:<br /><br />Principales manifestaciones:<br /><br />Virtud a conquistar:<br /> <br /><br /><br />Luces<br /><br />Decálogo para educar la voluntad.<br /><br />1. Busca pequeños actos en los que puedas vencerte y luchar. Aunque caigas, levántate y vuelve a empezar.<br />2. Vence tus gustos y tus inclinaciones más inmediatas.<br />3. Mientras más motivación tengas, más fuerza de voluntad irás adquiriendo.<br />4. Fija para tu vida objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables.<br />5. Busca en tu vida lo más arduo y difícil, por pequeño que sea.<br />6. Gobiérnate a ti mismo(a): no te dejes llevar por enfados, sentimientos o estímulos primarios o ajenos a ti.<br />7. Incluye en tu vida la constancia en tus actos. <br />8. Busca una sana proporción entre los objetivos y metas de tu vida y los instrumentos que utilizas para obtenerlos.<br />9. Incorpora la fuerza de voluntad en todos tus quehaceres.<br />10. La educación de la voluntad no tiene fin.<br /><br /><br />Tips para fortalecer tu voluntad. <br /><br />1. Levántate a la primera, sin esperar a que suene dos veces el despertador.<br />2. No tomes alimentos entre comidas.<br />3. Deja de fumar durante ciertos días, o en ciertas horas,si no fumas remplaza esta actividad con algo que te implique un sacrificio,no tomar refresco,ver la television solo una hora diaria, etc.<br />4. No prendas el radio del coche durante ciertos días.<br />5. Puntualidad en todos tus compromisos (aunque sepas que otras personas van a llegar tarde).<br />6. Haz las preguntas de control durante todas las noches.<br />7. No tengas ni un minuto de ocio: habla por teléfono cuando sea necesario.<br />8. Propósito hecho, siempre cumplido.<br />9. Tener un horario en el día, no dejar nada a la improvisación.<br /><br /><br />¿Cómo hacer un horario?<br /><br />1. Hacer un elenco de las prioridades del día, de la semana, del mes:<br />a) Responsabilidades como madre o padre.<br />b) Responsabilidades como esposa (o). <br />c) Responsabilidades como hijo: hijo de familia e hijo de Dios.<br />d) Responsabilidades sociales.<br /><br />2. Jerarquizar dichas prioridades y encuadrarlas en un horario.<br />3. Prever lo necesario en tiempo y medios para cumplir con dichas responsabilidades.<br />4. Fijar en la agenda un tiempo para la preparación y cumplimiento de mis prioridades.<br />5. Saber decir NO frente a los imprevistos no prioritarios.<br />6. Dedicar un tiempo a la formación personal.<br />7. Dedicar un tiempo a las preguntas de control.<br /><br /><br />Ejercicio dinámico para vivir el secreto de la felicidad.<br /><br />1. Toma tu programa de crecimiento interior.<br />2. Medita en el hombre o mujer perfecto, imagen de Dios que llevas dentro de ti.<br />3. Proyecta esa imagen a tu vida actual y señala con una cruz o con una paloma el cumplimiento de las siguientes pautas de la felicidad y lo que puedes hacer para alcanzarla.<br /> <br />Guía rápida y sencilla para hacer de la oración una fuente de crecimiento interior.<br /><br />1. Buscar el mejor lugar y el mejor momento para hacer la oración. Recordar que Dios habla en el silencio.<br />2. Buscar un texto adecuado para mi crecimiento interior. Un texto que me ayude a combatir mi defecto dominante: un libro de algún autor espiritual, el evangelio, algún libro sugerido por una persona avanzada en su crecimiento interior.<br />3. Ponerse en presencia de Dios. Saber que Dios me escucha y que está presente en la oración:<br />a) Acto de fe: creo Señor en ti. Ayúdame a seguir creyendo.<br />b) Acto de esperanza: confío en tu ayuda, en que me darás “el agua” de tu gracia para seguir creciendo interiormente.<br />c) Acto de caridad: te amo porque eres infinitamente bueno y porque a Ti solo debo amarte con todo mi ser.<br /><br />4. Pedir la ayuda del Espíritu Santo para que me guíe y me ilumine en la oración.<br />5. Abrir el alma y aceptar cumplir la voluntad de Dios: “Señor, yo quiero cumplir tu voluntad”.<br />6. Leer el texto seleccionado en forma pausada, buscando que las palabras hablen a mi alma, más que a mi inteligencia.<br />7. Detenerme en el momento en que una idea ilumine mi alma o sienta que me ayuda en mi crecimiento interior.<br />8. Preguntarme: “¿Qué es lo que Dios quiere de mí?<br />¿Qué es lo que Dios quiere que haga?<br />¿Cómo puedo cambiar mi vida, de acuerdo a lo que he leído?”<br />9. Atrapar la gracia: identificar lo que tengo que hacer para cumplir con su voluntad.<br />10. Llevar la gracia a mi corazón: querer cumplir en el corazón lo que Dios me ha pedido.<br />11. Identificar los medios prácticos para llevar lo visto en la oración a la acción. Escribirlo, si es necesario.<br />12. Agradecer a Dios las gracias recibidas.<br /><br />Diferentes cuestionarios para un programa de crecimiento interior<br /><br />Cuestionario 1.<br /><br />1. ¿Llevé a cabo el balance del día, tratando de descubrir el defecto dominante? Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />2. ¿Descubrí mi defecto dominante? Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />3. ¿Ya tengo hecho mi programa de crecimiento interior? Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />4. ¿He revisado durante todas las noches mi programa de crecimiento interior, mediante las preguntas de control? Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br /><br />Cuestionario 2.<br /><br />1. ¿He cumplido con mi programa de crecimiento interior?<br />Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />2. ¿Qué resultados prácticos, tangibles he obtenido con mi programa de crecimiento interior?<br /><br />3. ¿Ya tengo hecho mi horario personal?<br />Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />4. ¿Cumplí alguno de los tips de la formación de la voluntad? Sí____ No____ ¿Por qué?<br />¿Cómo han influido esos “tips” en mi conversión interior?<br /><br />5. ¿Qué medios concretos voy a seguir poniendo para aprovechar mejor estas “Luces”?<br /><br /><br />Cuestionario 3.<br /><br />1. ¿Cuál ha sido mi mayor descubrimiento durante la semana pasada al continuar trabajando en mi programa de crecimiento interior?<br /><br />2. ¿Cuáles fueron las manifestaciones de mi defecto dominante en las que más trabaje durante la semana pasada?<br /><br />3. ¿Puedo decir que ya se están comenzando a notar los frutos de mi conversión? ¿En qué aspectos?<br />a) Conmigo mismo:<br />b) Con mi esposo (a):<br />c) Con mis hijos:<br />d) Con mis amigos y con la sociedad en general:<br /><br />4. ¿Qué frutos he obtenido de mi purificación interior? ¿Siento que ya tengo la fuerza de Dios (su gracia) para trabajar más fuertemente contra mi defecto dominante?<br /><br /><br />Cuestionario 4.<br /><br />1. ¿Qué actos de amor, de caridad realice la semana pasada?<br />a) ¿Con mi esposa (o)?<br />b) ¿Con mis hijos?<br />c) ¿Con mis amigos, familiares, vecinos?<br /><br />2. ¿Puedo decir que he aprendido en esta última semana a ya no girar en torno a mí, sino en torno a Dios y a los demás?<br /><br />3. ¿Cuáles fueron los actos de caridad que cumplí con más dificultad?<br /><br />4. ¿Cuáles fueron los actos de caridad que cumplí más fácilmente?<br /><br />5. ¿Puedo decir que cada día me acerco más al hombre perfecto que Dios ha puesto en mí?<br /><br /><br />Cuestionario 5.<br /><br />1. ¿He comenzado a hacer mi oración de acuerdo a la guía que me han dado? ¿Por qué sí o por qué no?<br /><br />2. ¿He comenzado a experimentar los frutos de la oración? ¿Mayor paz y tranquilidad? ¿Fuerza para continuar con mi programa de crecimiento interior? ¿Luz para mi vida?<br /><br />3. ¿He comenzado a “atrapar” las gracias de Dios en la oración? ¿Cuáles han sido las gracias que he recibido en la oración, durante la semana pasada?<br /><br />4. ¿Cuáles han sido los obstáculos o las dificultades más grandes que he enfrentado para cumplir con mi oración? ¿Cansancio? ¿Aburrimiento? ‘No le he dado la importancia debida?<br /><br />5. ¿Qué voy a hacer para vivir mi oración la siguiente semana?<br /><br /><br />Cuestionario 6.<br /><br />1. ¿Tengo profundamente gravada en mí la condición de creatura de Dios? ¿He procurado durante la semana pasada meditar en mi condición de creatura?<br />¿Cómo me ha ayudado esta condición de creatura en mi programa de crecimiento interior?<br /><br />2. ¿Hice la semana pasada un balance de mis apegos personales?<br />¿A qué estoy más apegado?<br />¿Bienes materiales, personas, sentimientos?<br />¿Cómo puedo ir desapegándome de todo ello? ¿He comenzado ya con ese trabajo, o lo estoy dejando “para mañana”?<br /><br />3. ¿Cómo va la humildad con relación a mi prójimo?<br />a. ¿Discuto acaloradamente? ¿de todo, aún aquello que no conozco?<br />b. ¿Soy flexible y condescendiente? ¿o duro de juicio?<br />c. ¿Busco la singularidad para llamar la atención sobre mí?<br />d. ¿Me preocupa conocer la opinión que sobre mí tengan otras persona?<br />e. ¿Busco la alabanza y la felicitación ajena?<br />f. ¿Busco que me atiendan?<br />g. ¿Me considero en la práctica “el eje del mundo”?<br /><br />4. ¿Cuál es el trato que doy a las personas?<br />a. ¿Me llevo bien con todas o solamente con aquellas que “me caen bien”?<br />b. ¿Estoy abierto a escuchar la opiniones de los demás?<br />c. ¿Tengo un trato amable, educado, o por el contrario soy altanero?<br /><br /><br />Reflexiones sobre la conciencia.<br /><br />1. ¿Qué tipo de conciencia descubrí que tengo?<br /><br />2. ¿Registra mi sensibilidad los llamados de mi conciencia?<br />a. ¿Con respecto a mis relaciones con Dios?<br />b. ¿Con respecto a mis deberes de esposa (o)?<br />c. ¿Con respecto a mis deberes de madre o padre?<br />d. ¿Con respecto a mis deberes de hija (o)?<br />e. ¿Con respecto a mis deberes en la sociedad?<br /><br />3. ¿Siento vivamente cuando he cometido a una falta en cualquiera de los aspectos anteriores? ¿o ya estoy acostumbrado?<br /><br />4. ¿Qué he hecho por conocer la aplicación de la Ley de Dios en mi vida diaria? ¿He ido a la deriva, guiando mi conciencia según la opinión de los demás, o según lo que Dios me va indicando?<br /><br />5. ¿Me cuesta seguir el llamado de mi conciencia? ¿Por qué? <br />a. ¿Por qué me exige sacrificio?<br />b. ¿Por qué me exige salir de mí mismo?<br />c. ¿Por qué ya estoy acostumbrado a un ritmo de vida?<br /><br />6. ¿Qué medios concretos he puesto para seguir la voz de mi conciencia?<br /><br />7. ¿Comprendo que la única forma de seguir creciendo en mi interior es el seguir la voz de mi conciencia, cumpliendo en la práctica con lo que ella me indica?<br /><br />Esto esta muy dificil, pero con la ayuda de el SEÑOR lo vamos a lograr,,ANIMO ¡¡¡<br /><br />Saludos , hermanas y hermanos, LA PAZJesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-79904852817173518992009-01-26T15:41:00.002-06:002009-01-26T15:46:18.399-06:00PROYECTO DE VIDA 2Hermanas y hermanos en la fe. Como les habia prometido,cada semana, un articulo nuevo de la serie "Proyecto de Vida".<br />No lo deje para mas tiempo porque es necesario poner manos a la obra ya. HOY ¡¡<br />Saludos. LA PAZ<br /><br />Autor: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net<br /><br />1. La clave del crecimiento interior<br />La fuerza de voluntad es la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado.<br /> <br />Antes de continuar hablando sobre el camino de nuestra santidad, permíteme que te presente un pequeño cuestionario. No te asustes. Este no es un curso universitario y no voy a calificar tus respuestas. Tú serás quien se califique. Debes responder este cuestionario con toda sinceridad y con toda calma. No te presiones, tómate tu tiempo, no tengo prisas. Pero insisto en la sinceridad. No tengas miedo de conocerte cada día un poco más.<br /><br /><br />Programa de crecimiento interior<br /><br />Cuestionario.<br /><br />1. ¿Llevé a cabo el balance del día, tratando de descubrir el defecto dominante? Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />2. ¿Descubrí mi defecto dominante? Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />3. ¿Ya tengo hecho mi programa de crecimiento interior?<br />Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />4. ¿He revisado durante todas las noches mi programa de crecimiento interior, mediante las preguntas de control?<br />Sí____ No____<br />¿Por qué?<br /><br />¿Qué conclusión has sacado de las respuestas a este cuestionario? Y por favor... he hecho estas preguntas no para descorazonarte sino simplemente para que te sirvan como guía en el camino de tu santidad.<br /><br />Muchas veces nos sucede que comenzamos un camino nuevo. Como en el Año Nuevo o después de asistir a unas jornadas de oración, a un retiro o asistir a un evento significativo (la muerte de un ser querido, un accidente, el nacimiento de uno de nuestros hijos). Percibimos que Dios nos pide algo más, nos damos cuenta que no podemos seguir siendo los mismos y surge en nuestro interior el deseo de alcanzar la tan anhelada santidad. Pero... más tardamos en hacer ese propósito que en comenzar a quebrantarlo. Quizás te haya sucedido lo mismo con tu programa de reforma de vida. Analizaste tu defecto dominante, apuntaste sus manifestaciones, escribiste los medios, pasa el tiempo y te das cuentas que no avanzas. ¿Qué sucede? ¿No hay ilusión por cambiar? ¿No hay “campanas” en tu interior que te muevan a ser mejor, a alcanzar las metas que te propusiste? Puede ser que tengas esa ilusión, pero lo que ha faltado es fuerza de voluntad. Nos sucede lo que Ovidio expresaba en una frase latina que ha quedado esculpida para la eternidad: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor.”<br /><br />Es dura esta frase, pero es muy cierta. Quieres alcanzar la santidad, pero no has podido. Quieres combatir tu defecto dominante que es el que te tiene atado y no te deja ser mejor. Ves el bien, estás de acuerdo con él, pero has seguido el camino del mal, has seguido siendo el mismo, no has logrado conquistar tus ideales. Ante todo calma, “Roma no se conquistó en un día”. Estás comenzando a combatir a un enemigo que ya se había convertido en un huésped permanente de tu corazón. ¿Y pretendes deshacerte de él de la noche a la mañana? No va a ser fácil, pero no será imposible. Lo que debes hacer es revisar que tal está tu fuerza de voluntad.<br /><br />Muchas veces sucede que vislumbramos perfectamente lo que debemos hacer para alcanzar la santidad. La fe y la razón nos lo están diciendo: “Haz esto, no hagas lo otro” Y lo hemos consignado en nuestro programa de vida espiritual. Pero nuestros sentimientos nos pueden jugar una mala pasada y cualquier eventualidad nos desmorona. Desde los cambios de clima hasta los enojos más grandes nos hacen sentir mal. En una mañana lluviosa nos cuesta más trabajo estar de buenas y ceder el paso a todos, sonriendo de oreja a oreja. Si nos dejamos guiar por los sentimientos somos como una hoja en tiempo de vendaval. En un momento podemos estar en un prado verde, lleno de flores. Pero sopla el viento y nos lleva al techo de una casa. Vuelve a soplar y nos encontramos en medio de la suciedad más grande. Si nuestra vida gira al vaivén de las circunstancias y de lo más o menos sensibles que estemos o de la forma en qué percibamos dichos factores externos, no llegaremos muy lejos.<br /><br />La fuerza de voluntad no es más que la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado, contando siempre con dos ingredientes básicos: la motivación y la ilusión.<br /><br />“El hombre es su voluntad”, ha dicho Rosmini, un escritor espiritual del siglo XIX. Y es cierto. Tú eres lo que te propongas. No lo que sueñes, no lo que te imaginas, no lo que tengas ganas. Necesitas un poco de ilusión para querer alcanzar tu meta. Necesitas también la motivación suficiente para seguir siempre cuesta arriba, como decían esos versos del escritor inglés Rudyard Kipling: “Aunque vayan mal las cosas, como a veces suelen ir. Aunque ofrezca tu camino, sólo cuestas que subir. Aunque tengas poco haber, pero mucho que pagar. Un descanso, si acaso debes dar, pero nunca desistir”.<br /><br />Tener fuerza de voluntad no significa el no sentir las cosas, el no tener dificultades, ser un iluso que no se da cuenta de que las cosas a veces nos cuestan especialmente en el plano de la vida espiritual. La fuerza de voluntad es una facultad, es una capacidad que tiene el hombre y la debe cultivar. No es que unos hombres hayan nacido con más o menos fuerza de voluntad que otros. Como facultad que es se desarrolla con la repetición de actos. Como la fuerza física o la agilidad. Los atletas, los deportistas no nacieron con esa masa de músculos en sus pechos o con agilidad en sus piernas. La fueron desarrollando a través de unos ejercicios muy bien pensados. Con la fuerza de voluntad nos sucede lo mismo. Tenemos que desarrollar esa fuerza de voluntad todos los días, a través de la repetición de actos, algunas veces sencillos, otras veces difíciles.<br /><br />El problema radica en el hecho de que no hemos sido capaces de desarrollar al máximo nuestra fuerza de voluntad. Si pudiéramos sacar una radiografía de nuestra voluntad, ¿cómo se encontraría? No voy a someterte a otro cuestionario, pero permíteme que te dé algunas pistas. ¿Eres capaz de seguir con fidelidad un horario, desde la mañana hasta la tarde? ¿Haces ejercicio con cierta regularidad? ¿Eres capaz de no escuchar la radio cuando vas en el coche? ¿Te desesperas muchas veces en un restaurante porque no te sirven la comida como a ti te gusta? ¿Un contratiempo insignificante es capaz de arrancarte lágrimas de rabia y disgusto y dejarte postrado, amilanado, triste o enojado por el resto del día?<br /><br />Mejor no seguimos con las preguntas y te dejo a continuación unos tips para fortalecer tu voluntad. Podrán parecerte tontos o ingenuos. ¿qué tiene que ver el dejar de fumar a ciertas horas con mi defecto dominante? ¿En qué se relaciona el levantarme a la primera y no quedarme acurrucado en la cama durante diez quince o veinte minutos con mi pasión dominante? Decíamos que la voluntad es una facultad. Al desarrollarla a través de esos actos, la vamos preparando para combatir con mayor fuerza nuestro defecto dominante. Así como un futbolista ejercita su resistencia su fuerza a través de un campamento en la montaña, nosotros podremos ser más eficaces cuando combatamos nuestro defecto dominante si contamos con una voluntad fuerte, decidida, pronta a vencer nuestras inclinaciones más inmediatas.<br /><br />Como te decía antes, es difícil el camino, pero no imposible. Te dejo esta lista para que la practiques y la integres a tu vida. Verás como en unos días serás diferente. NO tengas miedo. Nadie ha muerto por exceso de fuerza de voluntad. Sin embargo muchos se han quedado a medias en su camino a la santidad porque no han tenido una gran voluntad.<br /><br />No me extiendo más. Te dejo la lista y nos vemos en el próximo artículo... si tienes la fuerza de voluntad para seguir leyéndome.<br /><br /><br /><br />Tips para fortalecer tu voluntad.<br /><br />1. Levántate a la primera, sin esperar a que suene dos veces el despertador.<br /><br />2. No tomes alimentos entre comidas.<br /><br />3. Deja de fumar durante ciertos días, o en ciertas horas.<br /><br />4. No prendas el radio del coche durante ciertos días, o por lo menos después de haber conducido durante diez minutos.<br /><br />5. Sé puntual en todos tus compromisos (aunque sepas que otras personas van a llegar tarde).<br /><br />6. Revisa tu programa de reforma de vida todas las noches.<br /><br />7. No tengas ni un minuto de ocio: habla por teléfono cuando sea necesario.<br /><br />8. Propósito hecho, siempre cumplido.<br /><br />9. Ten un horario en el día y no dejes nada a la improvisación.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-31179132573849591842009-01-22T20:41:00.003-06:002009-01-22T20:45:44.650-06:00PROYECTO DE VIDASaludos hermanas y hermanos, desde el dia de hoy y durante doce semanas mas, les ire dando una excelente guia de vida,una guia que nos sera de gran ayuda en nuestra vida, esta tomada de Catholic.net. Espero lo disfruten como yo,lo gocen como yo, y la apliquen ,como yo?(estoy en eso,,).<br /><br /><br />Autor: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net<br /><br /><br />¿Cómo hacer un programa de vida?<br />El primer paso para hacer un programa de vida.<br /> <br />No nos ha faltado ni buena voluntad, ni carácter. Lo que sucede es que hemos fallado en el método. Si queremos en verdad llegar a un verdadero cambio de vida , lo que necesitamos es descubrir nuestro defecto dominante, hacer un plan para atacarlo y poner manos a la obra. Esto se llama hacer un programa de vida, un verdadero programa para reformar nuestra vida y lograr ser un hombre o una mujer nueva. Es fácil, pero requiere de una técnica, de unas herramientas y de constancia en el trabajo.<br /><br /><br />Mírate en un espejo.<br /><br />Sí, no tengas miedo. Hombre o mujer, joven o adolescente, ¿qué más da? Cuando tienes unos kilos de más, cuando quieres alcanzar una mejor figura, un mejor rostro, no te da pena y te miras al espejo. Ahí, frente a frente descubres lo que está bien, o eso que está mal. Y decides comenzar ¡cuánto antes, por favor! una dieta, un tratamiento de belleza o un régimen físico para estar y sentirte mejor. Y eso lo logras sólo si eres capaz de verte en el espejo y ver la realidad de las cosas.<br /><br />Con la vida del espíritu sucede lo mismo. Debes mirarte en el espejo y contemplar a un hijo o una hija de Dios. Y debes ver el contraste. Esa imagen que ves en el espejo quizás no es la imagen ideal de un hijo de Dios. Contemplas una persona que puedas estar alejada de Dios o que está en camino de acercarse a él, pero ¿qué le hace falta? Te das cuenta que estás lleno de defectos, de actitudes que no corresponden a las de un buen cristiano. Vicios que se han arraigado con el tiempo y que forman ya parte de una personalidad, pero una personalidad que se aleja del camino de Dios. ¿Qué puedes hacer?<br /><br />No puedes pasarte la vida entera frente al espejo y lamentar tu situación y decir simplemente: “Eso de ser hijo de Dos no es para mí”. No puedes conformarte con pensar que si Dios te hizo de esa manera deberás continuar así durante toda la vida. Esa es la historia de muchos católicos, que llamados a una vida mejor, a una vida de verdadera santidad, se conforman con ir tirando, con no ser malos y no son capaces de lanzarse a las alturas. Se parecen un poco al polluelo de águila, que herido a la mitad del camino, lo encuentra un campesino y lo lleva a su granja. Lo mete en el corral de las gallinas y espera un poco de tiempo a que se cure. El polluelo se adapta a la vida delas gallinas, come como las gallinas, hace todo igual que las gallinas. Y en el momento en que debe levantar el vuelo a las alturas, a mirar al sol de frente, no es capaz de hacerlo, se queda en tierra picando la tierra, buscando su alimento entre lombrices y granos de trigo.<br /><br />Como católicos estamos llamados a alcanzar las alturas de la santidad: ¡ser santo! Así, entre signos de admiración. Esa imagen que debes contemplar en el espejo es la de un verdadero santo, la de una verdadera santa. En medio de la vida cotidiana, santificándote con tu esposa y tus amigos, con tus parientes, con tu novio en el antro, en todas partes. ¿Te miras al espejo y no te reconoces como santo?<br /><br /><br />Descubre tu defecto dominante.<br /><br />Si no somos santos, no te disculpes ni busques pretextos. Hay un refrán que dice “cuando los defectos se inventaron, se acabaron los tontos”. Tu mismo podrías hacerme aquí una lista de pretextos: no soy santo porque no he sido llamado a la santidad, no soy santa porque no me dan los medios, no soy santo porque me da miedo, no soy santo porque otros no me dejan ser santo. Y así la lista podría seguir al infinito.<br /><br />No te compliques y saquemos una conclusión: no eres santo porque no has luchado con inteligencia para alcanzar la santidad. Fíjate muy bien que he subrayado la palabra con inteligencia. Quizás después de un retiro espiritual, de unas jornadas de oración o de un taller de vida cristiana hayas sentido ganas de ser santo, de ser mejor, de acercarte más a Cristo. Eso es muy bueno. Querer es poder, alguien ha dicho por ahí. Pero... ¿has puesto los medios? No basta simplemente con querer. Hay que poner los medios. Y uno de los medios más importantes para ser santo es descubrir tu defecto dominante y trabajar por combatirlo.<br /><br />Todos tenemos defectos que debemos atacar para conseguir la santidad: Yo me enojo muy pronto y pierdo el control de mí mismo, hay quien no puede ser caritativo con los demás porque está más allá de sus propias fuerzas, los hay que se quedan a mitad del camino de la santidad porque la pereza les paraliza del todo. Eso es normal. Decir que tenemos defectos equivale a decir que somos humanos, equivale a describir nuestra naturaleza, por lo cual no tiene nada de especial que en el camino de la santidad hayas encontrado esos defectos. Ahora bien, hay muchos defectos que combatir, ¿por cuáles debemos comenzar? Son muchos y de muy variada especie...<br /><br />En la vida espiritual todos los defectos los podemos agrupar en dos grandes grupos: los defectos cuya raíz están en la soberbia y los defectos que tienen su raíz en la sensualidad. La soberbia no es más que sentirme yo el centro del universo, pensar que yo siempre tengo la razón y que todos deben obedecerme, creer que mi punto de vista es infalible. Algunas manifestaciones de la soberbia son: deseo de estima, vanidad, dureza de juicio, dureza en el trato con los demás, terquedad, altanería, impaciencia, autosuficiencia, desesperación, rencor, juicios, temerarios, envidia, crítica, racionalismo, respeto humano, individualismo, insinceridad, ira, temeridad en las tentaciones, apego a los cargos, desprecio de los demás, compararme con los demás, hacer distinción de las personas y no verlas a todas como hijos de Dios, vivir como si Dios no existiera haciéndolo a un lado en la propia vida, susceptibilidad, no saber escuchar, servirme de Dios y no buscar servirlo, ver a Dios más como señor y juez que como Padre y amigo.<br /><br />De otro lado, tenemos los defectos cuya raíz va a la sensualidad que es poner nuestra comodidad como el valor supremo de nuestra vida. Algunas manifestaciones de sensualidad son: flojera, pérdida de tiempo, huida de todo lo que suponga sacrificio, concupiscencia de la vista y de la mente, sexualidad desordenada, excesos en el comer y en el beber, deseos desordenados de tener y de consumir, despilfarro, lecturas, conversaciones y espectáculos que fomentan la sensualidad y la vulgaridad.<br /><br />Aquí tenemos los dos grandes pesos que nos impiden alcanzar la santidad: la soberbia y la sensualidad con una gama de manifestaciones. Cada uno de nosotros tiene manifestaciones de soberbia y de sensualidad. Un ejército no se gobierna lanzando batallones de infantería a diestra y siniestra. Se analiza el enemigo, tratamos de conocer sus armas, su potencial y se lanza el ataque enfocándolo a objetivos muy precisos. Lo primero que debemos hacer es conocer a nuestro enemigo: ¿con quién vamos a enfrentarnos? ¿Con la soberbia o con la sensualidad? No se trata de hacer un elenco exhaustivo de todas esas manifestaciones. Debemos combatir con inteligencia, ya lo hemos dicho. Hacer una lista de todas las manifestaciones que me alejan de Dios no tiene ningún caso. Se necesita descubrir la raíz de esas manifestaciones y lograr llegar a decir: “yo estoy alejado de Dios porque soy un soberbio con tales manifestaciones” o decir también: “yo no soy hija de Dios cuando me dejo llevar por mi defecto dominante que es la sensualidad con estas y estas manifestaciones”. ¿Cómo puedo llegar a esto?<br /><br />Todas las noches, antes de acostarte, haz un pequeño balance y en una hoja escribe las fallas que hayas tenido en ese día. Debes ser muy sincero y no aparentar nada a ante nadie. Sé humilde y escribe: me enojé con mi hermano, no fui lo suficientemente paciente con mi esposa, se me fueron los ojos al ver tal o cual revista, no escuché a mi compañero de trabajo, traté de imponer mi punto de vista sin escuchar a los demás.<br /><br />Después de hacer esa lista, cataloga cada una de las faltas, poniendo las letras “So” si han sido manifestaciones de soberbia o “Se” si han sido manifestaciones de sensualidad. Haz el propósito de revisarte todas las noches haciendo estas clasificaciones de faltas. Después de una semana habrás encontrado tu defecto dominante, pues tú mismo te darás cuenta si es la soberbia o la sensualidad la raíz de tus faltas más frecuentes. Seguirás siendo como todos los humanos teniendo defectos de soberbia o de sensualidad, pero habrás descubierto que uno de ellos es el que más te aleja de Dios.<br /><br />Ahora, con tu defecto dominante ya conocido, será más fácil comenzar el camino de la santidad.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-4662872500008998002009-01-14T22:44:00.000-06:002009-01-14T22:46:27.068-06:00LA BIBLIAPara tener un conocimiento un poco acerca de las bases principales de las SAGRADAS ESCRITURAS:<br /><br />BIBLIA Y REVELACION (ACI PRENSA)<br /><br />Una síntesis de la relación entre la Biblia y la Tradición Divina en preguntas y respuestas<br /><br />¿Qué es la Revelación?<br /><br />La revelación es la manifestación que Dios ha hecho a los hombres de Sí mismo y de aquellas otras verdades necesarias o convenientes para la salvación eterna.<br /><br />¿Dónde se encuentra la Revelación?<br /><br />La Revelación -también llamada Doctrina cristiana o Depósito de la fe- se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición.<br /><br />¿A quién fue confiada la Revelación?<br /><br />Jesucristo confió la Revelación a la Iglesia Católica. Por medio de sus Apóstoles, por tanto, sólo la Iglesia tiene autoridad para custodiarla, enseñarla e interpretarla sin error.<br /><br />¿Qué es la Sagrada Escritura?<br /><br />La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Al conjunto de los libros inspirados lo llamamos Biblia.<br /><br />¿Qué es la Tradición?<br /><br />La Tradición es la Palabra de Dios no contenida en la Biblia, sino transmitida por Jesucristo a los Apóstoles y por éstos a la Iglesia.<br /><br />Las enseñanzas de la Tradición están contenidas en los Símbolos o Profesiones de la fe (por ejemplo, el Credo), en los documentos de los Concilios, en los escritos de los Santos Padres de la Iglesia y en los ritos de la Sagrada Liturgia.<br /><br />¿Quién es el Autor de la Biblia?<br /><br />El Autor principal de la Biblia es Dios. El autor secundario o instrumental de la Biblia es el escritor sagrado o hagiógrafo. Por ejemplo, Moisés, el profeta Isaías, San Mateo, San Pablo, etc.<br /><br />¿Qué es la Inspiración bíblica?<br /><br />La inspiración bíblica es una gracia específica que concede el Espíritu Santo, por la cual el escritor sagrado es movido a poner por escrito las cosas que Dios quiere comunicar a los demás hombres.<br /><br />¿Cuáles son las propiedades de la Biblia?<br /><br />Las propiedades de la Biblia son:<br /><br />- La Unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre todas las partes de todos los libros.<br /><br />- La Inerrancia (no contiene errores en lo que atañe a nuestra salvación) y la Veracidad (contiene las verdades necesarias para nuestra salvación).<br /><br />- La Santidad (procede de Dios, enseña una doctrina santa y nos conduce a la santidad).<br /><br />¿Cómo se divide la Biblia?<br /><br />La Biblia se divide en dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento. A su vez los libros del Antiguo y Nuevo Testamento se dividen en: libros históricos, didácticos y proféticos. Y cada libro se divide en capítulos y versículos.<br /><br />¿Qué contiene el Antiguo Testamento?<br /><br />El Antiguo Testamento contiene los libros inspirados escritos antes de la venida de Jesucristo. Son 46. Los libros históricos del Antiguo Testamento son 21: Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio (que forman el Pentateuco), Josué, Jueces, Ruth, I y II Crónicas o Paralipómenos, I y II Esdras (el 2º llamado también Nehemías), Tobías, Judit, Esther, I y II Macabeos.<br /><br />Los libros didácticos del Antiguo Testamento son 7: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.<br /><br />Los libros proféticos del Antiguo Testamento son 18: Los cuatro Profetas Mayores: Isaías, Jeremías (con Lamentaciones y Baruc), Ezequiel, Daniel, y los doce Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.<br /><br />¿Qué contiene el Nuevo Testamento?<br /><br />El Nuevo Testamento contiene los libros inspirados escritos después de la venida de Jesucristo. Son 27. Los libros históricos del Nuevo Testamento son 5: Los cuatro Evangelios (según San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan) y los Hechos de los Apóstoles.<br /><br />Los libros didácticos del Nuevo Testamento son 21: Las 14 Epístolas o Cartas de San Pablo: Romanos, I y II Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, I y II Tesalonicenses, I y II Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.<br /><br />Las 7 epístolas o Cartas llamadas católicas son: I y II de San Pedro: I, II y III de San Juan, la de Santiago y la de San Judas.<br /><br />El único libro profético del Nuevo Testamento es el Apocalipsis de San Juan.<br /><br />¿Qué es el Canon bíblico?<br /><br />El Canon bíblico es el catálogo de los setenta y tres libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos que forman la Biblia y que la Iglesia ha declarado como divinamente inspirados.<br /><br />¿En qué período se escribió la Biblia?<br /><br />Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos entre el siglo XV y el siglo II antes de Cristo.<br /><br />Los libros del Nuevo testamento fueron escritos en la segunda mitad del siglo I. Los Libros Sagrados se escribieron al principio en papiro y más tarde en pergamino. El papiro es una planta que abunda en Egipto, el pergamino es una piel de cabrito que permite escribir por las dos caras.<br /><br />Originalmente la Biblia estaba en rollos, es decir, largas fajas de papiro o de piel unidas en los extremos a dos bastones en torno a uno de los cuales giraba.<br /><br />¿Qué es la Hermenéutica bíblica?<br /><br />La Hermenéutica bíblica es la ciencia que trata de las normas para interpretar rectamente los Libros Sagrados. La Iglesia Católica es la única capacitada para interpretar auténticamente (con pleno derecho y sin posibilidad de equivocarse) la Sagrada Escritura porque Dios le confió solamente a Ella la misión de guardar, enseñar y aclarar a los fieles su Palabra.<br /><br />¿Qué otras Biblias existen?<br /><br />Además de la Biblia católica, que es la única completa y verdadera, existen la Biblia Hebrea y las Biblias protestantes. La Biblia Hebrea sólo contiene treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Por tanto, rechazan siete libros del Antiguo Testamento y todos los del Nuevo Testamento que forman la Biblia católica. Los protestantes, por su parte, admiten solamente el "libre examen" es decir, que cada uno ha de leer e interpretar la Biblia a su manera, sin necesidad de someterse a la autoridad de la Iglesia. A las Biblias protestantes les suprimieron algunos libros que están en la Biblia católica; además en los libros que conservan, modifican algunas palabras para apoyar sus ideas erróneas. Además, carecen de notas y comentarios, no tienen aprobación de la autoridad de la Iglesia; muchas son editadas por las "Sociedades Bíblicas", algunas dicen: "Versión del original llevado a cabo por Cipriano de Valera y C. Reyna"; la mayoría de ellas suprime varios libros del Antiguo Testamento (Sabiduría, Judit, Tobías, Eclesiástico, I y II Macabeos, entre otros) y algunas también suprimen libros del Nuevo (Epístolas de Santiago, de San Pedro y de San Juan).<br /><br />¿Puede leerse cualquier Biblia?<br /><br />No. Porque puede contener errores doctrinales o morales. Para evitar esos errores, un católico sólo debe leer Biblias con notas y explicaciones aprobadas por la Iglesia Católica, es decir, que tengan "Nihil Obstat" e "Imprimatur".<br /><br />¿Cómo leer la Biblia?<br /><br />La Iglesia recomienda la lectura de la Biblia porque es alimento constante para la vida del alma; produce frutos de santidad, es fuente de oración, gran ayuda para la enseñanza de la doctrina cristiana y para la predicación. El Concilio Vaticano II "exhorta a todos los fieles con insistencia a que, por la frecuente lectura de las Escrituras, aprendan la ciencia eminente de Cristo" (Constitución Dei Verbum, n. 25). Las disposiciones que se deben tener para leer y estudiar la Biblia son: fe y amor a la Palabra de Dios, intención recta, piedad y humildad para aceptar lo que Dios dice. Es recomendable leer los Evangelios diariamente durante unos cuantos minutos. San Jerónimo dice "Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; es más, nunca abandones la lectura sagrada". A la luz de las enseñanzas de la Iglesia, la Biblia nos permite conocer el modo de salvanos y reconciliarnos, y eso sólo puede lograrse conociendo, amando y encarnando la vida de Jesucristo.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-23757033401570447482008-11-12T19:15:00.003-06:002008-11-12T19:28:16.561-06:00Algunos regalos del SeñorAlgunas veces Dios Nuestro Señor nos regala hombres,si hombres y mujeres que por su gran lucidez,que por utilizar si mente en lo que realmente vale la pena,nos regalan un trozo de ella,un pequeño espacio de su ingenio,su sabiduria,etc.Aqui les dejo algunos ejemplos,a mi personalmente me gustan todos estos "estractos" de la mente de estos grandes hombres,y una mujer,pero especialmente San Agustin.Algun dia deseo poder tener esa sabiduria,esa forma de ver la vida,la creacion,,,,de ver a Dios.Algunos no son catolicos, pero bueno,,,nadie es perfecto.<br /><br />Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace.<br />Me gusta la gente justa con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.<br />MARIO BENEDETTI<br /><br />SEÑOR, <br />Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.<br />Si me das fortuna, no me quites la razón.<br />Si me das éxito, no me quites la humildad.<br />Si me das humildad, no me quites la dignidad.<br />Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.<br />Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a no juzgarme como a los demás.<br />No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.<br />Mas bien, recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.<br />GHANDI<br /><br />Sólo porque alguien no te ame como tu quieres, no significa que no te ame con todo su ser.<br />G. JOSE GARCIA MARQUEZ<br /><br />La vida es una obra de teatro que no permite ensayos... <br />Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida...antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos. <br />CHARLES CHAPLIN<br /><br />Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Además, el universo siempre está dispuesto a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias. Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor es un soldado menos, por eso hay que cuidarse del que no canta porque algo esconde. <br />FACUNDO CABRAL<br /><br />Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar. No olvides que la causa de Tu presente es Tu pasado así como la causa de Tu futuro será Tu presente. <br />Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones, de quien vivirá a pesar de todo, piensa menos en tus problemas y más en Tu trabajo y tus problemas sin alimentarlos morirán.<br />Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos.<br />PABLO NERUDA<br /><br /><br />"Quien conoce a los hombres es inteligente.<br />Quien se conoce a sí mismo es iluminado.<br />Quien vence a los otros posee fuerza.<br />Quien se vence a sí mismo es aún mas fuerte.<br />Quien se conforma con lo que tiene es rico.<br />Quien obra con vigor posee voluntad.<br />Quien se mantiene donde encontró su hogar, perdura largamente.<br />Morir y no perecer, es la verdadera longevidad.<br />LAO TSE<br /><br />Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo <br />que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un <br />sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia.<br />PAULO COHELO<br /><br />"Admitamos que hayas resuelto el enigma de la Creación.<br />Pero ¿cuál es tu destino?<br />Admitamos que hayas despojado<br />de todas sus vestiduras a la Verdad.<br />Pero ¿cuál es tu destino?<br />Admitamos que hayas vivido cien años felices y que te esperen cien más.<br />Pero ¿cuál es tu destino?"<br />Omar Khayyam <br /><br />"Si en verdad queremos amar, tenemos que aprender a perdonar”.<br />MADRE TERESA DE CALCUTA<br /><br /><br />Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.<br /><br />Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.<br /><br />Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.<br /><br />Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos.<br /><br />Cuando oramos hablamos con Dios, pero cuando leemos su palabra es Dios quien habla con nosotros.<br />SAN AGUSTIN<br /><br />CUANTOS HOMBRES Y MUJERES COMO ESTOS HABRAN SUCUMBIDO ANTES DE NACER,ANTES DE VER LA LUZ DEL MUNDO,ANTES DE QUE SU PROPIA MADRE,ENGAÑADA O NO,LOS HAYA ASESINADO?Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-91194609881648396372008-09-19T16:53:00.008-05:002008-09-19T18:14:26.623-05:00BARAK OBAMA,, LO MEJOR PARA TODOS ?El candidato a la presidencia de EU, el Sr. Barak Obama,esta catalogado como "le mejor para todos", si bien muchos pensaran que no nos incumbe o no nos afecta quien quede como presidente,le aseguro que indirectamente seremos afectados si este señor sale triunfante,el es pro-abortista declarado,alguna vez voto en contra de una ley que protegia a bebes que nacian a pesar de haber intentado abortarlos,,les dejo este articulo:<br />"I think that whether you're looking at it from a theological perspective or a scientific perspective, answering that question with specificity is above my pay grade."<br />(“Creo que si lo consideras desde una perspectiva teológica o desde una perspectiva científica, en ambos casos, responder a esa pregunta con precisión está por encima de mi nivel.” Traducción nuestra)<br /><br />Esta fue la respuesta de Barack Obama a la pregunta que le planteó el Pastor Rick Warren realizada en el Saddleback Forum en California: “¿Desde qué momento los bebés tienen derechos humanos?”. Todos los asistentes pudieron notar la terrible incomodidad y tono evasivo de la respuesta. <br /><br />La respuesta frívola de Obama debería haber provocado risitas en el Simposio de Harvard, pero a los evangelistas en la audiencia de Saddleback no les hizo ninguna gracia. Sabían que el Pastor Warren estaba realizando una pregunta seria, que merecía una respuesta seria. Un hombre que probablemente se siente en el Despacho Oval de la Casa Blanca, debe ser capaz de responder esta clase de preguntas, también ellos lo sabían. Ningún Presidentes anterior ha considerado ninguna pregunta como que estaba por encima de su nivel. Es por eso que Harry Truman, por ejemplo, mantenía una placa en su escritorio que decía: “La responsabilidad es mía“. Si Obama consigue la presidencia, tendría que tener una placa en su escritorio que diga algo como: “La Respuesta a tu Pregunta podría estar Por Encima de Mi Nivel.”<br /><br />Pero creemos que hay más que indecisión o confusión ante la actitud evasiva de Obama. No es que el Senador de Illinois no pueda responder en que momento los bebés tienen derechos humanos; es que el no se los dará. Fundamentalmente, porque Obama ya ha votado como Senador para negar algunos derechos (o mas bien todos sus derechos) a algunos recién nacidos. Lo que queremos decir es que, dado que en la Asamblea Legislativa de Illinois ya votó en contra de una ley que protegía a los bebés que sobreviven al procedimiento del aborto. Por lo tanto, es imposible no entender esto como un voto a favor del infanticidio.<br /><br />La Ley de Protección para el Bebé que nace vivo (Born Alive Infant Protection Act-BAIPA) fue necesaria porque en los abortos tardíos, algunos de aquellos bebes destinados a la ejecución sobrevivían. De otra manera, estos sobrevivientes al aborto seguirían siendo tirados a la basura para que mueran sin ninguna compasión. Nancy Creger, una antigua enfermera de Atlanta y amiga de muchos años de Population Research Institute, fue la primera en sacar a la luz esta práctica en comienzos de los 80s. Ella descubrió que 14 bebés habían nacido vivos y posteriormente “se les permitió” morir en el Hospital Midtown famoso (porque no realiza otra cosa que abortos). Creger estaba horrorizada por esta información. Ella escribió más tarde que “los funcionarios encargados de ´Vital Records´ y algunos otros estaban ansiosos de publicar esta información. Me proporcionaron muchas copias fotostáticas de los certificados de defunción. Los llevé a mi casa y esparcí 14 de ellos en el piso de mi dormitorio, entonces empecé a llorar, lloré con rabia y con dolor.”<br />Image<br />Jill Stanek luchó muy duro para lograr que los niños nacidos vivos en un aborto fallido fueran protegidos por una Ley pero se enfrentó a la oposición tenaz de un legislador estatal de nombre Barack Obama. Éste votó en contra de la aprobación de la ley y el proyecto fue eficazmente eliminado<br /><br />Años después, la enfermera Jill Stanek descubrió una práctica similar en el Hospital Christ en Oak Lawn, Illinois. Los bebés que nacían vivos, literalmente, eran echados a la basura para morir.Ella trabajó muy duro para que el proyecto de Ley de Protección a Sobrevivientes del aborto se aprobara en Illinois, pero se enfrentó a la oposición tenaz de un legislador estatal de nombre Barack Obama. Éste votó en contra de la aprobación de la ley y el proyecto fue eficazmente eliminado.<br /><br />En el año 2000, un proyecto de ley similar fue presentado a la Cámara y Senado de los Estados Unidos. La Ley de Protección para estos bebés sobrevivientes al aborto no intentaba revocar Roe vs. Wade. Una “cláusula de manera neutral” que explicitaba este punto fue añadido posteriormente a su presentación para aplacar los ánimos de las feministas radicales. El único propósito de ese proyecto de ley fue extender la protección legal a todos los bebés que nacían vivos, incluyendo a aquellos que habían sufrido un intento de aborto.<br /><br />NARAL atacó de inmediato el proyecto, advirtiendo a los representantes del aborto que debían votar en contra. Sin embargo, cediendo a la presión pública casi todos los miembros pro-abortistas de la Cámara votaron a favor del proyecto. Ninguno, ni aquellos que habían apoyado el aborto incondicionalmente durante años, querían estar registrados como soporte de lo que en efecto es un infanticidio. El proyecto se aprobó en la Cámara con un margen de 380-15, pero después murió en el Senado. No fue hasta el año 2002, cuando la “cláusula de neutralidad” fue agregada, que el proyecto se aprobaría en el Senado y la Cámara sin voto en contra y decretada por el Presidente Bush.<br /><br />Cuando se conoció públicamente el voto de Obama en la Asamblea Legislativa de Illinois, éste empezó a “fabricar” una versión más aceptable de lo que pasó realmente. El insistió que la única razón por la que votó en contra de la versión inicial del “Proyecto de Ley de Protección para el Bebé que nace vivo” fue que el proyecto carecía de la mencionada “cláusula de neutralidad”. Desafortunadamente para Obama, esto resultó no ser verdad. De hecho, el registro oficial muestra que antes de que emitiera su voto, ya la “cláusula de neutralidad” había sido incorporada al proyecto de ley, a su propia insistencia. Lo peor de todo es que aún con la inclusión de la cláusula, Obama votó contra ese Proyecto de todas maneras. Su “versión” de que su voto se basó en la falta de la cláusula de neutralidad, a lo mejor, fue falta de memoria, pero podría muy bien ser una mentira completa.<br /><br />Todos estos detalles han sido documentados exhaustivamente por el Comité Nacional del Derecho a la Vida y posteriormente verificado por FactCheck.org. Los detalles completos están disponibles aquí. http://www.nrlc.org/ObamaBAIPA/Obamacoveruponbornalive.htm<br /><br />Para empeorar el asunto, cuando Obama falseó la información de su propio registro que fuera hecha pública por el Comité Nacional del Derecho a la Vida, él procedió a desviar la atención sobre los hechos y a atacar al mensajero. “El Comité Nacional del Derecho a la Vida no ha dicho la verdad”, vociferaba en una entrevista de la CNN. “Detesto decir que las personas están mintiendo, pero aquí hay una situación donde están mintiendo”.<br /><br />A lo que el Comité Nacional del Derecho a la Vida respondió “O nos acusa de falsificar documentos o debe admitir que ha mentido sobre su registro de voto”. A la fecha, Obama no ha respondido, quizá esperando que el asunto simplemente se desvanezca.<br /><br />El movimiento pro-vida no debería permitir que esto suceda.<br /><br />El que Obama sea tan contemplativo con el lobby pro-aborto, como para no mover ni un dedo para ayudar a las pequeñas victimas del aborto que están luchando por su vida, lo hace el más radical político a favor del aborto, más que cualquier otro senador en sesión incluyendo a Hillary Clinton. Esto explicaría el porque no votó simplemente “presente” en el proyecto del Ley de Protección para el Bebé que nace vivo, tal como lo hizo en muchas otras leyes polémicas. Estaba muy ocupado tratando de congraciarse con la industria del aborto, quizá con la idea de postularse para el Senado de Illinois que mas tarde ganó.<br /><br />Ahora se está postulando para presidente y debe estar sometido a un análisis de un estándar mucho más riguroso. Es por eso que su comportamiento al ser descubierto mintiendo acerca de su registro es tan preocupante. No sólo empezó a obrar con disimulo, como cualquier político común, sino que inmediatamente emprendió un ataque a sus acusadores. Confiarle la oficina con más poder en el planeta, junto con el control del FBI y el Departamento de Tesorería de los Estados Unidos, a alguien que no cree que los norteamericanos somos dignos de protección y persigue a sus detractores, es motivo de seria reflexión.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-83257312789484900442008-09-19T16:53:00.004-05:002008-09-19T16:57:08.618-05:00Aborto como explotacion capitalistaUN POCO LARGO,PERO VALE LA PENA...<br /> <br />El aborto como método de explotación capitalista <br /><br />Un estudio de hace unos años, realizado por Ermenegildo Spaziante, miembro de la Sociedad Italiana de Bioética y publicado por la Universitá Cattolica del Sacro Cuore de Roma, fijaba en 38.896.000 el número anual de abortos en el mundo (casi 110.000 diarios)<br />"Estamos en realidad ante una objetiva ‘conjura contra la vida’, que ve implicadas incluso a instituciones internacionales" <br /><br />Un estudio de hace unos años, realizado por Ermenegildo Spaziante, miembro de la Sociedad Italiana de Bioética y publicado por la Universitá Cattolica del Sacro Cuore de Roma, fijaba en 38.896.000 el número anual de abortos en el mundo (casi 110.000 diarios). Ahora estas cifras han aumentado significativamente. Por poco sensibilizado que esté uno hacia el tema, no puede negarse que se trata de un hecho sin igual en la historia de la especie humana y adquiere tintes de genocidio universal.<br /><br />Por ello, debe evitar acometerse con puntos de vista estrechos y reduccionistas, que dejen el tema envuelto en brumas parciales. Y es que el problema del aborto en el mundo, por más que así se nos presente por quienes lo defienden, excede con mucho el problema de la liberación de la mujer: los fetos desechados pertenecen a ambos sexos –más aún, suele tenderse, al menos en el tercer mundo, a que pertenezcan mayoritariamente al género femenino-; como tampoco cabe, en sana lógica, situar una matanza de esta magnitud en el terreno de la revolución sexual, que se nos aparecería como desproporcionadamente cara por grandes que pudieran ser sus beneficios presentes y futuros.<br /><br />Por eso, consciente de la dificultad de ligar el tema a una dinámica puramente ideológica, todo el orquestado discurso proabortista ha tendido a presentar el tema desde una óptica individual y hasta casuística, buscando propiciar en el ciudadano la sensación de que se trata de un “problema de conciencia” en el que no tiene arte ni parte nadie sino la mujer afectada. No es así, sin embargo; y no hablo aquí de entrar en polémica sobre si el feto es ya un ser humano o no lo es; ni si el varón tiene derecho alguno a intervenir; ni si lo tiene la Iglesia, o la sociedad. El aborto, a nivel mundial, es, por encima de todo, un acto de imperialismo brutal a cuenta de los países ricos sobre los pobres. Y esto, que puede sonar a demagógico, no lo es en absoluto. <br /><br />El meollo de toda la política antinatalista del mundo desarrollado sobre el subdesarrollado tiene su punto de origen en el problema de la competencia por mano de obra barata y en el fenómeno de la inmigración. Vayamos al segundo: es un hecho que, cada año desde hace treinta, un millón de inmigrantes del sur se instala en el norte. Lo es también que el norte no sabe ya cómo convencer al sur de que la causa de su pobreza es su sobredimensionado crecimiento demográfico. Y parece lógica esta dificultad: ¿no es verdad que la densidad de población de, por ejemplo, Japón (325 habitantes por Km2, y 23.000 dólares anuales de renta per cápita), sobrepasa con creces la de la mayoría de los países que se consideran “pobres” (como Tanzania, que con 25 habitantes por Km2, sólo alcanza los 130 dólares de renta per cápita)?. <br /><br />Cualquier persona medianamente informada –los países del Tercer Mundo son pobres, pero no tontos- sabe que una adecuada revolución demográfica es un factor esencial para cualquier proceso de promoción y expansión industrial de primera fase; más población es también más mano de obra –lo que la hace más barata-, y más mercado interior, elementos esenciales ambos para consolidar una mínima infraestructura industrial capaz de abrirse posteriormente a la competencia exterior. <br /><br />Europa, desde luego, tuvo su propia revolución demográfica, desde la inglesa, inaugurada a principios del siglo XIX, a la española, concluida en los años sesenta de nuestro siglo. Recordemos cómo, ya en el siglo XVII y XVIII, nuestros novatores e ilustrados supieron ver en la despoblación que entonces aquejaba a la península una de las causas de la decadencia nacional. Pero también es fácil colegir –y comprobar históricamente- que los beneficios de una expansión demográfica concluyen, e incluso comienzan a revertir negativamente, en el momento en que se alcanza un punto de saturación, si ésta no viene acompañada de un cualitativo empujón tecnológico. <br /><br />Europa solventó este problema mediante la emigración: chorros de europeos invadieron durante siglo y medio los continentes vecinos (África, América) y no tan vecinos (Oceanía, Extremo Oriente) hasta descongestionar sus respectivas poblaciones incluso a costa de sustituir a las poblaciones autóctonas en sus lugares de destino. En 1895, sir Cecil Rhodes afirmaba en el Parlamento británico que “para salvar los 40 millones del Reino Unido de una guerra civil funesta, nosotros, los políticos coloniales, hemos de tomar posesión de nuevos territorios para colocar en ellos el exceso de población, para encontrar nuevos mercados en los que vender los productos de nuestras fábricas y de nuestras minas”. <br /><br />A la vista de esto, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que una parte del Tercer Mundo pagó con la extinción el progreso del hombre blanco. Pues bien: el mundo en vías de desarrollo lleva veinte años necesitando del mismo modo, y con la misma urgencia, una descongestión demográfica que le arranque de la miseria y le aparte del peligro –ya peligrosamente constatable- de la guerra civil. El problema está en que, en ese camino, no ha hecho más que tropezar con el primer mundo, que sólo le ofrece parches, pero no soluciones efectivas. <br /><br />En la Conferencia de la Población de El Cairo, de 1994, por ejemplo, los países desarrollados se negaron repetidamente a ampliar sus cuotas de inmigración y a abrir las barreras aduaneras a la importación de productos del sur, tal como pedían los países pobres. En cambio, sí que supieron ofrecer notabilísimas ayudas encaminadas a la “planificación familiar” y, muy especialmente, al aborto. Resulta bien significativo que el presidente Billy Clinton, que no ha tenido empacho en negar al aborto, en su propio país, la cualificación de “método de planificación familiar”, impidiendo así que sea subvencionado con fondos federales, lo proponga en cambio como tal para el Tercer Mundo. <br /><br />Ya en la Conferencia de Población de Méjico (1984) el mundo rico intentó incluir el aborto en los países en desarrollo como “método de planificación familiar”, siendo rechazada la propuesta. En la de El Cairo se insistiría en las mismas pretensiones, fijando incluso un límite para la población del planeta, en 7.270 millones. El promotor de esta “luminosa” idea no es otro que el “Fondo para la Población de la Naciones Unidas”, fundación creada a iniciativa de los Estados Unidos para camuflar sus intereses en las campañas contra la natalidad para el Tercer Mundo. <br /><br />No es, como digo, demagogia mencionar los intereses que el gigante capitalista tiene a la hora de frenar la expansión demográfica de los países en desarrollo: el mismo Juan Pablo II así lo afirmó en su rotunda y reveladora encíclica Evangelium Vitae, del año 1995, cuando decía que “estamos en realidad ante una objetiva ‘conjura contra la vida’, que ve implicadas incluso a instituciones internacionales”. Como muestra, un botón: el 16 de marzo de 1994, poco antes de la Conferencia de El Cairo, el departamento de Estado norteamericano ordenó a sus embajadas que insistieran a sus gobiernos anfitriones en que los Estados Unidos consideraban el acceso al aborto voluntario un derecho fundamental de todas las mujeres, y, a comienzos del segundo mandato de Clinton, en febrero de 1997, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley presupuestaria de 385 millones de dólares (53.900 millones de pesetas) destinados a la planificación familiar y al aborto en el Tercer Mundo.<br /><br />Simultáneamente, era rechazada una moción del congresista pro-vida Chris Smith que, aludiendo a lo que llamó “imperialismo demográfico”, ofrecía aumentar la partida hasta 713 millones siempre que del programa antinatalista fuera explícitamente excluido el fomento del aborto. Obviamente, las intenciones del presidente Clinton y de sus compañeros de viaje no pasaban por esa exclusión. La razón la dio explícitamente la entonces nueva secretaria de Estado, Madeleine Albrigth, alegando que el control de nacimientos en el Tercer Mundo es pieza fundamental de su política de promoción de los intereses norteamericanos. Algunos otros congresistas supieron ser algo más explícitos y aludieron a necesidad de reducir la competencia por mano de obra barata en el mercado internacional (ABC, 16-2-97). <br /><br />Pero no se crea que este planteamiento estratégico-defensivo proviene de estos últimos años, o está únicamente representado por Clinton; tiene su origen, más bien, en el famoso “Documento 2000” del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, aprobado el 10 de diciembre de 1974 por el presidente Gerald Ford, documento, como es obvio a tenor de la dureza de su contenido, originariamente secreto, y sin embargo desvelado en 1990 gracias a las presiones de algunos historiadores que supieron invocar con éxito las leyes de secretos oficiales. El documento, textualmente, afirma en algunos de sus apartados: <br /><br />Punto 19: Los actuales factores de población en los países menos desarrollados suponen un riesgo político e incluso problemas de seguridad nacional para los Estados Unidos”. <br /><br />Punto 30: Los países con interés político y estratégico especial para los Estados Unidos son India, Bangla Desh, Pakistán, Nigeria, México, Indonesia, Brasil, Filipinas, Tailandia, Egipto, Turquía, Etiopía y Colombia (...) El presidente y el secretario de Estado deben tratar específicamente del control de la población mundial como un asunto de la máxima importancia en sus contactos regulares con jefes de otros gobiernos, particularmente de países en desarrollo”. <br /><br />Punto 33: Debemos tener cuidado de que nuestras actividades no den a los países en desarrollo la apariencia de políticas de un país industrializado contra países en desarrollo. Hay que asegurar su apoyo en este terreno. Los líderes del Tercer Mundo deben figurar a la cabeza y recibir el aplauso por los programas eficaces”. <br /><br />Punto 34: Para tranquilizar a otros respecto de nuestras intenciones, debemos hacer énfasis en el derecho de los individuos y las parejas a decidir libre y responsablemente el número y el espaciamiento de sus hijos, el derecho a recibir la información, educación y nuestro continuo interés en mejorar el bienestar de todo el mundo. Debemos utilizar la autoridad del Plan Mundial de Población de las Naciones Unidas”. <br /><br />No sabemos si tendrá que ver con aquellas áreas de interés estratégico el hecho de que la primera conferencia de población se celebrase en Méjico, y la segunda en Egipto. Pero sí podemos constatar que el Fondo para la Población de las Naciones Unidas es una de las pocas oficinas de la O.N.U. que ve crecer sus presupuestos cada año, financiados en un 50 % por los Estados Unidos, y el resto por otros países del Primer Mundo.<br /><br />En 1994, por ejemplo, contaba con 246 millones de dólares, más otros 1.000 millones en programas destinados expresamente a frenar la natalidad de los países pobres. Sus actividades se centran en la esterilización, anticoncepción y aborto en el mundo en desarrollo. Con todo, su más rutilante actuación en los últimos tiempos, ha sido la convocatoria de la polémica Conferencia de El Cairo, encaminada en un primer momento a conseguir que los países destinatarios de los programas antinatalistas contribuyesen económicamente al sostenimiento de éstos. <br /><br />Claro, que no es el Fondo de Población la única institución con que juegan los intereses estratégicos de los Estados Unidos: una gran parte de los 385 millones de dólares (al cambio, muchos millones de pesetas) que el Congreso norteamericano dedicó en febrero del 97 a la planificación familiar en el Tercer Mundo, habrían de ser encauzados a través de la International Planet Parenthood Federation (I.P.P.F.), una multinacional del aborto fundada a principios de este siglo en Estados Unidos (Brooklin, 1916) por Margaret Sanger a partir de una clínica abortiva. La I.P.P.F., por otro lado, tuvo mucho que ver con la redacción del documento propuesto –y afortunadamente rechazado- en El Cairo: el 31 de marzo de 1994, por ejemplo, I.P.P.F. se jactaba públicamente de que su presidente, Fred Sai, lo era a su vez de la tercera conferencia preparatoria, y de que la delegada de la organización abortista para el hemisferio occidental, Billie Miller, presidía el grupo de O.N.Gs y el comité de planificación. <br /><br />No decía, aunque era de dominio público, que Nafis Sadik, directora por entonces del Fondo para la Población de las Naciones Unidas, había trabajado con anterioridad para la I.P.P.F., lo mismo que el secretario de Estado adjunto para Cuestiones Globales de los Estados Unidos, antiguo director de la I.P.P.F. en Denver. Junto a esa verdadera “multinacional de la muerte”, hay que citar también la Fundación Ford, la Fundación Rockefeller, el Alan Guttmacher Institute, que depende del I.P.P.F., o el Population Council, financiado por el gobierno norteamericano. Pero quizá el más importante instrumento de presión del “lobby” antinatalista sea el Banco Mundial, con su política dirigida a condicionar los créditos a los países pobres al grado de cumplimiento de las directrices marcadas por el Fondo para la Población de las Naciones Unidas. Recordemos que la deuda externa es uno de los más dolorosos cánceres del Tercer Mundo. <br /><br />Mozambique, por ejemplo, tuvo que desembolsar en 1996, por este concepto, el doble de lo que dedicó a educación y salud. Y no caigamos en la trampa –claramente racista- de culpar del desastre a una nunca demostrada “incapacidad” de esos países para valerse por sí solos o para escapar de la corrupción política. Tengamos en cuenta que durante los años ochenta, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, los tipos de interés para los países pobres fueron en conjunto cuatro veces más elevados que para los países ricos. <br /><br />Del mismo modo, conviene no olvidar que el problema de la deuda externa tiene orígenes relativamente cercanos, pues se remonta a la crisis del petróleo de 1973. En esas fechas, los grandes bancos mundiales vieron crecer sus fondos por las imposiciones provenientes de los países de la O.P.E.P., que habían acrecentado sobremanera sus ingresos después de cuadruplicar el precio del petróleo, y se lanzaron desaforadamente a una arriesgada política de préstamos sobre los países en desarrollo. <br /><br />Como es natural, éstos recibieron ávidos esta inopinada lluvia de millones que, en muchos casos, no fueron a parar al objetivo para el que habían sido solicitado. Por otra parte, y al mismo tiempo, el aumento del precio del crudo provocaba en el mundo industrializado un galopante proceso inflacionario de difícil solución sino con medidas radicales. <br /><br />En 1979, el gigante norteamericano se vería obligado a un duro ajuste monetario, que fue inmediatamente seguido por todos los otros países del bloque industrializado. La consecuencia para el Tercer Mundo, que vivía de sus exportaciones, no se hizo esperar: en breve plazo, aquellos países que habían contraído deudas a tipos de interés variable –que eran, lógicamente, casi todos- vieron cómo los intereses de sus préstamos se multiplicaban. <br /><br />Las más de las veces la deuda se convertía en un peso insalvable: los pagos anuales, efectuados con notables sacrificios por los deudores, no alcanzaban a cubrir ni siquiera el montante de los intereses. En 1996, por ejemplo, la deuda externa acumulada por Zambia duplicaba su P.N.B. Ese mismo año, el mundo en desarrollo debía al primer mundo globalmente el doble que diez años antes, sólo en calidad de acumulación de intereses impagados. <br /><br />Así las cosas, no es posible ignorar el funcionamiento interno por el que se rige la actividad del anteriormente mencionado Banco Mundial. Nacido, como el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.), en julio de 1944 en Bretton Woods (EE.UU.), representó en su momento el deseo de diseñar las directrices económicas de un mundo que ya preveía la victoria en la Segunda Guerra Mundial, y anhelaba extender y globalizar su capitalismo a escala planetaria. <br /><br />No cabe duda de que sus objetivos están cerca de cumplirse, si es que no lo han hecho ya. A finales de 1991 la revista The Economist y el New York Times sacaron a la luz un memorándum interno del Banco Mundial según el cual esta institución debía estimular la instalación en el Tercer Mundo de las industrias más sucias, por varias razones: la misma lógica económica, que invita a alejar de la propia casa los residuos, los bajos niveles de contaminación de esos países, a causa de su menor densidad de población, y la escasa incidencia del cáncer sobre grupos de gente cuya esperanza de vida es de por sí pequeña. <br /><br />¿Puede extrañar a alguien, pues, que el primer mundo necesite perpetuar el déficit poblacional del mundo en desarrollo? Es preciso señalar que, en las decisiones del F.M.I., los Estados Unidos cuentan con un 17’80 % de los votos, y el mundo desarrollado en conjunto (unos quince países, de un total de poco más de ciento setenta y cinco), el 55 %. El porcentaje, por supuesto en un sistema cuya base es el dinero, viene determinado por las aportaciones económicas al Fondo, lo que deja fuera de juego a los países menos desarrollados. Por ejemplo, el grupo formado por Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay, Perú y Uruguay no suma más del 2’15 % de los votos. <br /><br />El demógrafo Karl Zinsmeister ya demostró en 1994, en sendos artículos publicados por las revistas norteamericanas The National Interest y Population Research Institute Review, que el problema demográfico no existe en cuanto tal, sino como consecuencia de una injusta distribución de la riqueza. La misma División de la Población de la Naciones Unidas, organismo estadístico sin capacidad ejecutiva y por ello, hasta la fecha, libre de la infiltración estratégica de los países ricos, aseguró en 1994, en su documento anual “Perspectivas de la población mundial”, que el famoso “peligro demográfico” es cada vez menor, y que, por encima de pesimismos más o menos interesados, el crecimiento demográfico del planeta se está estabilizando. <br /><br />En 1960, la previsión mundial de población para el año 2000, era de casi 10.000 millones; a pocos meses del nuevo milenio, hay que revisar esa cifra notablemente a la baja. Y la razón, desde luego, no es la actividad antinatalista del F.P.N.U., sino la misma lógica demográfica, que determina que, a mayor nivel de vida, se corresponde un descenso en la cantidad del número de hijos por pareja. <br /><br />Por otro lado, no conviene magnificar desmesuradamente la triste situación económica del mundo. Hace sólo treinta años, el 80 % de la población de los países en vías de desarrollo vivían bajo el triste umbral de las 2.000 calorías per cápita, y en esos mismos países sólo un 2 % superaba las 2.700. Hoy no llega al 8’5 % la cantidad de población en vías de desarrollo que no alcanza el umbral mínimo, y supera el 15 % la que sobrepasa el de las 2.700 calorías. <br /><br />En este tiempo, y mientras la población mundial se duplicaba, el suministro medio de calorías per cápita del planeta pasaba de 1.950 a 2.475. En la actualidad existe, por ejemplo, un 60 % más de cereales disponibles por persona que en 1960. La F.A.O., en 1994, determinó que, de 1950 hasta ese año, la producción mundial de cereales se había multiplicado por tres, mientras la población sólo se había duplicado. Y, en 1996, durante la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, este organismo internacional reveló que desde 1970 en los 55 países más pobres de la tierra la esperanza de vida se había disparado. <br /><br />En Tanzania, por ejemplo, ha pasado de los 41 a los 52 años; en Etiopía, de los 37 a los 47, y en Sudán, de los 40 a los 53. El catastrofismo, en todo caso, no es de hoy: ya en el siglo II después de Cristo, Tertuliano se quejaba de que el mundo no podía soportar más carga demográfica. De entonces ahora, algo ha llovido, y algo hemos avanzado. La realidad histórica demuestra que la capacidad de la técnica humana permite ampliar el ecúmene hasta límites insospechados. <br /><br />Roger Revelle, que fue director del Harvard Center for Population Studies, ha llegado a afirmar que las capacidades tecnológicas actuales, bien aplicadas, permitirían alimentar a 40.000 millones de personas en el mundo. Un buen ejemplo de esto es lo que se llamó la “revolución verde”, llevada a cabo por el doctor M.S. Swaminathan en la India a partir de un arroz de laboratorio, el I.R. 36, capaz de un rápido crecimiento y de una fuerte resistencia a las plagas y enfermedades, que permitió al país asiático, entre 1967 y 1987, multiplicar su producción de cereal por habitante en un período en que su población había crecido en 100 millones, e incluso acumular un stock de 50 millones de toneladas y convertirse, desde 1980, en país exportador. <br /><br />Por otra parte, la superficie cultivada es susceptible de aumentar: en China, por ejemplo, donde la política antinatalista se ha ejercido de la forma más brutal y donde su fracaso ha sido más evidente, la superficie apta para el cultivo de secano y no utilizada es de 2.500 millones de hectáreas, tres veces más que la que se dedica a la explotación. Lo mismo ocurre con el problema de la desertización. <br /><br />La F.A.O. ha prevenido frecuentemente contra la poca credibilidad de los mecanismos que se utilizan para evaluar la irrecuperabilidad de las tierras, y hay casos que desmienten muchas de estas clasificaciones, como el programa agrícola que devolvió la fertilidad a algunas zonas de Kenia, y que logró demostrar que una tierra clasificada como no restaurable puede dejar de serlo con sólo aplicar en ella la tecnología y los incentivos adecuados. Para qué hablar de las experiencias israelíes. <br /><br />El problema, en cualquier caso, no es demográfico, sino de reparto. Aunque los países pobres son cada día, en efecto, menos pobres, los ricos son más ricos, de modo que las diferencias se acrecientan. En el año 1800, el P.N.B. por habitante era de 200 dólares entre los países del norte, y de 206 en los del sur. <br /><br />En 1900, ya el norte dispone de 528 dólares de P.N.B. por habitante, y el sur sólo de 179. A la altura de 1987, la diferencia es escandalosa: el norte disfruta de un P.N.B. medio por habitante de 14.430 dólares, y el sur sólo de 700. No cabe la menor duda de que, objetivamente, el sur ha mejorado en este tiempo; pero la pobreza es tanto más evidente, y se hace más injusta, cuando se la coteja con el lujo. <br /><br />Baste señalar que los Estados Unidos, por sí solos, podrían alimentar adecuadamente a los 6.000 millones de habitantes que viven hoy sobre la Tierra (un solo niño norteamericano consume anualmente lo que 422 etíopes), y que sólo poniendo en juego un 10 % de los stocks del mundo desarrollado, podría acabarse con los problemas de malnutrición del Tercer Mundo. Cada occidental consume y, en consecuencia, ensucia cuatro veces más que cada habitante del Tercer Mundo. <br /><br />Es significativo que la riqueza de 225 personas en el mundo equivalga a la de la mitad de la Humanidad, y que las tres personas más ricas del mundo (entre ellas Bill Gates) superen en conjunto el presupuesto de los 48 países más pobres, según denunció en septiembre de 1998 el director regional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo de América Latina y el Caribe, Alfonso Zumbado, en su Informe Anual de Desarrollo Humano. Mientras un 20 % de la población del Planeta vive aún por debajo de lo que se considera el umbral de la pobreza, el mundo rico se gasta anualmente en el cuidado y manutención de sus animales domésticos un montante de 17.000 millones de dólares, más otros 12.000 en perfumes y cosméticos. <br /><br />Claro que estas cifras cobran su verdadera dimensión cuando se sabe que serían suficientes 13.000 millones de dólares para lograr que todos los seres humanos tuvieran acceso a unos mínimos servicios de salud. Baste conocer, en suma, que el 40 % de la humanidad ha de valerse con tan sólo el 3’3 % de los recursos, mientras el 20 % del planeta consume el 82’7 % y, lo que es más escandaloso, produce simultáneamente el 80 % de la contaminación. <br /><br />A este respecto, no deja de resultar curioso que sean precisamente los países industrializados –es decir: aquéllos que contaminan en mayor medida- quienes abanderen el movimiento de la ecología como dogma ético de la globalidad mundialista, conminando a los países del Tercer Mundo a conservar vírgenes sus bosques y selvas (los “pulmones del planeta”) aunque ello les suponga a medio plazo el estancamiento económico. Curioso -y hasta cínico-, cuando comprobamos, como ha sucedido hace poco en la cumbre de Kioto, que el llamado “primer mundo” no está dispuesto a reducir su carrera hacia la opulencia ni siquiera ante la posibilidad más que probable de dejar la biosfera hecha unos zorros. <br /><br />Sin duda, es más fácil pedir al mendigo que limpie el basurero global mientras nosotros lo llenamos; en suma: que siga siendo pobre, para que podamos nosotros seguir siendo ricos. No podemos evadirnos de nuestra responsabilidad; y nótese que al utilizar la primera persona del plural incluyo en ese capítulo también a España, como parte del mundo rico. Debemos ser conscientes de que una parte –no me atrevo a asegurar que pequeña- de nuestra riqueza es espuria, sustraída al esfuerzo universal de la Humanidad gracias a una privilegiada –y no siempre honestamente conquistada- posición en la parrilla de salida. <br /><br />Está claro que la solución no puede pasar por pedir a los países pobres que lo sigan siendo y abandonen sus expectativas de industrializarse, mientras el mundo “rico” continúa contaminando y disfrutando de los mismos niveles de producción y consumo que hasta ahora. La única solución ha de ser, fundamentalmente, asumir la interdependencia como un reto de futuro y como un compromiso moral, y no sólo como paisaje-escenario para el enriquecimiento rápido y para la explotación. <br /><br />El mundialismo económico, si ha de serlo, tendrá que reportar a sus protagonistas no sólo beneficios, sino también responsabilidades. Para ello, se haría preciso que los países ricos asumieran su parte alícuota de sacrificio sin reservas. Y ello, no sólo por un elemental deber de justicia (se calcula que por cada dólar que el mundo desarrollado invierte en el Tercer Mundo, recupera cuatro), sino también –para el caso en que lo anterior no fuera suficiente-, que tendría que serlo- como único modo verdaderamente eficaz de evitar el previsible big bang migratorio que se avecina y ya se apunta. <br /><br />El camino para ello, aunque suene a paradójico, pasa por la eliminación, o en su defecto por la ampliación, de las cuotas de inmigración en los países ricos y la desaparición de sus barreras aduaneras proteccionistas a las importaciones provenientes del mundo en vías de desarrollo. Sin olvidar la urgente condonación de al menos una parte de su deuda externa. Con ello, sin duda, se conseguiría a medio plazo una mínima descongestión demográfica y económica en esos lugares y, en un período más largo, seguramente una tendencia a un cierto grado de igualación en el nivel de vida de todos los habitantes del Planeta. <br /><br />A cambio, el primer mundo ganaría algunos siglos de paz. Claro, que tales medidas supondrían algunos notables sacrificios, tales como la inmediata caída de los salarios y la reducción en gran medida del bienestar individual y social, con la consiguiente pérdida de votos y de influencia de partidos políticos y sindicatos, cosa que, por otra parte, se me aparece precisamente como una de las causas de que sea hoy por hoy tan difícil poner en marcha un verdadero programa de estabilización económica mundial. Aunque hay otras, mucho más importantes y decisivas, y menos explicitables: el primer mundo, convencido en gran medida de su superioridad biológica como WASP (White, anglo-saxon and protestant), ha ido viendo cómo, en las últimas décadas, perdía puntos porcentuales en los patrones demográficos (mientras el total de los países “ricos” crecía, entre 1950 y 1990, de 832 millones a 1.207, los países “pobres” lo hacían de 1.684 a 4.086), lo que ofrece al Tercer Mundo unas posibilidades de futuro hasta ahora difícilmente alcanzables en el marco geopolítico. <br /><br />Es evidente que el siglo XXI no es, sin duda, el de la raza blanca: si en la O.N.U. los distintos países estuvieran representados democráticamente en función de su número de habitantes, los Estados Unidos contarían con cinco veces menos votos que la India, y con seis veces menos que China. Un hipotético –pero no imposible- cambio de reglas del juego político internacional supondría, pues, una verdadera revolución copernicana en el escenario geo-estratégico. <br /><br />Lo cierto es que el mundo “rico” anhela mantener su status y su ritmo de vida sin perder, además, la hegemonía política. Por eso necesita detener con urgencia el crecimiento demográfico de los países en vías de desarrollo, y, para ello, trata de convencer a éste de que su pobreza se debe a su exceso de población, mientras restringe las cuotas de inmigración y fortifica su proteccionismo. Es significativo, en este sentido, el formidable atasco en que los intereses egoístas de las superpotencias económicas tuvieron sumida a la llamada “Ronda de Uruguay”, desde 1986 y durante casi diez años, hasta la firma del G.A.T.T. <br /><br />Los países en desarrollo, por el contrario, alegan que su pobreza se debe a la carencia de medios para mejorar su productividad, y que tal carencia se hace insalvable ante su continua discriminación en los intercambios internacionales y las barreras aduaneras a sus productos en los países ricos. Señalemos al respecto que el precio de las materias primas –principal fuente de ingresos del Tercer Mundo- sigue una carrera “convenientemente” descendente en el mercado mundial, lo que resta a los países en vías de desarrollo la capacidad efectiva de acumular divisas. Crece así el déficit de su balanza de pagos corriente, que en 1991 era de 100.000 millones de dólares, y, con él, su deuda externa, arma fundamental que el mundo “rico” utiliza para su política antinatalista. <br /><br />Lo que los países “pobres” piden no es otra cosa que juego limpio en las relaciones económicas internacionales. Y también que el Banco Mundial y el FMI dejen de condicionar sus créditos al cumplimiento de los programas demográficos del F.P.N.U. En lugar de eso, se les fuerza a un durísimo –yo diría que inhumano- corsé demográfico, mientras se palian sus hambrunas y sus crisis con bondadosos envíos de ayuda humanitaria, ciertamente útiles en primera instancia frente a la urgencia de la muerte, pero que, al final, sólo sirven para que los beneficiarios se acostumbren a depender del exterior y pierdan el interés por su propia producción, sometida a una competencia desleal desde el punto y hora en que el suministro humanitario es de carácter gratuito. <br /><br />Lo que los países en desarrollo necesitan no es tanto una ayuda permanente, y menos aún una grosera e interesada presión sobre sus hábitos demográficos, sino tecnología y comercio, y sobre todo una válvula de escape para sus excedentes de población. Con razón, los países suramericanos supieron responder en El Cairo a las pretensiones de Estados Unidos, el Banco Mundial y el F.P.N.U., afirmando que el alarmismo apocalíptico de los países ricos sólo responde a una concepción pesimista –y seguramente protestante- de la existencia, que no acaba de comprender que el ser humano no sólo dispone de una boca para comer, sino de una mente para pensar y de unos brazos para trabajar. <br /><br />Yo añadiría que responde también a una inconfesada falta de fe en la capacidad de la civilización occidental para absorber, y occidentalizar también, los aportes culturales que recibe y que espera recibir. Claro que una sociedad que no confía en la capacidad de su propio bagaje espiritual para atraer y convencer al recién llegado, no merece sino desaparecer. Los españoles, y los mediterráneos en general, que sabemos algo de mestizaje biológico y cultural porque hemos sabido enriquecernos con él y también exportarlo a lo largo de la Historia, deberíamos ser un buen referente para atender a las nuevas necesidades a que obliga el fenómeno de la inmigración. <br /><br />Más aún: tendremos que serlo, de grado o por fuerza, pues nadie puede poner vallas al campo, y seguramente sea imposible frenar el curso natural de las pateras. Aprendamos, pues, a manifestar sobre el recién llegado aquel proverbial sentido hispánico de la hospitalidad, y reforcemos, a la vez, los pilares sobre los que se asienta nuestra civilización, no sólo para no perderla en el marasmo étnico que se nos viene encima, sino porque seguramente descansen precisamente ahí los los mecanismos del más hondo, eficaz e indoloro mestizaje. Por más que el ario se empeñe en ignorarlo.Jesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3034448154562463994.post-83008456913315727212008-09-19T16:53:00.002-05:002008-09-19T16:55:25.571-05:00Adopcion espiritualUNA DE TANTAS FORMAS DE AYUDAR…<br /><br />Hay personas que están plenamente convencidas de que la vida es un don de Dios y quisieran ayudar a otras personas a que lo consideren de ésta manera, pero no saben cómo hacerlo... <br /><br />Lejos, muy lejos... en algún lugar del mundo una madre piensa que no está en condiciones de traer su niño al mundo, por las razones que sean... <br /><br />... Usted ahí y ella allá. <br /><br />... Una buscando la muerte y otra buscando la vida. <br /><br />... Una sumergida en la desesperanza y otra sumergida en la fe... <br /><br />Sin embargo, ahí desde donde usted se encuentra, puede ayudarla! <br /><br />La adopción espiritual es el compromiso de oración de una persona concreta en intención de la salvación de la vida de un niño en el vientre de su madre, así como de una vida justa y recta tras el nacimiento del niño, cuyo nombre es solamente conocido por Dios. Su esencia es una breve oración diaria, durante nueve meses, y eventualmente otras prácticas adicionales<br /><br />¿Cómo ayudar a este niño que va a ser abortado? <br /><br /><br />El Arzobispo Fulton J.Sheen, de Estados Unidos está fomentando la adopción espiritual de un niño no nacido aún. Esto se hace rezando para que la vida de un niño en particular, en algún lugar del mundo, ...el amor y la oración no sabe de fronteras, sea preservada del aborto y tenga al igual que usted y yo el derecho a la vida, el derecho a ser feliz y a que alguien lo ame. <br /><br />La oración es un arma poderosísima. Mueve montañas... Lo dijo el Señor Jesús y partiendo de esa premisa consideramos que se pueden salvar vidas a través de la oración. <br /><br />Para ayudar a realizar esto se recomienda que cada padre espiritual diga diariamente la oración siguiente por el período de 9 meses: <br /><br />Jesús, María y José, Sagrada Familia, os ruego que conservéis la vida del bebé aún no nacido que yo he adoptado y que está en peligro de ser abortado. <br /><br />Durante su vida terrenal este niño adoptado por ti será conocido sólo por Dios, pero en el mundo venidero y por toda la eternidad tanto usted como el niño encontraran la felicidad cada uno en la compañía del otro. <br /><br />Para mayor información visitar la página www.adopcionespiritual.orgJesus Fraustohttp://www.blogger.com/profile/14542597871353697244noreply@blogger.com0